YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 3 de septiembre de 2010

FUERZAS MILITARES Y GOBIERNO: UNA RELACIÓN DIFÍCIL

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

El sometimiento de las fuerzas militares y de policía a la autoridad civil, es una circunstancia necesaria para el advenimiento de la democracia, aunque siempre habrá el riesgo de que ellas mismas sirvan para restringir las libertades ciudadanas, en especiales coyunturas.

En Colombia y en América Latina se reconoce a nuestras fuerzas militares un especial respeto por la autoridad civil, pero también se advierten excesos y desmanes en materia de derechos humanos y libertades ciudadanas. Baste recordar los gobiernos de Turbay Ayala (1978- 1982) y de Uribe Vélez (2002-2010).

En el contexto de un conflicto armado interno como el que sufre de tiempo atrás Colombia, el tipo de relación que se construya entre el Presidente y la cúpula militar resulta, a veces, definitivo en la entrega de resultados operacionales positivos en contra de la insurgencia y demás grupos considerados como ilegales.

En los largos ocho años del gobierno de Uribe, él mismo construyó una relación que superó con creces la actitud de sometimiento que normalmente ofrecen y reconocen los militares a un Presidente. Uribe no sólo les aseguró recursos y toda la complacencia posible para actuar en contra de lo que su gobierno consideró como peligroso para la seguridad del Estado, sino que les abrió un espacio en su corazón y buscó la manera de que también estuvieran en el corazón de los colombianos. Quizás ningún presidente en la historia reciente de Colombia lo haya hecho. Posiblemente, nunca antes se había laureado tanto al Ejército Nacional como efectivamente, y muy a pesar de los actos y escándalos, se hizo durante dicho periodo presidencial. El gobierno de Uribe reestructuró las fuerzas militares no sólo en su organización interna, sino que logró internacionalizar su imagen como una de las mejores y más eficientes en el mundo.

Uribe contempló y mimó en demasía a los militares colombianos. Los defendió con un patrioterismo que rayaba en una admiración excesiva que por momentos parecía soportarse en una frustración del entonces Presidente por no haber portado el uniforme.

Con esa actitud paternal, Uribe llevó a las fuerzas militares al estadio de Héroes intocables, con los cuales la sociedad entera debería estar siempre agradecida por ofrecernos seguridad en las vías.

En ocho años, Uribe se acostumbró a exigir públicamente resultados a la cúpula militar y ésta a cumplirle de acuerdo con los parámetros establecidos en esa relación íntima, que no sólo recuperó el prestigio perdido, sino que los elevó a una categoría de Héroes que jamás presidente alguno se atrevió a darles. No olvidemos que Uribe se presentó en varias ocasiones como un soldado más, como un patriota capaz de hacerse moler por Colombia.

Las recientes arremetidas de las Farc, pero especialmente el ataque dinamitero de ayer, perpetrado contra un grupo de Policías, con un saldo de 14 uniformados incinerados, obligarán a Juan Manuel Santos a cambiar la forma como se relaciona con la cúpula y con los soldados de Colombia. No vaya a ser que por cuenta de una relación distante, entre Jefe Supremo y obedientes soldados, se baje la moral en la tropa de tal forma que permita el resurgimiento de las Farc, fuertemente golpeadas en los dos periodos de Uribe.

Muy seguramente soldados y policías están esperando a un Presidente más cercano, más sencillo. Santos, por su origen de clase, es distante, frío y poco dado a ofrecer cariño a quienes culturalmente él mismo ve como diferentes, posiblemente lejanos.

También hay que revisar si hay cansancio en la tropa y si por el contrario, el cambio de gobierno, de estilo y de jefe supremo esté haciendo mella en el espíritu combativo de las fuerzas militares de Colombia.

Resulta más conveniente para el país un real y sincero sometimiento de las fuerzas militares a la autoridad civil, con todo lo que ello significa en materia de respeto a los derechos humanos y las libertades de los asociados al Estado, que insistir en una relación de enfermizo patriotismo, que termine legitimando los excesos cometidos en contra de civiles, justificando errores operacionales, e incluso, esperando reconocimientos, medallas y exaltaciones a un anacrónico heroísmo. No se construye patria exclusivamente desde la acción militar.

Valdría la pena que Santos se reuniera con la cúpula militar con el propósito de poner en común no sólo posibles nuevas necesidades para operar, sino para aclarar que su capacidad de liderar el orden público no pasa y no se soporta en una relación de exaltaciones mutuas, que se torna melosa y que termina por ocultar errores militares e incluso, el cansancio de la tropa por ocho años de máxima exigencia.



Nota: este artículo fue publicado en la revista digital Razon Pública, bajo el título Ejército y Gobierno, juntos, pero no revueltos (semana del 06 al 12 de septiembre de 2010. www.razonpublica.com

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