YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 5 de octubre de 2012

ESTADO, ACADÉMICOS E INTELECTUALES

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


El Estado colombiano, como referente de orden político y social deja mucho que desear, a juzgar por los innumerables desastres sociales, políticos, económicos, culturales y ambientales que deja sus acciones y omisiones en los largos 200 años de República.

Los primeros responsables de la equivocada administración de los recursos naturales y en general, de la acción del Estado, son la clase empresarial, dirigente y las élites de poder concentradas en Bogotá y en ciudades principales como Cali y Medellín.

Hemos soportado, por cuenta de su incapacidad, pero sobre todo, por su mezquindad, años de abandono y de una pésima administración de los recursos públicos. Colombia, como Estado, actúa de acuerdo con las exigencias e intereses de unas reducidas élites políticas y empresariales que se han hecho con el Estado para alimentar sus arcas, sus negocios. Han cooptado el Estado bien para naturalizar su debilidad o para hacerlo fuerte tan sólo desde su capacidad de coerción y del uso de la violencia (¿legítima?), cuando han necesitado de éste para defender intereses particulares, que normalmente terminan afectando intereses colectivos.

De esta forma, han coadyuvado a dar sentido a ese imaginario que señala que Colombia es un país pobre y que dada la extrema labilidad del Estado, éste necesita del tutelaje internacional, en diferentes ámbitos, para poder sobrellevar la carga que representa sacar adelante una Nación, en medio de difíciles circunstancias que lo han hecho ver por momentos como un Estado fallido.

Justamente, con ese imaginario como argumento, ese cúmulo de perversos actores y factores de poder en el que confluyen empresarios, familias ricas, presidentes y expresidentes, gremios económicos, la extendida burocracia militar, partidos políticos y políticos, entre otros, el país asiste a la concentración de la riqueza y al correlato que le acompaña como consecuencia: la ampliación de la pobreza.

Son también responsables de las indignantes consecuencias en las que sobreviven grandes mayorías en Colombia (creciente subempleo, inseguridad, corrupción política de alto nivel, pauperización laboral, incertidumbres sistémicas, entre otras más) los académicos e intelectuales que, desde una cómoda falsa conciencia, insisten en actuar desde un conocimiento científico que no encuentra caminos de aplicación en aras de modificar lo que históricamente se viene construyendo: un país en el que unos pocos gozan de privilegios.

Resulta indignante ver la comodidad de los académicos e intelectuales que insisten en mantenerse al margen de la acción política y de la búsqueda del poder político, negando la importancia que tiene sumar conocimiento técnico y científico con poder político.

Académicos e intelectuales pueden  explicar con lujo de detalles lo que pasa en Colombia y hasta pueden proponer caminos de cambio, siempre y cuando ello no implique pisar los callos de aquellos que comparten sus orígenes de clase. Tan vergonzante la pobreza extrema que exhibe el país, como el tipo de académicos e intelectuales que actúan aún desde cómodos recintos en donde los discursos van y vienen, sin ninguna aplicación real.

Se suma a lo anterior, la distancia con la que suele actuar la Academia frente al devenir de un Estado privatizado y cooptado por intereses particulares, asociados al gran capital financiero. Y cuando la Academia resuelve preocuparse por las realidades colombianas, su participación se reduce y se somete a los designios de los particulares que patrocinan sus investigaciones. Pocas universidades en Colombia, privadas y estatales investigan y se insertan en complejas realidades con el claro propósito de revertir, por ejemplo, tradicionales formas de dominación y ejercicios perversos del poder político y económico.

La izquierda también tiene responsabilidad en lo que viene pasando en este país. De forma tardía el Polo Democrático Alternativo rompió ese cordón ideológico con el que se validaba la lucha armada de las Farc. Una izquierda adormecida en las teorías marxistas, diletante y ociosa, ha sido incapaz de formar cuadros para alcanzar el poder y gobernar. Una izquierda que no construye tejido social y que no coopta líderes sociales que brotan en barriadas y asentamientos subnormales de ciudades como Cali, Bogotá y Medellín, le hace el juego a quienes ostentan el poder e insisten en mantener las indignas circunstancias sociales, económicas y culturales en las que sobreviven millones de colombianos.  

El largo conflicto armado también es un factor responsable de estas condiciones miserables en las que deviene la nación colombiana. Farc y ELN son guerrillas que replican los mismos errores de una sociedad excluyente. Sus cuadros de mando, formados políticamente, insisten en la orden de reclutar menores y mujeres para la guerra, con el ánimo de someterlos a la verticalidad de unas organizaciones que hace rato dejaron de actuar de manera monolítica, gracias al narcotráfico y a los problemas de formación de sus nuevos combatientes. De esta manera, no forman combatientes y líderes político-militares, sino sicarios, mercenarios. En cuanto a la presencia de las mujeres, insisten en las prácticas de dominación y de sometimiento sexual de una sociedad que sigue a pie juntillas el ethos machista, fruto de una masculinidad enferma y perversa.

Al final, todos, desde diversos roles y por acción u omisión, somos responsables de lo que pasa de tiempo atrás en Colombia. ¿Qué hacer? En parte la pregunta se responde uniendo esfuerzos de intelectuales, académicos y empresarios conscientes de los problemas que ha venido generando un Estado cooptado por mafias y por intereses de reducidas élites. Hay que buscar llegar al poder político local, regional y nacional para desde adentro, buscar los cambios que permitan recomponer en algo el camino que hoy recorre Colombia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Germán, una pintura exacta del verdadero problema. Desgraciadamente, ese discurso no encuentra eco por las mismas razones que explican el problema. Eso no significa que no se deba insistir, algo así., como " Pienso luego insisto ". Serán otros autores quienes llenarán el vacío, y , ya están actuando. Recuerda, que la Sociedad está ganando autonomía frente al Estado y a la Economía, y , está rompiendo con la política como medio para expresar sus intereses. La vieja ortodoxia no entiende ni acepta esta opción y la visualiza como un salto al vacío.La academia es fiel reflejo de la postura de la clase media y su papel cohesionador del sistema y del régimen. No fue en vano el papel jugado por los países capitalistas a través de sus agentes, como el FMI Y EL Banco Mundial, para estimular y apoyar el proyecto modernizador de las sociedades llamadas subdesarrolladas. La teoría desarrollista centrada en el cambio de valores demostró en la realidad su validez Lo que tenemos no es fruto del azar, ni es un proceso sin dirección. Los resultados están a la vista, y tú reflexión los recoge con precisión asombrosa. Pero, eres un ejemplo del cambio.Además, la ciencia , y su método están siendo cuestionados y se estás creando las bases de un nuevo paradigma.
Recibe un caluroso saludo,
Gilberto

Anónimo dijo...

Un intelectual, creo que Chomsky, dijo que “los intelectuales son las putas del poder”…



Bueno y en este momento no se puede decir que, en Colombia, todos los intelectuales comparten orígenes de clase con la clase que siempre ha estado en el poder. Hoy por hoy, lo que podríamos llamar “la clase intelectual colombiana”, que recibió su bautizo de clase cuando Mokus se bajo los pantalones ante un grupo de estudiantes para responder a los reclamos sobre la privatización de la Universidad Nacional, esta conformada en un porcentaje altísimo por personas que provenimos de lo que podría llamarse “ la gleba”, el pueblo, “ la caspa”; aquellos de los que nuestros padres, de origen campesino y obrero, afirman con orgullo: “ logré que mi hijo fuera un profesional”.



Muy buena su reflexión German



Desiderio