Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Pensar hoy en la salud como un derecho conlleva varias tareas inaplazables. Entre ellas, repensar el Estado social de derecho, haciendo un análisis profundo de su viabilidad en un orden económico y político globalizado que le impide cumplir con sus responsabilidades; y revisar y modificar el actual modelo económico neoliberal, gestor de la privatización de bienes públicos, como la salud, que sustentado en una lógica mercantilista, limita el ejercicio no sólo de este derecho, sino de otros como el de un ambiente sano, la educación y en general a todos aquellos orientados al goce de una vida plena en materia de derechos y libertades.
La globalización corporativa, como proceso hegemónico, no sólo limita la acción del Estado, sino que somete la voluntad de sus asociados, por la vía de la generación de miedos e incertidumbres sociales, que poco a poco van minando la capacidad de lucha de líderes sociales y políticos aún convencidos de que hay servicios esenciales y responsabilidades que el Estado no puede eludir, así esté inmerso en una dinámica económica que busca a toda costa entregar a la iniciativa privada bienes públicos fundamentales para que los ciudadanos de Colombia, en especial los menos favorecidos, reciban atención subsidiada en salud, en educación, en recreación y en general, un acceso seguro y mantenido en el tiempo a servicios públicos de calidad.
Privatizar el acceso a la salud es consecuencia de un modelo económico que propone y exige a toda costa un Estado mínimo, sujeto a los intereses de poderosas empresas nacionales y multinacionales que buscan convertir en mercancía, en un bien de uso, no sólo la salud, sino la vida misma (genes y semillas) y hasta las cárceles. Bueno, huelga recordar que a propósito del asunto, el punto 36 de los 100 puntos del Manifiesto Democrático de Uribe Vélez, decía: “Ensayar cárceles privadas. El Estado pagará por interno…”
¿Qué hacer ante esta realidad? ¿La salida está, acaso, en el modelo pseudo socialista que funciona hoy en Venezuela y que por muchos años dio vida a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS? ¿O quizás está en revisar el modelo de Estado de Bienestar, para ver si en Colombia es posible pensar en su implementación? ¿Cuál o en dónde está realmente la salida a esta encrucijada en la que nos tiene hoy el modelo económico neoliberal y la propia globalización corporativa?
No pretendo proponer soluciones, pero sí caminos comprensivos, que nos lleven a un puerto seguro. Sólo entregaré algunas ideas, mas con el ánimo de poner a pensar a quienes las escuchen y lean.
Así las cosas, creo importante que se dé un proceso de discusión colectivo del actual modelo de Estado y de sociedad imperante no sólo en Colombia, sino en el mundo. Y ello implica hacer un juicio al actual modelo de desarrollo extractivo y a las ideas neoliberales que socavan el principio humano de la solidaridad, hoy disonante socialmente, por la aceptación universal de la autonomía del ciudadano, de su libertad y de su capacidad para darse su propia vida, de acuerdo con sus capacidades.
Luego de esa discusión, hay que repensar si el orden social y político que hoy configura la idea de Estado moderno, es el que puede garantizar condiciones dignas de vida para todos los colombianos, sin distingo de ninguna especie.
Si la conclusión a la que se llega es que para la actual etapa de la globalización es imposible que el Estado colombiano, pretendidamente un Estado Social de Derecho, cumpla con sus obligaciones sustanciales, con miras a ganar en legitimidad, entonces estaremos perpetuando no sólo las actuales circunstancias de inequidad y exclusión, sino que impediremos la siempre necesaria revisión y confrontación del papel del Estado, a través de una opinión pública capaz de hacerlo o de movimientos sociales y políticos, articulados a una sociedad civil con una agenda común basada en la solidaridad y el respeto a la condición humana.
Se requiere para reversar la actual situación de privatización de bienes públicos esenciales, tal y como los llama Milton Fisk, de una recomposición de fuerzas políticas, en la que la izquierda democrática colombiana y los sectores de centro y de centro izquierda del Partido Liberal, comprendan que es urgente desmontar, progresivamente, los poderes económicos, sociales y políticos, que a toda costa buscan beneficiar a unos pocos, en contravía del bienestar de las grandes mayorías. Hay que buscar acuerdos con los gremios económicos y la fuerza productiva, con el concurso de los otros partidos políticos.
Los comicios son un escenario clave, pero no el único, para ir, desde los ámbitos estatales, local y regional, erosionando el poder de las fuerzas neoliberales que buscan privatizar hasta la vida. Por ello, este 30 de octubre podemos votar por aquellas propuestas encaminadas a intentar reversar el actual estado de cosas, abiertamente indigno y precario.
Luego, cuando venga la elección presidencial, debemos elegir a un Presidente que anteponga los intereses máximos del Estado, a los exigidos por las fuerzas y hegemonías del Mercado que dinamizan el sistema mundo capitalista, en el que sólo interesa que circule el capital y que genere excedentes, mientras que los sistemas de aseguramiento colapsan no sólo por la evidente corrupción, sino por los desequilibrios generados por la mano invisible del Mercado en la que cree, a pie juntillas, el actual Presidente Santos.
Tomar conciencia de estos asuntos públicos es deber de todos los ciudadanos. No hay excusa valedera para no hacerlo. Resistirse a ello es asumir una postura abiertamente insolidaria con los menos favorecidos y cómplice con aquellos grupos de poder que buscan volver negocio lo que debe seguir siendo un derecho, el acceso a la salud.
Termino con este camino posible que propone, entre otros, Milton Fisk, en su libro Bienes Públicos y Justicia Radical, una Moralidad Política para la Resistencia Solidaria(p.241-242): “Para encontrar una solución a este problema, quizá sea necesario empezar por cambiar levemente de perspectiva. Necesitamos reconocer que los acuerdos sobre metas sociales son el objetivo de los bienes públicos, se logran más fácilmente entre los pobres que entre los pobres y los ricos. Los ricos, por ejemplo, no tienen el mismo interés por un seguro social nacional que los pobres. En vez de posponer la satisfacción de las necesidades urgentes de los menos favorecidos, es quizá más sabio enfocar nuestra atención sobre los problemas comunes de la gran mayoría” (2004).
Así las cosas, hay que insistir en el derecho que nos asiste a exigir un sistema de aseguramiento en salud, responsable, ético, digno y de calidad, por fuera de los intereses de las empresas prestadoras de servicios médicos, que sólo buscan enriquecerse. El actual sistema de salud en Colombia colapsó y es hora de pensar en otro que exalte la condición humana del enfermo y que establezca las condiciones para que se dé una relación Médico-Paciente, para desmontar la que hoy se da en las EPS: Médico-Cliente.
Pensar hoy en la salud como un derecho conlleva varias tareas inaplazables. Entre ellas, repensar el Estado social de derecho, haciendo un análisis profundo de su viabilidad en un orden económico y político globalizado que le impide cumplir con sus responsabilidades; y revisar y modificar el actual modelo económico neoliberal, gestor de la privatización de bienes públicos, como la salud, que sustentado en una lógica mercantilista, limita el ejercicio no sólo de este derecho, sino de otros como el de un ambiente sano, la educación y en general a todos aquellos orientados al goce de una vida plena en materia de derechos y libertades.
La globalización corporativa, como proceso hegemónico, no sólo limita la acción del Estado, sino que somete la voluntad de sus asociados, por la vía de la generación de miedos e incertidumbres sociales, que poco a poco van minando la capacidad de lucha de líderes sociales y políticos aún convencidos de que hay servicios esenciales y responsabilidades que el Estado no puede eludir, así esté inmerso en una dinámica económica que busca a toda costa entregar a la iniciativa privada bienes públicos fundamentales para que los ciudadanos de Colombia, en especial los menos favorecidos, reciban atención subsidiada en salud, en educación, en recreación y en general, un acceso seguro y mantenido en el tiempo a servicios públicos de calidad.
Privatizar el acceso a la salud es consecuencia de un modelo económico que propone y exige a toda costa un Estado mínimo, sujeto a los intereses de poderosas empresas nacionales y multinacionales que buscan convertir en mercancía, en un bien de uso, no sólo la salud, sino la vida misma (genes y semillas) y hasta las cárceles. Bueno, huelga recordar que a propósito del asunto, el punto 36 de los 100 puntos del Manifiesto Democrático de Uribe Vélez, decía: “Ensayar cárceles privadas. El Estado pagará por interno…”
¿Qué hacer ante esta realidad? ¿La salida está, acaso, en el modelo pseudo socialista que funciona hoy en Venezuela y que por muchos años dio vida a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS? ¿O quizás está en revisar el modelo de Estado de Bienestar, para ver si en Colombia es posible pensar en su implementación? ¿Cuál o en dónde está realmente la salida a esta encrucijada en la que nos tiene hoy el modelo económico neoliberal y la propia globalización corporativa?
No pretendo proponer soluciones, pero sí caminos comprensivos, que nos lleven a un puerto seguro. Sólo entregaré algunas ideas, mas con el ánimo de poner a pensar a quienes las escuchen y lean.
