Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo, profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente
El periódico EL COLOMBIANO acaba de sacar, de borrar, de echar, de suprimir de sus páginas de opinión, a Javier Darío Restrepo, columnista que venía ejerciendo con altura y buen criterio su derecho a opinar, a discrepar, a disentir y a salirse del enfermizo unanimismo político y mediático que soportamos en Colombia desde 2002. Con esa decisión, amparada en una discutible reorganización de sus páginas de opinión, el periódico regional no sólo pierde credibilidad, sino que hace explícita su militancia en el uribismo y en consecuencia, sus páginas de opinión estarán en adelante al servicio del reyezuelo, del autócrata, del iluminado.
EL COLOMBIANO cerró un espacio de opinión desde el cual se dieron clases de ética, de periodismo, y desde donde, recientemente, se advertía de los peligros que encarna concentrar el poder en una sola persona, en franca alusión al actual Presidente de la República.
Desde hace varios años, a través del estudio y seguimiento sistemático a la gran prensa nacional, he venido señalando que el periodismo colombiano está en crisis por cuenta de su abdicación a la tarea de informar y de generar opinión; está en crisis porque desde 2002 ha mantenido una posición de genuflexión total al poder presidencial. Con pocas excepciones, resultado más de una actitud acomodaticia, que de una decisión firme y consecuente, el periodismo nacional viene ofreciendo una información amañada, resultado de la decisión política que viene erosionando la poca credibilidad que le quedaba a la prensa colombiana y que se expresa en el alineamiento con los intereses del Gobierno de Uribe.
Hace rato los medios colombianos vienen ejerciendo el oficio de informar de acuerdo con las instrucciones que desde la Casa de Nariño se entregan a propietarios, editores, periodistas y columnistas afectos al régimen. La cartilla la vienen siguiendo al pie de la letra. Javier Darío Restrepo no quiso seguir la cartilla y le quitaron su espacio. Es así de simple: la decisión política y editorial de EL COLOMBIANO es la expresión máxima de que el unanimismo mediático y político, representado en el diario antioqueño, está dispuesto a sacar las garras- como efectivamente las sacó- cuando sea necesario, con el fin de controlar a las voces disidentes.
No queda más que lamentar lo sucedido con el profesor Restrepo y tomar nota de las tareas inaplazables que tenemos los ciudadanos en Colombia, pues se vienen tiempos difíciles para las libertades de prensa y de expresión. He querido hacer un listado de lo que debemos hacer para enfrentar con mediana dignidad y sapiencia las aciagas noches que se vienen:
1. No dejar de seguir a la prensa. Hoy más que nunca necesitamos consumir medios, pero con la certeza de saber quiénes fueron afectos a Uribe, quiénes siguen hoy defendiendo su gestión y quiénes le apoyan su proyecto autocrático.
El periódico EL COLOMBIANO acaba de sacar, de borrar, de echar, de suprimir de sus páginas de opinión, a Javier Darío Restrepo, columnista que venía ejerciendo con altura y buen criterio su derecho a opinar, a discrepar, a disentir y a salirse del enfermizo unanimismo político y mediático que soportamos en Colombia desde 2002. Con esa decisión, amparada en una discutible reorganización de sus páginas de opinión, el periódico regional no sólo pierde credibilidad, sino que hace explícita su militancia en el uribismo y en consecuencia, sus páginas de opinión estarán en adelante al servicio del reyezuelo, del autócrata, del iluminado.
EL COLOMBIANO cerró un espacio de opinión desde el cual se dieron clases de ética, de periodismo, y desde donde, recientemente, se advertía de los peligros que encarna concentrar el poder en una sola persona, en franca alusión al actual Presidente de la República.
Desde hace varios años, a través del estudio y seguimiento sistemático a la gran prensa nacional, he venido señalando que el periodismo colombiano está en crisis por cuenta de su abdicación a la tarea de informar y de generar opinión; está en crisis porque desde 2002 ha mantenido una posición de genuflexión total al poder presidencial. Con pocas excepciones, resultado más de una actitud acomodaticia, que de una decisión firme y consecuente, el periodismo nacional viene ofreciendo una información amañada, resultado de la decisión política que viene erosionando la poca credibilidad que le quedaba a la prensa colombiana y que se expresa en el alineamiento con los intereses del Gobierno de Uribe.
Hace rato los medios colombianos vienen ejerciendo el oficio de informar de acuerdo con las instrucciones que desde la Casa de Nariño se entregan a propietarios, editores, periodistas y columnistas afectos al régimen. La cartilla la vienen siguiendo al pie de la letra. Javier Darío Restrepo no quiso seguir la cartilla y le quitaron su espacio. Es así de simple: la decisión política y editorial de EL COLOMBIANO es la expresión máxima de que el unanimismo mediático y político, representado en el diario antioqueño, está dispuesto a sacar las garras- como efectivamente las sacó- cuando sea necesario, con el fin de controlar a las voces disidentes.
No queda más que lamentar lo sucedido con el profesor Restrepo y tomar nota de las tareas inaplazables que tenemos los ciudadanos en Colombia, pues se vienen tiempos difíciles para las libertades de prensa y de expresión. He querido hacer un listado de lo que debemos hacer para enfrentar con mediana dignidad y sapiencia las aciagas noches que se vienen:
1. No dejar de seguir a la prensa. Hoy más que nunca necesitamos consumir medios, pero con la certeza de saber quiénes fueron afectos a Uribe, quiénes siguen hoy defendiendo su gestión y quiénes le apoyan su proyecto autocrático.
2. Leer otros medios y espacios de opinión en la red. Hay que seguir a columnistas serios, que bien vale la pena decir, son pocos.
3 Abrir espacios divergentes de generación de opinión pública en espacios privados, estos es, en reuniones sociales, en la oficina, en encuentros ocasionales, en reuniones familiares.
4. Escribir columnas y enviarlas a conocidos, a colegas y amigos y generar así, un diálogo y un intercambio respetuoso de ideas y posturas.
5. Estar atentos a las acciones estatales para determinar su legitimidad y legalidad.
6. Archivar notas periodísticas relacionadas con las actuaciones del congreso y de otras corporaciones, así como de las posturas asumidas por pre candidatos y candidatos a la Presidencia. Hay que ayudarle a nuestra débil memoria histórica.
7. Leer, autoformarse en asuntos públicos.
Es hora de que el papel de ciudadanos lo ejerzamos con la fuerza que nos da el debate respetuoso de las ideas. No es fácil lo que se viene para Colombia, por eso, hay que estar preparados.
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