Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Con algo de alborozo y poca reflexión, se confirma que el Grupo empresarial del banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, es hoy el mayor accionista de EL TIEMPO, con un 88% de las acciones de dicha Casa Editorial.
Estamos ante un hecho periodístico, político y económico de inconmensurables consecuencias para una débil democracia como la colombiana. La llegada del poderoso banquero al frágil y casi inexistente Cuarto Poder significa que la reportería, los criterios de noticia y el olfato de los periodistas de EL TIEMPO quedarán supeditados a los intereses económicos y políticos de la Organización Sarmiento Angulo. Así de claro, de sencillo y de preocupante.
No imagino en los consejos de redacción discutiéndose problemas laborales en los bancos del Grupo Aval, en Porvenir, o en cualquier otra empresa del amplio portafolio que exhibe dicha organización. De forma natural, entonces, se edifica una especie de autocensura temática, de control ideológico y de limitación del criterio periodístico en tanto el periodista, antes de proponer temas y hechos, debe primero revisar los intereses del Patrón que está detrás del periódico. Esa es quizás la mayor limitante.
Al final, cuando poderosos empresarios compran medios de comunicación, lo hacen con el claro propósito de concentrar poder y de empobrecer la democracia, generando forzosos e interesados consensos alrededor de asuntos privados que se presentan como públicos, o de hechos públicos, que son controlados, manejados y presentados desde las lógicas de los poderosos oligopolios.
Las audiencias y la llamada opinión pública terminan consumiendo información o datos inconexos, contaminados, amañados e insustanciales, que poco aportan a la entrega de criterios claros para que esas audiencias comprendan con meridiana claridad qué es lo que realmente pasa en Colombia.
En términos del oficio de informar, los efectos que dejan este tipo de transacciones es que el periodismo ya no se hace desde unidades investigativas, consejos de redacción o mesas de dirección, sino desde unidades de negocio. Y el cambio es sustancial. De allí que la crisis del periodismo se explique porque su condición de vigilar, atacar o confrontar cualquier instancia o manifestación de poder quedó anulada y hoy es mera retórica de unos poderosos que lograron someter a su voluntad un oficio valioso para profundizar la democracia.
La compra de EL TIEMPO por parte de Sarmiento Angulo reconfigura, entonces, el escenario informativo bogotano y nacional en la medida en que dicha Casa Editorial se disputará aún más el mercado y la hegemonía con EL ESPECTADOR, medio que hace parte del conglomerado del desaparecido magnate Julio Mario Santo Domingo. Eso en cuanto a la prensa escrita. En cuanto al negocio de la televisión, seguramente Sarmiento Angulo buscará la asignación de un tercer canal, para competir con Ardilla Lülle, propietario del canal RCN y con el propio conglomerado Santo Domingo, propietario del canal Caracol.
Entonces, en ¿dónde queda la pluralidad informativa cuando hoy la información noticiosa en prensa y en televisión se concentran en propuestas informativas que resultan ser voceras de conglomerados económico? La respuesta es una sola: no hay. Vivimos, de tiempo atrás, un rápido empobrecimiento periodístico desde la perspectiva de la libertad de los periodistas para escribir sobre cualquier hecho.
Sarmiento Angulo se equivoca cuando dice que compró un patrimonio de los colombianos. Lo que logró comprar fue una rueda de transmisión ideológica, una máquina de producir consensos, un aparato ideológico diseñado para encubrir los garrafales errores de unas élites que han construido un Establecimiento a la medida de sus intereses.
El periodismo ha muerto. Le sobreviven el lenguaje noticioso, las fuentes, los voceros oficiales, los titulares, el lead…; la profundidad, el carácter incisivo y combativo, el interés por servir, el arma al servicio de los débiles, son características que el capital y los capitalistas necesitan anular. Y lo han logrado.
Ante este gris panorama sólo puede haber una respuesta por parte de los ciudadanos: consumir los mensajes mediáticos, con la certeza de que la información entregada está contaminada, pero con el deber civil y político de buscar otras fuentes de información, de buscar antecedentes, de estudiar a fondo nuestras realidades. No hacerlo es prestarse al juego y al entretenimiento mientras esta nación se desvanece.
A los periodistas no les queda mucho por hacer pues el oficio que aman o en el que decidieron ocupar sus vidas, ha muerto o en el mejor de los casos, se está haciendo y ejerciendo desde unidades de negocio.
Nota: publicado en el portal www.hechoencali.com,http://www.hechoencali.com/el-tiempo-de-medio-informativo-a-unidad-de-negocio/ y en el portal www.revistacierto.com, http://www.revistacierto.com/El%20Tiempo_negocio.htm
Con algo de alborozo y poca reflexión, se confirma que el Grupo empresarial del banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, es hoy el mayor accionista de EL TIEMPO, con un 88% de las acciones de dicha Casa Editorial.
Estamos ante un hecho periodístico, político y económico de inconmensurables consecuencias para una débil democracia como la colombiana. La llegada del poderoso banquero al frágil y casi inexistente Cuarto Poder significa que la reportería, los criterios de noticia y el olfato de los periodistas de EL TIEMPO quedarán supeditados a los intereses económicos y políticos de la Organización Sarmiento Angulo. Así de claro, de sencillo y de preocupante.
