YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 29 de abril de 2009

SOLIDARIDAD PERIODÍSTICA

Por Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente

Lo sucedido hace unos días con el periodista y escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal es, sin duda, una afrenta con la ya alicaída libertad de prensa en Colombia. De concluirse con las investigaciones, muy seguramente se sabrá de la participación de miembros de las fuerzas militares en el grave incidente.

Lo que sí llama la atención es la poca solidaridad que despertó en los periodistas de la región del Valle del Cauca y por supuesto, de toda Colombia, lo acontecido con el escritor Álvarez Gardeazábal. Fugaces notas registraron el ataque, sin que ello los llevara a fijar posturas firmes y a pedir no sólo claridad al gobierno de Uribe, sino garantías para ejercer el periodismo.

Será imposible lograr solidaridad en un gremio atomizado como el de los periodistas en Colombia. Un gremio que está atravesado y maniatado por las condiciones laborales ofrecidas por quienes hacen posible que se haga periodismo: las empresas mediáticas, esto es, los propietarios. El gremio de los periodistas también está atravesado por la envidia y por las diferencias conceptuales y éticas alrededor de cómo debe hacerse el periodismo y para qué se debe informar, que involucra, por supuesto, la tarea de editores, filtros naturales en las redacciones.

En un lado están los periodistas oficialistas que creen, a pie juntillas, todo lo que el gobierno les manda a decir en comunicados o con sus funcionarios. El periodismo de las fuentes oficiales es el que se impone en Colombia, en donde los hechos noticiables existen no por su inocultable naturaleza, presencia y efectos, sino por lo que dicen el Presidente, sus ministros o por lo que sucede con funcionarios de mediano rango. Los periodistas que informan desde esa lógica, ven el trabajo de denuncia e interpretación de Álvarez Gardeazábal en el programa La Luciérnaga, como un privilegio o como un ejercicio de poder inconveniente para el periodismo y para el propio gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

En el otro lado aparecen quienes pueden estar en camino de convencerse de que realmente lo que necesita el país es un nuevo tipo de periodismo, de empresas mediáticas -y de periodistas- que hagan a un lado ese cómplice y viejo contubernio con las fuentes oficiales desde el cual la gran prensa colombiana viene desinformando a los colombianos, especialmente desde 2002.

Por ello llama la atención el tímido editorial de EL ESPECTADOR, titulado El ataque a Álvarez Gardeazábal, en el que se lee lo siguiente: “Hace bien el Gobierno Nacional en declarar que las autoridades competentes se encargarán de la situación, pero razón tiene Álvarez Gardeazábal en manifestar su preocupación ante el ofrecimiento presidencial de una custodia especial de la que no dispuso anteriormente, pese a que ejerció como alcalde de Tuluá y gobernador del Valle. Mientras persistan las dudas, será válido preguntarse: ¿Se le protege o se le vigila?”[1] Con igual timidez el gremio de periodistas colombianos recibió la muerte del colega José Everardo Aguilar en el Bordo (Cauca), quien venía haciendo denuncias por corrupción administrativa.

Esa apatía y falta de criterio para ver lo que sucede con ellos mismos y con las circunstancias con las cuales deben informar al país, hacen pensar que los periodistas colombianos guardan poco respeto por el oficio periodístico y por sus propias vidas, pues considerarán que su deber es salvaguardar el buen nombre de un Gobierno y responder con diligencia ante el llamado de las fuentes oficiales, de ex presidentes, empresarios, del propio Presidente y de cuanta figura pública decida convertirse en noticia.

Los periodistas en Colombia son buenos para ambientar marchas contra el secuestro, la violencia política y el maltrato infantil, entre otros asuntos, pero son incapaces de exponer los graves problemas, cortapisas y obstáculos con los cuales deben ejercer el noble oficio. Cuándo se decidirán a marchar contra los asesinatos y amenazas de que han sido víctimas sus colegas y contra la presión que ejercen, por ejemplo, fuentes oficiales y anunciantes, entre otros.

Una mínima solidaridad con los colegas asesinados, amenazados y obligados al exilio sería un buen comienzo para exorcizar esos miedos y cortapisas con las cuales los periodistas colombianos informan; ayudaría también convocar encuentros regionales y nacionales para reflexionar acerca de las lógicas perversas con las cuales hoy creen que están generando una opinión pública crítica y reflexiva.

Para las complejas circunstancias políticas, sociales, económicas y culturales de Colombia, se requiere de periodistas que deshagan de una vez por todas, esa perversa relación mendicante que sostienen con las fuentes oficiales.

A los periodistas colombianos les queda: o seguir sirviendo al poder, creyéndose el cuento de que ellos mismos son poder (el Cuarto, dicen por ahí) o sirven a las audiencias que poco a poco van reconociendo cuáles son hoy los medios y periodistas genuflexos ante los poderes económico y político.

Bien vale la pena recordar las palabras de Javier Darío Restrepo: “…Los hechos convencen a los medios de que el medio que más llega a la sociedad no es el que ejerce el periodismo como un poder sino como un servicio. Cada vez hay más desconfianza de todos los poderes, y obviamente si el medio se cree aquella ficción de que es el cuarto poder, entra por una vía equivocada. La prueba es que los medios que se comprometen en todo con una causa política, pierden credibilidad de inmediato; lo mismo que le pasa al periodista. Periodista que se ve metido en una causa política, es un periodista que inmediatamente pierde credibilidad y la gente sabe que está al servicio de un nombre, de un partido, pero que no está al servicio de todos”.[2]

[1] El ataque a Álvarez Gardeazábal. Editorial. En: EL ESPECTADOR. COM. (edición online actualizada a las 6:57 am y consultada el miércoles 29 de abril de 2009, a las 08:56 am).

[2] Tomado de la siguiente URL: http://www.icei.uchile.cl/comunicacionymedios/pdf/17/entrevista_javier_dario_restrepo_cym_17.pdf

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Germán

Cordial saludo



Muy interesante y pertinente me parece la reflexión que planteas en términos de la poca o casi nula solidaridad del gremio de los periodistas y en general de nosotros los comunicadores social-periodistas respecto a lo acontecido con Álvarez Gardeazabal. Pero qué esperar del periodismo actual, donde lo que menos interesa es: qué es lo que se informa, sobre qué se informa y cuál es la incidencia de ésta en la opinión pública, cuando el punto está en el raitting, y, en no “patear la ponchera”. Cuál es nuestro compromiso social, es posible asumir ese compromiso con las condiciones actuales.

Discusión y reflexión bastante aguda que amerita la propuesta de espacios de discusión al respecto.



Un abrazo

Jenny Daira

Anónimo dijo...

Interesatne punto de vista…. Gracias…

YURI

Anónimo dijo...

Hola. La verdad es que hay "timidez" (tradúzcase ceguera voluntaria) frente a casi todo lo que tenga que ver con el gobierno. Me gustó mucho la cita final de Javier Darío Restrepo.
Saludos,

Claudia Patricia