YO DIGO SÍ A LA PAZ

YO DIGO SÍ A LA PAZ

viernes, 15 de mayo de 2009

SIMPATÍAS IDEOLÓGICAS POR LA VIDA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente


En política, las simpatías ideológicas terminan con la aceptación o el rechazo, la aprobación o la desaprobación de prácticas, de comportamientos o maneras de hacer las cosas. Y dichas simpatías juegan un papel clave en la medida en que a partir de ellas podemos reconocer tendencias éticas de quienes, sin hacerlas explícitas, terminan aprobando o desaprobando actuaciones con claros efectos en el devenir político, social, económico y cultural de un país.

¿Cómo reconocer esas simpatías ideológicas que los enunciatarios pretenden, justamente, ocultar para bien de quien las porta y las usa para tomar decisiones, obviar otras y dirimir conflictos morales y éticos? Es relativamente fácil reconocerlas. Por ejemplo, con silencios prolongados frente a una situación de la que se espera un pronunciamiento firme bien del funcionario, del político o del ciudadano del común; o por el contrario, se advierte en la timidez de los discursos con los cuales se espera que se descalifiquen o se aprueben acciones, decisiones o posturas. Y por supuesto, en acciones concretas que por muy desesperadas que parezcan, no alcanzan a desestimar que brotan de eso que llamo aquí los acomodaticios criterios con los cuales los colombianos evaluamos y distinguimos lo correcto de lo incorrecto.

Hay varios ejemplos que rondan por ahí en la política colombiana y un poco más allá de sus fronteras, personificados, entre otros, por los presidentes Uribe Vélez, Chávez Frías, y el ex candidato presidencial y figura política del PDA, Carlos Gaviria Díaz.

Empecemos por los más visibles. En el Presidente Uribe es más o menos fácil reconocer que guarda simpatías con el fenómeno paramilitar no sólo porque jalonó la creación de las Convivir, naturalizando la debilidad del Estado colombiano de garantizar seguridad a sus asociados, sino porque sus reacciones y calificativos ante masacres y al actuar criminal de las AUC y de sus colaboradores, no se comparan con los epítetos con los que califica las atrocidades perpetradas por las Farc. Es claro que no juzga por igual a las dos fuerzas ilegítimas e ilegales. A decir de Uribe, las Farc son ratas, asesinos, terroristas, bandidos y cuanto epíteto conoce; pero con su silencio ante los otros asesinos, las AUC terminan siendo hermanitas de la caridad.

Justamente ahí es donde puede radicar ese grave problema que sufrimos en Colombia y que señalé líneas arriba: el acomodaticio criterio con el cual medimos, evaluamos, criticamos o calificamos, por ejemplo, la violencia armada de los criminales de marras. Y en ese juego de criterios, terminamos legitimando la acción de unos y otros, esto es, de guerrilleros, militares y paramilitares.

Para el caso del Presidente de Colombia, sus acomodaticios criterios le han llevado a validar el actuar armado de las AUC, sostenidos éstos en el primitivo odio que siente hacia las Farc, por la muerte de su padre, sentimiento con el cual viene ejerciendo el cargo de comandante en jefe de las fuerzas militares.

Del otro lado de la frontera, aparece el presidente Chávez Frías, quien al igual que su homólogo colombiano, gusta de la combinación de formas de lucha, de la guerra, de la violación de los derechos humanos, de la concentración del poder, de controlar, de chuzar, seguir, hostigar, de vigilar y castigar. El coronel Chávez es un soldado y cuando se es soldado, se debe estar dispuesto a cumplir órdenes muchas veces contrarias a principios éticos y morales, pues por encima de éstos está la obediencia debida y el espíritu de cuerpo. Bueno, Uribe no está lejos, pues él mismo señaló en la campaña de 2002 -y lo ha cumplido-: seré un soldado y me haré moler por Colombia.

Chávez Frías señaló que no caería en la trampa de la guerra interna colombiana cuando se le pidió que persiguiera a los guerrilleros, que según el gobierno de Colombia, atacaron a militares colombianos y luego huyeron a territorio venezolano. Puede ser que aún resulte difícil para muchos asegurar, con total certeza, que Chávez patrocina o apoya a las Farc, pero existe por lo menos la sospecha de que su accionar criminal no le disgusta del todo, pues finalmente pidió en su momento el reconocimiento como una fuerza militar, digna de estatus de beligerancia. Lo que sí es claro es que Chávez simpatiza de la lucha armada de las Farc no sólo porque gusta de su proyecto bolivariano, sino porque él mismo considera ilegítimo el orden social, económico y político que subsiste en Colombia.

Por el lado de los políticos colombianos y de acuerdo con sus últimos movimientos políticos, hay que señalar que Carlos Gaviria Díaz, el reconocido ex magistrado de la Corte Constitucional, también ha dejado entrever con sus silencios que simpatiza y cree en la combinación de las formas de lucha. Junto a él, varios exponentes del Polo Democrático no han descalificado con vehemencia el actuar equívoco de las Farc, al apelar al secuestro de civiles y militares como arma política y económica.

Al final, lo que es claro es que la izquierda colombiana no ha tomado distancia de quienes se dicen ser grupos rebeldes de izquierda, pero que con sus acciones cada vez se parecen más a los ejércitos que están al servicio de la derecha.

En cuanto al actuar político del ex magistrado Carlos Gaviria Díaz, hay que decir que ha puesto en evidencia sus simpatías ideológicas con el clientelismo y con la búsqueda de pactos políticos, a cualquier costo, con fuerzas políticas con las cuales hay distancias programáticas, que hacen pensar que dichos pactos resultan del desespero que genera la intención de Uribe de perpetuarse en el poder y de un pragmatismo político que terminará desdibujando la imagen de un hombre que como Carlos Gaviria, funge aún como una opción presidencial viable. Buscar a César Gaviria Trujillo para hacer un frente contra la reelección es un grave error en el que cae el ex magistrado a juzgar por el negativo pasado de un ex presidente que poco hizo en su momento por cambiar las circunstancias históricas de donde brotan con fuerza, esas simpatías ideológicas que legitiman todos los días la acción criminal de militares, guerrilleros y paramilitares.

Cuando los colombianos exhibamos simpatías ideológicas por la vida, por la defensa de los débiles, por el fortalecimiento del Estado para que sirva a las mayorías, por la claridad en la función pública, por el respeto a la diferencia, al Otro y al medio ambiente, ese día comprenderemos que lo que menos necesitamos en este país son guerreros, que desde distintos flancos, creen que es posible dialogar en medio del fragor de la guerra.
Nota: este mismo artículo fue publicado en la siguiente dirección: (www.aulayasfalto.e-pol.com.ar).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen texto Ayala. Mucho cuidado con las chuzadas.

Carlos M.