Así las cosas, creo importante que se dé un proceso de discusión colectivo del actual modelo de Estado y de sociedad imperante no sólo en Colombia, sino en el mundo. Y ello implica hacer un juicio al actual modelo de desarrollo extractivo y a las ideas neoliberales que socavan el principio humano de la solidaridad, hoy disonante socialmente, por la aceptación universal de la autonomía del ciudadano, de su libertad y de su capacidad para darse su propia vida, de acuerdo con sus capacidades.
Luego de esa discusión, hay que repensar si el orden social y político que hoy configura la idea de Estado moderno, es el que puede garantizar condiciones dignas de vida para todos los colombianos, sin distingo de ninguna especie.
Si la conclusión a la que se llega es que para la actual etapa de la globalización es imposible que el Estado colombiano, pretendidamente un Estado Social de Derecho, cumpla con sus obligaciones sustanciales, con miras a ganar en legitimidad, entonces estaremos perpetuando no sólo las actuales circunstancias de inequidad y exclusión, sino que impediremos la siempre necesaria revisión y confrontación del papel del Estado, a través de una opinión pública capaz de hacerlo o de movimientos sociales y políticos, articulados a una sociedad civil con una agenda común basada en la solidaridad y el respeto a la condición humana.
Se requiere para reversar la actual situación de privatización de bienes públicos esenciales, tal y como los llama Milton Fisk, de una recomposición de fuerzas políticas, en la que la izquierda democrática colombiana y los sectores de centro y de centro izquierda del Partido Liberal, comprendan que es urgente desmontar, progresivamente, los poderes económicos, sociales y políticos, que a toda costa buscan beneficiar a unos pocos, en contravía del bienestar de las grandes mayorías. Hay que buscar acuerdos con los gremios económicos y la fuerza productiva, con el concurso de los otros partidos políticos.
Los comicios son un escenario clave, pero no el único, para ir, desde los ámbitos estatales, local y regional, erosionando el poder de las fuerzas neoliberales que buscan privatizar hasta la vida. Por ello, este 30 de octubre podemos votar por aquellas propuestas encaminadas a intentar reversar el actual estado de cosas, abiertamente indigno y precario.
Luego, cuando venga la elección presidencial, debemos elegir a un Presidente que anteponga los intereses máximos del Estado, a los exigidos por las fuerzas y hegemonías del Mercado que dinamizan el sistema mundo capitalista, en el que sólo interesa que circule el capital y que genere excedentes, mientras que los sistemas de aseguramiento colapsan no sólo por la evidente corrupción, sino por los desequilibrios generados por la mano invisible del Mercado en la que cree, a pie juntillas, el actual Presidente Santos.
Tomar conciencia de estos asuntos públicos es deber de todos los ciudadanos. No hay excusa valedera para no hacerlo. Resistirse a ello es asumir una postura abiertamente insolidaria con los menos favorecidos y cómplice con aquellos grupos de poder que buscan volver negocio lo que debe seguir siendo un derecho, el acceso a la salud.
Termino con este camino posible que propone, entre otros, Milton Fisk, en su libro Bienes Públicos y Justicia Radical, una Moralidad Política para la Resistencia Solidaria(p.241-242): “Para encontrar una solución a este problema, quizá sea necesario empezar por cambiar levemente de perspectiva. Necesitamos reconocer que los acuerdos sobre metas sociales son el objetivo de los bienes públicos, se logran más fácilmente entre los pobres que entre los pobres y los ricos. Los ricos, por ejemplo, no tienen el mismo interés por un seguro social nacional que los pobres. En vez de posponer la satisfacción de las necesidades urgentes de los menos favorecidos, es quizá más sabio enfocar nuestra atención sobre los problemas comunes de la gran mayoría” (2004).
Así las cosas, hay que insistir en el derecho que nos asiste a exigir un sistema de aseguramiento en salud, responsable, ético, digno y de calidad, por fuera de los intereses de las empresas prestadoras de servicios médicos, que sólo buscan enriquecerse. El actual sistema de salud en Colombia colapsó y es hora de pensar en otro que exalte la condición humana del enfermo y que establezca las condiciones para que se dé una relación Médico-Paciente, para desmontar la que hoy se da en las EPS: Médico-Cliente.
Nota: publicado en el portal Aula & Asfalto, de la Universidad Central de Bogotá.http://www.aulayasfalto.e-pol.com.ar/, edición 240 del 10/10/2011
2 comentarios:
Hola Germán. Muchas gracias por compartir sus reflexiones sobre la crisis de la salud. Aclara ideas y ayuda a construir opinión. Creo que lo que está en crisis no sólo es el modelo económico, sino también las ideas de civilización, bienestar y progreso. Vivimos el absurdo. Chao.
Rodolfo
Uribito:
¡Carajo!
¿Salud, cárceles, globalización? ¿Cuál es el mercado intelectual?
Luis F.
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