YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 2 de julio de 2009


¿CÓMO RECOMPONER EL CAMINO?


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo.


Si Colombia y los colombianos logran superar el daño que Uribe, los medios uribistas y su grupo de áulicos, le han hecho al país, es posible, entonces, que la nación entera transite por otros senderos. menos inseguros desde las perspectivas ciudadanas e institucionales. Obligados estamos todos de revisar con cuidado qué nos han dejado dos administraciones en las que el sentido periférico con el cual históricamente hemos mirado el conflicto armado interno, haya dado lugar a otro sentido igualmente perverso, acrítico y ahistórico y que se expresa así: Colombia enfrenta el desafío terrorista de unas bandas criminales que le han impedido al país superar el atraso, el subdesarrollo, la pobreza y la excluson social y política, entre otros males y problemas. Y todo por cuenta del hábil carácter dado a la seguridad democrática, a la incapacidad y a la estupidez de las Farc y claro, al encantamiento mediático que hace ver a Uribe como irremplazable.

Mientras el discurso antiterrorista se imponía y se impone, Uribe y sus amanuenses fortalecieron escenarios ya conocidos por los colombianos: un clientelismo creciente y su consecuente corrupción política; persecución y muerte al pensamiento divergente e irrespeto a la justicia; violación sistemática de los derechos humanos por cuenta del afán de acabar con unas Farc, a las que le debemos la presencia del Mesías antioqueño, justamente porque el pensamiento de la agrupación armada coincide y calza perfectamente con las ideas y el actuar derechizado del Presidente; concentración aún mayor de la riqueza y el aumento, por ende, de la pobreza; beneficios tributarios para los más ricos y una polarización ideológica que nos puede llevar a escenarios de intolerancia política cercanos a los vividos en la época de la Violencia, si los medios masivos, cooptados por el Gobierno Uribe, continúan cumpliendo al pie de la letra la cartilla uribista, es decir, desinformando y generando confusión en las audiencias.

Poco o nada ha cambiado en Colombia, pues los problemas de inseguridad en las urbes, corrupción en los ámbitos privados y públicos, inestabilidad económica e institucional, incapacidad del Estado para cumplir con sus obligaciones modernas, subvaloración e irrespeto por la vida, desazón e incertidumbre cuando se ponen en marcha los sueños ciudadanos, continúan a pesar de que cándidos colombianos creen que este país es mejor porque un grupo de ellos pudo y puede aún ir a las fincas. En esa frase, quizás, se concentre el carácter dañino que Uribe ha reforzado en los colombianos: la insolidaridad. Esto es, poco me importan los demás, mientras a mi me vaya bien.

Estamos en mora de hacer un real balance de estos dos periodos, pues los problemas históricos de Colombia continúan intactos. Una vez hecho el balance, debemos concentrarnos en las propuestas y en los perfiles de quienes hoy parecen jugar a suceder a Uribe, en un complejo escenario en el que se habla, se piensa, o se sueña con el cierre del Congreso, con un gobierno de transición que permita al mandatario antioqueño 'reencaucharse' para continuar con su proyecto político personal, de vengar la muerte de su padre, o en el peor de los casos, el éxito de las estrategias políticas para perpetuar a Uribe en el poder, por la vía constitucional, de acomodar la carta política a los intereses de unos pocos.

De cualquier forma, habrá que esperar las propuestas de gobierno de Juan Manuel Santos, escudero de Uribe, quien espera agazapado la orden para intentar llegar a la Casa de Nariño. Con él, el país seguirá igual, pues es un manzanillo que sólo quiere llegar al Solio de Bolìvar para satisfacerse a sí mismo. Suena también Vargas Lleras. Bueno, otro que cree en la mano dura. Es un civil que reniega de su condición, y por ello, en cualquier momento se puede poner el uniforme camuflado. Representa la ultraderecha, como Uribe. ¿Qué podrá proponer Noemí Sanín? No mucho dado que es una política tradicional, que vive del régimen (en esas se la pasó Álvaro Gómez Hurtado) y de vez en cuando lo crítica. La respuesta a la pregunta es clara y contundente: con ella, el país tampoco cambiará. Qué podemos decir del ex ministro Arias. No mucho, pues realmente no existe, es tan sólo un holograma de Uribe que se desvanecerá poco a poco. De candidatos como Carlos Gaviria Díaz o Gustavo Petro Urrego, tampoco podemos esperar mucho, pues no serán alternativas de poder hasta que el paramilitarismo no se desmonte de las conciencias de empresarios, militares, industriales, propietarios de medios y periodistas, y claro, hasta tanto las Farc se desmovilicen. Y hasta tanto, la izquierda se modernice y entienda que los caminos que hoy recorren Venezuela y Ecuador, tampoco solucionarán nada.

¿Quiénes siguen en la lista de presidenciables? Un Antanas Mockus desdibujado por su propia incoherencia ideológica que lo traiciona en los ámbitos privados y públicos. De Peñalosa atino a decir que su ego jamás le permitirá ver los problemas del país, y que apenas si alcanza a comprender que no genera confianza en los ciudadanos. Sergio Fajardo sería la continuación amable de Uribe, menos grotesco y violento, pero igualmente cercano a los poderes tradicionales. ¿Martha Lucía Ramírez? Su cercanía a las fuerzas militares la resta credibilidad por cuanto se advierte en ella debilidad para poner en cintura, llegado el caso, a un poder político armado del que poco se habla, pero con el cual Uribe construyó una relación de mutua cooperación, de connivencia, de un verdadero contubernio, que los llevó a soportarse en medio de anomalías y excesos de poder de ambos lados.

Lo cierto es que el perfil de un verdadero estadista está por construirse en Colombia. Y ese es quizás el error mayúsculo de los colombianos y del propio régimen presidencial: depositar las esperanzas de cambio en un solo hombre. Más mesiánico que Uribe, los colombianos que votaron por él, o quienes insisten en que elegiendo los candidatos 'independientes' son la solución.

Los problemas de Colombia necesitan de un cambio de mentalidad, esto es, de un proyecto cultural que toque y transforme a los partidos políticos, a las élites empresariales, industriales, a los ricos de este país; a todos los colombianos, incluyendo a los pobres. Un proyecto que conjugue la disciplina social, mas no la estatización ciudadana, así como la internalización de la solidaridad, el respeto a la vida y la diferencia, con la efectividad y la eficiencia de todos los procesos y los proyectos que hoy sostienen al país.

Se necesita de una verdadera revolución cultural alejada de las anacrónicas ideas revolucionarias de una guerrilla ciega y narcotizada, pero también, de las de una izquierda perdida en el pasado y de una derecha mezquina y sórdida, capaz de apelar a los más oscuros procedimientos y estrategias, para mantener los privilegios de quienes han construido sus proyectos ciudadanos sobre la ruina y la vida miserable de millones de colombianos.

Para empezar, podríamos aprovechar las actuales coyunturas para dar pasos en la dirección correcta. Y ello exige que miremos con cuidado fenómenos como la parapolítica y la farcpolítica, que juntos, pueden constituirse en la oportunidad histórica que estábamos esperando para depurar la política. Para que ello sea posible, se necesita que las llamadas fuerzas vivas de la sociedad política y de la sociedad civil, hagan público su rechazo y condenen a quienes se aliaron con delincuentes para hacerse con el Estado.

Estupor genera apreciar la conducta del presidente Uribe para quien la parapolítica es un invento de la Corte Suprema de Justicia para torpedear sus intenciones de perpetuarse en el poder. Recordemos lo que dijo hace ya unos años: "Le voy a pedir a los congresistas que nos han apoyado, que mientras no estén en la cárcel, voten los proyectos del gobierno". He aquí la legitimación del actuar criminal de los políticos afectos a Uribe y de la alianza criminal entre clase política y el paramilitarismo.

Además de intentar legitimar las actuaciones delictivas de su bancada, en una suerte de pragmatismo político perverso y oscurso, Uribe, con su anodino ministro Valencia Cossio, busca fórmulas para garantizar impunidad a los miembros de su bancada que votaron el proyecto de referendo reeleccionista, a sabiendas de los problemas generados en el proceso de recolección de firmas, especialmente con la violación de los topes de los dineros recaudados para sostener dicho proceso. Por ello se requiere de una nueva cultura política.


Llama la atención también el silencio de los representantes de los gremios, de los industriales y de las Universidades. No hay evidencia de que el grave asunto de la filtración paramilitar en organismos del Estado les preocupe en lo más mínimo. Por el contrario, se advierte un sospechoso silencio que termina favoreciendo a Uribe, pues no tiene que enfrentar condiciones de ingobernabilidad manifiesta, que podrían construirse desde esos naturales escenarios.


La tarea de recomponer el camino es de todos y de cada uno de los colombianos. No podemos continuar dejando la discusión de los asuntos públicos, a los insolidarios intereses de una clase política enferma y anacrónica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En cuanto a "Recomponer el camino": Te sobra razón en el análisis y en el diagnóstico, pero la solución, en cuyo planteamiento también coincido, no se vislumbra para nada cerca. De aquí a que los ciudadanos tomemos conciencia, logremos consensos... es mejor tomar distancia porque, al menos a mí, me invade un pesimismo que se convierte en tristeza, y así no se puede vivir. Será que algun día podremos tener una ilusión en política, aquí en Colombia?

saludos

CP

Anónimo dijo...

El articulo me sono cruzado con el texto educar para la libertad (Paulo Freire) y rico que lo releyeras porque al menos tiene un par de paginas que analizan el fenomeno de auritarismo politico que te llegaria de perlas.

Diana