YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 30 de marzo de 2009

Es hora de pensar en qué hemos avanzado

Por Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente

Va siendo hora que los colombianos hagan el ejercicio de revisar los reales aportes que Uribe le ha dejado al país en sus dos administraciones. Se viene a la cabeza el asunto de la seguridad, que parece preocupar tanto a los colombianos. Sin duda, a Uribe hay que reconocerle la decisiva actitud para hacerle frente a unas Farc abyectas en su actuar político armado. El país optó por la guerra y en relación con el gobierno de Pastrana, la balanza parece inclinarse a favor del actual Gobierno. Por lo menos se ha mantenido la presión sobre el enemigo, con un ejército fortalecido porque el propio comandante en jefe les reconoce, exalta y premia sus éxitos, y lo más importante, les tapa, minimiza y esconde los errores (falsos positivos).

En el país hay la sensación de que avanzamos hacia la etapa del posconflicto sin haber superado las circunstancias históricas y objetivas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60. Es un grave error pensar que estamos en ese estadio porque si algo se ha logrado con Uribe es aumentar o por lo menos mantener intactas esas circunstancias objetivas que se expresan en la concentración de la riqueza, un modelo económico que beneficia a unos pocos, un régimen político y unos partidos políticos que facilitan y promueven la corrupción, el clientelismo y evitan el pluralismo y un problema agrario sin resolver, entre otros, así como una sociedad civil débil ante su rol de coadyuvar a construir un Estado justo, acorde con el carácter planteado en la constitución, esto es, un Estado social de derecho.

Quizás se explique aquella sensación por el efectista trabajo de medios y periodistas comprometidos con el Gobierno, cooptados por el mismo y prestos a informar de acuerdo con el manual y las instrucciones precisas de la Casa de Nariño.

Qué ha cambiado realmente en el país, deberían preguntarse los áulicos que siguen a Uribe, con la mínima intención de confrontar los tozudos hechos económicos y sociales, con los positivos hologramas proyectados con toda energía por los medios masivos afectos al Gobierno y a la imagen providencial de Uribe. Acaso el país está mejor en temas de poco interés político, como la inseguridad en las ciudades, que crece a pasos agigantados, pues las garras de la seguridad democrática solo alcanzan para perseguir a las Farc.

Que se ha garantizado la inversión extranjera, gritan con fuerza el gobierno y sus seguidores. Cuánto de esas inversiones no obedecen a capital especulativo o a inversiones con extraordinarias gabelas que no se traducen necesariamente en más empleo o en el mejoramiento de la calidad del ya existente. Siguen siendo inversiones rentables para grandes compañías colombianas y multinacionales y reducidos grupos inversionistas, pero que no ayudan a mejorar el capital social de Colombia y a reducir la pobreza. Hoy, cuando la crisis económica mundial tocó a la blindada economía nacional, hasta el punto que la economía colombiana pasó de crecer al 7,5% en 2007 a un 2,5% en 2008, el Gobierno se nota poco preocupado ante el evidente fracaso de las variables económicas.

El propio Salomón Kalmanovitz sostiene que “el Gobierno apareció gris adelantándose a las malas noticias. Volvieron a balbucear que habrá inversiones por 55 billones, la mayor parte del sector privado, como si éste estuviera también bajo el comando presidencial y no estuviera en caída libre. Repitieron que hay crédito para mejorar vivienda de interés social, donde, si acaso, habría autoempleo de sus propietarios. En fin, los altos funcionarios lucían asustados, desorientados y perplejos.”[1]

Así mismo, Santiago Montenegro, se suma al análisis de lo que sucede hoy en materia económica: “Si el ahorro de la economía está, entonces, subiendo y la inversión cayendo, el espacio que deja el sector privado tiene que ser llenado por el sector público. Así, es urgente expandir la inversión pública al costo de tener un mayor déficit fiscal. El problema es que el país no tiene la institucionalidad para activar la inversión pública en un muy corto plazo. Dada la escasez crónica de recursos y la resignación al atraso que tuvo el país durante décadas, especialmente en carreteras, logística y vivienda de interés social, las entidades encargadas de estos temas no están, infortunadamente, en la capacidad de ejecutar un plan de emergencia…” [2]

Pero es tal la fijación y el interés de perpetuar a Uribe en el poder, que su gabinete anda en campaña; el congreso, por su parte, anda ocupado promoviendo otro golpe a la constitución; la llamada sociedad civil colombiana, asustada por el discurso polarizante de medios y gobierno, apenas balbucea ante lo inevitable: la reelección de Uribe por segunda vez. Y la gran prensa, como ya todos sabemos, sigue hincada ante el poder mesiánico. Qué decir de la maltrecha y acaso inexistente Oposición: esperando dádivas, puestos y que el Presidente les concrete eso que dijo hace poco en el ‘foro’ político organizado por el Partido de la U y que se traduce en la estrategia de buscar consensos en los sectores aún no afines al actual gobierno. En palabras del propio Uribe se lee: “firmeza ante los terroristas y disposición de avanzar en un diálogo de contracción de consensos con diferentes sectores del pensamiento de la vida nacional”.

Quizás a liberales y a conservadores les suene a un moderno Frente Nacional esa idea de buscar consensos, de la que habló Uribe. Seguro que a los presidentes de dichas colectividades no les disgusta la idea. Y creo que en el Polo de Petro y sus amigos, tampoco les molesta.

Mientras los colombianos avanzan en el fortalecimiento de su cultura política, no queda otro camino que esperar los comicios de 2010 para decirle no a un proyecto político de derecha que sólo tiene para mostrar éxitos en el campo de batalla, mientras que más de 20 millones de colombianos libran una guerra a muerte contra el hambre y la miseria. Mientras llega ese escenario electoral, lo recomendable, ética y políticamente, es pensar en qué hemos avanzado realmente con AUV para tomar una decisión que afecte la institucionalidad y por ese camino, dé sepultura a la ya frágil democracia colombiana.



[1] KALMANOVITZ, Salomón. Es que por eso le digo. En: El Espectador.com, marzo 30 de 2009.

[2] MONTENEGRO, Santiago. Para la crisis, una institución de emergencia. En: El Espectador.com, marzo 30 de 2009.

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