YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 25 de septiembre de 2014

DIVULGAR, COMUNICAR Y CONVENCER

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Una vez reelecto, Juan Manuel Santos Calderón reconoció que en su primer gobierno no se comunicó a la opinión pública, de la mejor manera, los logros alcanzados por su administración. En especial, no se informó y se comunicó con claridad y suficiencia sobre los avances y alcances de un proceso de paz considerado como la última oportunidad para alcanzar la tan anhelada paz. Dijo el Presidente que en su segundo periodo se iba a mejorar en este aspecto.

Desde esa circunstancia se puede comprender la decisión tomada por negociadores de Farc y Gobierno de ‘desclasificar’ los acuerdos parciales que hasta el momento han suscrito las partes que negocian en La Habana, alrededor de tres puntos a saber: Política Agraria, Participación Política y Narcotráfico.

Los medios televisivos, apegados a la lógica noticiosa y sin mayor análisis[1], abrieron sus noticieros con ese hecho convertido en la gran noticia del día: Gobierno y Farc divulgan acuerdos. Las explicaciones del Gobierno y de los sectores afectos daban cuenta del objetivo trazado con la divulgación de los acuerdos parciales: contrarrestar versiones que señalan de tiempo atrás que Colombia transitaría hacia el castro-chavismo, que el modelo económico, el Estado mismo y las fuerzas armadas se estaban negociando en La Habana, entre otras elucubraciones que han evitado que el proceso de paz gane credibilidad en una opinión pública que deviene manipulada y manipulable por una prensa que aún no comprende y menos ha asumido la responsabilidad histórica que tiene frente a la actual coyuntura política, representada en las negociaciones que se adelantan en Cuba y en iniciativas jurídico-políticas propias de escenarios de posconflicto como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y el propio Marco Jurídico para la Paz.

¿Quién hace- hará- pedagogía de la paz y el posconflicto?

He dicho en varias ocasiones que los medios de comunicación fungen cada vez más como actores políticos, con un poder de penetración que los convierte en armas letales para, si es el caso, dar al traste con las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana. Si así lo hubieran entendido los negociadores de las Farc y del Gobierno, muy seguramente habría hoy en la Agenda de negociación un punto dedicado al papel del periodismo, de la industria cultural y a la propiedad concentrada de los medios de comunicación.

Aclimatar la paz es una tarea que requiere del concurso del periodismo, de los periodistas y de las empresas mediáticas. Y ello rebasa los alcances de la campaña Soy Capaz, que deviene cosmética, aunque sin duda hay que reconocer que aporta. Ambientar la paz, entendida inicialmente como la firma del fin del conflicto, y el posconflicto, requieren de un discurso periodístico-noticioso distinto al que la gran prensa colombiana históricamente ha usado para cubrir los hechos de la guerra y de las negociaciones de paz.

Se requiere, entonces, de un discurso periodístico-noticioso ya no sostenido en unos valores noticia sujetos a la falsa e inconveniente dicotomía Buenos-Malos, en donde los buenos están en las ciudades y los malos en el monte levantados en armas. Esa mirada moralizante, aupada y exacerbada por fuentes oficiales, como la castrense y las fuentes autorizadas de la llamada Oposición, no ha permitido concebir una opinión pública capaz de discernir sobre el conflicto armado interno con mediana claridad sobre las circunstancias objetivas que permitieron el levantamiento armado en los años 60 y menos aún, sobre las circunstancias locales y mundiales que hoy rodean y hacen viable el proceso de negociación de La Habana.

Mientras los medios no cambien o modifiquen sus rutinas de producción noticiosa, ambientar la paz en una sociedad escindida y en una opinión pública polarizada será muy difícil, especialmente en lo que tiene que ver con la refrendación de los acuerdos a los que se lleguen en Cuba.

Allí hay un riesgo enorme de que el referendo que se diseñe para refrendar lo acordado en La Habana fracase. Y podrá ocurrir, mientras los medios y el periodismo no morigeren un discurso periodístico-noticioso empobrecido, provocador y polarizante, pensado más para continuar con el cubrimiento escabroso y morboso de la guerra, que para cubrir experiencias de paz, reconciliación y posconflicto que sirvan de ejemplo para una sociedad que parece acostumbrada a ver, escuchar y leer los horrores de una guerra degradada.

La pregunta es: ¿quién asumirá la tarea de hacer una pedagogía de y por la paz y el posconflicto? Si no son los medios de manera directa, qué actores sociales están dispuestos a asumir el reto de posicionar otras Representaciones Sociales, otros imaginarios y por ese camino, generar una opinión pública distinta, que sea capaz de entender que es urgente que se firme el fin del conflicto y el Estado y la sociedad se dispongan a transformar -reconstruir- culturalmente una nación que exhibe procesos civilizatorios que bien pueden calificarse como semi fallidos.  

La campaña Soy Capaz es un esfuerzo importante, pero no suficiente. Hay que llegar a las grandes mayorías. Hay que traducir, por ejemplo, el discurso de los acuerdos parciales divulgados por la prensa, a un lenguaje fácilmente digerible para estudiantes, amas de casa, obreros y en general gente del común, con el claro objetivo de que entiendan qué se está negociando en La Habana, para luego generar en ellos una opinión positiva frente a la urgente necesidad de refrendar a futuro lo que se acuerde en la mesa instalada en Cuba. Universidades, iglesias, canales comunitarios y otros medios alternativos, y otros actores de la sociedad civil deben asumir la tarea de hacer pedagogía por la paz, la reconciliación, el perdón y el respeto a la diferencia en sectores populares en donde el conflicto armado y las negociaciones de paz aún no atraviesan las vidas cotidianas de millones de colombianos.

Si los documentos “desclasificados” y otros que mañana se divulguen no llegan traducidos a las grandes mayorías, se verá comprometido el proceso electoral de refrendación de los acuerdos y la legitimidad de unos escenarios de posconflicto que no sólo dependerán de decisiones jurídico-políticas y económicas, sino de un profundo cambio cultural de un pueblo que deviene acostumbrado a ver, presenciar y sufrir expresiones de múltiples violencias, entre ellas las generadas por las propias dinámicas del conflicto armado interno. Por lo anterior, no basta con divulgar documentos. Hay que comunicar y convencer que es mejor vivir en paz y no en medio de la guerra.







[1] Los medios y los periodistas no dijeron que de tiempo atrás se conocen varias versiones de documentos que recogen los acuerdos parciales alcanzados en La Habana. Por ejemplo, no dijeron que de tiempo atrás circula, junto a otros documentos,  El Informe Conjunto de la Mesa de Conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo, Farc-EP, de enero de 2014. En este texto están consignados los puntos 1 y 2, de la cuestión agraria y participación política. Ver foto. 

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