YO DIGO SÍ A LA PAZ

YO DIGO SÍ A LA PAZ

lunes, 20 de febrero de 2012

ADIÓS AL AMIGO SIMÓN

Pasamos ya el primer fin de semana, desde la partida de quien fuera un fiel amigo. Un inteligente, tragón, pero afectuoso compañero, que partió el 15 de febrero de 2012, en medio del dolor de familiares y amigos.

Simón se nos fue a los 70 años de edad. Nos dejó cientos de anécdotas de una vida que, aunque efímera, por momentos nos pareció que sería eterna. De allí el dolor de su partida. Lo queríamos para siempre. Pero se fue y esa es la triste realidad que hoy afrontamos.

Dejaste un punto muy alto Simón. Eras inteligente, mimado, pero tenías algo especial. Muchas personas lo notaron, de allí los numerosos mensajes que recibimos al conocerse tu deceso. De expresiva mirada, no era fácil engañarte. Solías salirte con la tuya. Hoy quiero recordar varias anécdotas de esa vida que llevaste junto a nosotros. Inicio por la manera sutil de pedirme el desayuno. A eso de las 6:30 am, de manera sistemática, todos los días, incluyendo fines de semana, me buscabas en la cama para que despertara y cumpliera con la tarea de servirte el alimento. Con tu hocico sobre mi espalda, hacías presión para que me levantara. Y lograbas tu cometido.

Más atrás en el tiempo, cómo olvidar tu llegada a la media noche a la casa aquella en donde vivía quien fuera una madre para ti. Allá te conocí, para luego amarte con total entrega. Literalmente, llegaste a tocar la puerta. En aquella época eras joven, aventurero, todo un ‘bandido’. Eras tan rápido, que el grito… ¡cuidado con el Perro se sale…!, resultaba, casi siempre, tardío, pues ya estabas lejos.

Bueno, una vez te diste la maña de soltarte de un arnés muy bien puesto. Al regresar a casa, no estabas. En bicicleta y caminando, dimos contigo después de una hora. Te sentías perdido, pero cerca de la que fue tu primera casa y familia.

En otra espectacular escapada, conocimos tus dotes de amante. Una perrita de la que nunca supimos nada más, fue presa de tus encantos de labrador dorado.

En Jamundí también te escapaste en medio de una larga penumbra. No fue posible irte a buscar, pero regresaste. Estabas asustado. Esa fue tu última ‘volada’, pues te volviste serio, diría responsable, y con tu mirada, buscabas consentimiento para salir al garaje.

Fueron años y años de salidas por los cañaduzales. Nadaste en charcos, quebradas y hasta en el propio río Jamundí. Te hiciste sentir, en varias ocasiones, cuando viste amenazado tu territorio. A dentelladas te disputaste el cariño de propios y extraños.

Siempre fuiste cómodo para dormir. A pesar de tu pelaje, sentías frío de madrugada y buscabas los pies de la Nena, quien de manera cómplice, aceptaba tu compañía. Dormiste en varios ‘puff’. Pero no era tanto la forma como dormías en ellos, sino los movimientos de tus manos, para darle forma al icopor que iba por dentro. En esa maniobra, tardabas varios minutos.

Largas conversaciones sostuvimos contigo. Muchas preguntas quedaron sin resolver. Estamos seguros de que comprendías todo. El lenguaje siempre sobró contigo. Lo que sí es cierto, es que no fuimos lo suficientemente inteligentes para comprender todo lo que nos dijiste y dejaste de decir en estos largos años de convivencia.

Pero aquellas situaciones en las que estuvo involucrado tu buen apetito, quedaron resueltas. Participaste del ‘robo’ de una papaya y de un pan dulce. De la fruta, supimos fácilmente de tu participación: pepas regadas por el piso y tu confirmación ante la pregunta ¡¿quién hizo esto?!, ¡¿quién fue?!. Del pan, varias horas duró el enigma alrededor de lo que había pasado. El recibo, aún adherido al empaque, te delató.

Podrías pelear por un pedazo de mango y de papaya, tus frutas preferidas. En general, te gustaba comer. Eras bueno para la pala. Se te notaba el gusto. Te acostabas para hacerlo.

Fuiste amigo de mucha gente. Todos te recordaron el día de tu partida y aún hoy, estas en sus mentes como una huella indeleble. Todos de querían Simón. Jamás nadie te rechazó. Sos único, irremplazable. De allí el compromiso que tenemos, la Nena y yo, de inmortalizarte. Esta carta es, tan sólo, un inicio.

Te lloramos aún, porque valoramos tu compañía, tu entrega. Porque apreciamos tu inteligencia y valor. Has dejado un vacío inmenso en nuestras vidas, Simón. Te acompañé hasta el Guaco 12 y allí, en medio de tres ardillas, te dije adiós. Sepulté tu cuerpo, pero no tu espíritu, tu esencia, tu carácter. Quedaste muy cerca de Yuco, con quien compartiste parte de tu vida.

Quiero despedirme contándote que la Nena extraña tu fría nariz, con la que ella te pidió besos que se alojaron en las ‘coyunturas’ de sus manos y pies. Era todo un ritual, expresión del gran amor que se profesaron los dos.

Te extrañáremos siempre


Germán


Nota: Agradezco a todos la solidaridad y el acompañamiento en estas horas difíciles

No hay comentarios.: