Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Con los reiterados ataques de Uribe Vélez al gobierno de Santos, el condenable atentado contra Londoño Hoyos y con el conato de rebeldía de la burocracia militar retirada, se profundiza la debilidad de las instituciones democráticas, al tiempo que se exhibe el juego político de agentes interesados no sólo en mantener dicha circunstancia histórica, sino de sacar réditos de ella.
Sobre el papel de esa creciente burocracia militar hay que decir que, aunque retirada, suelen sus líderes pensar que tienen suficiente poder de presión en escenarios políticos y electorales. Militares activos y retirados de tiempo atrás son una rueda suelta y un poder detrás de esa débil institucionalidad democrática sobre la que crecen liderazgos desinstitucionalizantes como el que ejerce aquel que mandó entre el 2002 y el 2010 -quizás el político que más beneficios ha obtenido de esa debilidad de las instituciones democráticas- la del propio Estado y por supuesto, de la pobreza de criterio de periodistas y medios de comunicación, convertidos hoy en meras unidades de negocio de las corporaciones en manos de los ya conocidos Cacaos.
Sobre el ejercicio periodístico hay que señalar con total preocupación, que vienen, periodistas y medios, apoyando una suerte de movimiento desestabilizador que lideran el proto sátrapa y Londoño, y del que esperan sacar provecho grandes empresarios, militares, uribistas, terratenientes y toda suerte de poderes emergentes en diversas regiones de Colombia, que sienten, éstos últimos, que Santos les ha dado la espalda, justamente por su origen de clase.
El apoyo mediático a ese aún difuso movimiento desestabilizador, lo brindan aplicando unos manidos y acomodaticios criterios de noticiabilidad, cada vez que el ex presidente trina o cuando decide someter a directores de noticieros a monólogos, en los que como siempre, él termina imponiendo su verdad.
Medios y periodistas parecen extrañar los constantes desplantes, presiones y maltratos del ex Mesías, lo que indica que la actitud servil que mostraron durante los ochos años de su gobierno, se ejerció con total convencimiento patriótico, en la perspectiva de creer a pie juntillas que le estaban haciendo un favor a la democracia, sirviendo de estafetas a un gobierno interesado en ocultar prácticas políticas corruptas.
Entre 2002 y 2010 el unanimismo mediático y político no sólo logró construir forzosos consensos sociales alrededor de un Presidente del que se llegó a decir que era el mejor de la historia reciente de Colombia, sino que logró que la censura y la autocensura se fundieran en una sola estrategia, para servir al propósito de un gobierno que buscó y logró construir una opinión pública acrítica, ingenua, influenciable e incapaz de comprender hacia dónde caminaba el país en manos del nefasto líder antioqueño.
Lo cierto es que a Santos se le ha hecho difícil gobernar, pues los aliados del anterior gobierno, están dispuestos a combinar todas las formas de lucha, para regresar al régimen clientelista y de terror que edificó el seudo mesías durante ocho largos años. Los tiempos de la polarización regresan a un país que no sólo exhibe una débil institucionalidad democrática, sino una opinión pública frágil como una veleta.
Pero lo peor, es el silencio cómplice de una intelectualidad adormecida e incapaz de proponer otros caminos en aras de concebir un Estado y una democracia sólidas, que estén al servicio de las grandes mayorías y no a favor de reducidas élites.
3 comentarios:
Señor periodista salve usted la paria!
Germán. En últimas un enfrentamiento entre las derechas colombianas y como no existe en este país oposición política, todo se queda entre trinos y televisión.
G
Hola Uribito:
¡Buen día!
Claro. Cuando hubo un gobierno que permitió, so pretexto de unos diálogos, la expansión de las fuerzas antigobierno, emerge uno de mano dura. Ahora, cuando se había consolidado ese tipo de gobierno y aparece otro de corte diferente, surge nuevamente, las debilidades institucionales de esta Colombia encantada en sus ensueños. Esa es la historia: cíclica.
Luis F.
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