No imagino en los consejos de redacción discutiéndose problemas laborales en los bancos del Grupo Aval, en Porvenir, o en cualquier otra empresa del amplio portafolio que exhibe dicha organización. De forma natural, entonces, se edifica una especie de autocensura temática, de control ideológico y de limitación del criterio periodístico en tanto el periodista, antes de proponer temas y hechos, debe primero revisar los intereses del Patrón que está detrás del periódico. Esa es quizás la mayor limitante.
Al final, cuando poderosos empresarios compran medios de comunicación, lo hacen con el claro propósito de concentrar poder y de empobrecer la democracia, generando forzosos e interesados consensos alrededor de asuntos privados que se presentan como públicos, o de hechos públicos, que son controlados, manejados y presentados desde las lógicas de los poderosos oligopolios.
Las audiencias y la llamada opinión pública terminan consumiendo información o datos inconexos, contaminados, amañados e insustanciales, que poco aportan a la entrega de criterios claros para que esas audiencias comprendan con meridiana claridad qué es lo que realmente pasa en Colombia.
En términos del oficio de informar, los efectos que dejan este tipo de transacciones es que el periodismo ya no se hace desde unidades investigativas, consejos de redacción o mesas de dirección, sino desde unidades de negocio. Y el cambio es sustancial. De allí que la crisis del periodismo se explique porque su condición de vigilar, atacar o confrontar cualquier instancia o manifestación de poder quedó anulada y hoy es mera retórica de unos poderosos que lograron someter a su voluntad un oficio valioso para profundizar la democracia.
La compra de EL TIEMPO por parte de Sarmiento Angulo reconfigura, entonces, el escenario informativo bogotano y nacional en la medida en que dicha Casa Editorial se disputará aún más el mercado y la hegemonía con EL ESPECTADOR, medio que hace parte del conglomerado del desaparecido magnate Julio Mario Santo Domingo. Eso en cuanto a la prensa escrita. En cuanto al negocio de la televisión, seguramente Sarmiento Angulo buscará la asignación de un tercer canal, para competir con Ardilla Lülle, propietario del canal RCN y con el propio conglomerado Santo Domingo, propietario del canal Caracol.
Entonces, en ¿dónde queda la pluralidad informativa cuando hoy la información noticiosa en prensa y en televisión se concentran en propuestas informativas que resultan ser voceras de conglomerados económico? La respuesta es una sola: no hay. Vivimos, de tiempo atrás, un rápido empobrecimiento periodístico desde la perspectiva de la libertad de los periodistas para escribir sobre cualquier hecho.
Sarmiento Angulo se equivoca cuando dice que compró un patrimonio de los colombianos. Lo que logró comprar fue una rueda de transmisión ideológica, una máquina de producir consensos, un aparato ideológico diseñado para encubrir los garrafales errores de unas élites que han construido un Establecimiento a la medida de sus intereses.
El periodismo ha muerto. Le sobreviven el lenguaje noticioso, las fuentes, los voceros oficiales, los titulares, el lead…; la profundidad, el carácter incisivo y combativo, el interés por servir, el arma al servicio de los débiles, son características que el capital y los capitalistas necesitan anular. Y lo han logrado.
Ante este gris panorama sólo puede haber una respuesta por parte de los ciudadanos: consumir los mensajes mediáticos, con la certeza de que la información entregada está contaminada, pero con el deber civil y político de buscar otras fuentes de información, de buscar antecedentes, de estudiar a fondo nuestras realidades. No hacerlo es prestarse al juego y al entretenimiento mientras esta nación se desvanece.
A los periodistas no les queda mucho por hacer pues el oficio que aman o en el que decidieron ocupar sus vidas, ha muerto o en el mejor de los casos, se está haciendo y ejerciendo desde unidades de negocio.
2 comentarios:
Hola Uribito:
¡Buen día!
En realidad es triste lo que sucede en Colombia. La pregunta es ¿hasta cuándo vamos a aguantar?
Luis F.
Germán, he leido con atención e interés tus ultimas reflexiones.Por ahora un comentario: no podemos esperar otra cosa de la gran prensa. El Capital , hace rato descubrió su importancia como un instrumento para consolidar el poder. Las organizaciones democraticas no han hecho esfuerzos para construir sus propios medios de comunicación, y , esa es la tarea para iniciar la confrontación de la noticia. El contro del Capital sobre el conjunto de la Sociedad es cada día mayor, y los MMC juegan alli su principal papel. El Capital lo tiene todo muy claro. Poe eso necesitan profesionales, y entre ellos, los comunicadores sin capacidad anaítica, y hacia ello apuntan las reformas educativas. El sistema, cada vez tolera menos las voces disidentes, y ello en todos los campos; los medios contribuyen a consolidar la verdad oficia
Estoy bloqueado porque instalé internet de Emcali, y me resultó una caspa .como dicen Uds los muchachos.
Recibe cordial saludo y un fuerte abrazo,
Gilberto
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