YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 22 de mayo de 2014

ELEMENTOS PARA EL DISEÑO DE ESCENARIOS DE POSCONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Publicado en el Semanario Realidades y Presencias Nro 8  del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali. 


En el contexto de una campaña electoral que transcurre en medio de escándalos y pugnaces enfrentamientos entre los candidatos más opcionados de la derecha y la ultraderecha colombiana y en medio de las incertidumbres políticas que generan los acuerdos parciales en tres puntos de la Agenda de Paz que se discute en La Habana, bien vale la pena pensar, desde Cali y la región del suroccidente elementos y circunstancias que permitan diseñar escenarios de posconflicto, así la guerra interna mantenga vivas sus dinámicas.

La reconstrucción física, simbólica y cultural es un elemento sustancial para pensar escenarios de posconflicto, especialmente si tenemos en cuenta que la guerra degradada en Colombia tiene efectos negativos en la construcción de representaciones sociales (RS) e imaginarios colectivos con los que los ciudadanos se explican no sólo el conflicto mismo, sino la vida, lo público, el papel del Estado y de la sociedad. RS e imaginarios que devienen en actitudes y acciones de rechazo de la ciudadanía frente a las autoridades, y en general en prácticas sociales propias de semi fallidos procesos civilizatorios dados en Cali y Buenaventura, entre otras ciudades desiguales, violentas y segregadoras.

Parte de lo que hay que reconstruir en nuestro país es la confianza entre el Estado y la sociedad, así como entre las autoridades de justicia, aquellas con capacidad de coerción y los ciudadanos. Para lograrlo, se debe contar con el concurso decidido de las fuerzas vivas de la  sociedad  civil caleña y vallecaucana en aras de construir y consolidar experiencias de reconstrucción del tejido social afectado directa o indirectamente por las acciones de actores armados con carácter político, o de  aquellos grupos calificados como delincuencia común; e incluso, por las afectaciones provocadas por las decisiones de grupos de poder privado, así como por las acciones de autoridades estatales que por acción u omisión afectaron y afectan la vida y la tranquilidad de comunidades urbanas y rurales.

De allí que en el marco de la reconstrucción o de la generación de confianza entre el Estado y la sociedad es urgente replantear la visión y la misión de la Policía, en especial eliminar la idea de que los problemas de violencia urbana y de convivencia en ciudades como Cali, se solucionan exclusivamente con el aumento del pie de fuerza. Anexo a este cambio, es igualmente urgente que la autoridad militar y policial se someta al poder civil para que el alcalde de Cali lidere las políticas de seguridad y convivencia a implementar.

Resulta inaceptable que decretar el plan de desarme dependa de la voluntad del comandante de la Brigada. Ese elemento claramente se apoya en un Estado y una sociedad militaristas, lo que va en contravía de los propósitos planteados para asegurar la reconstrucción de las relaciones entre el Estado y la sociedad.

Todo lo anterior apunta a asegurar experiencias de posconflicto en las que el riesgo de vivir juntos sea minimizado con procesos de socialización sólidos, sostenidos en principios democráticos de respeto a la diferencia, anclados a un proyecto educativo que no sólo enseñe a hacer, sino a pensar a niños, adolescentes y adultos en que es posible vivir juntos. Para lograrlo, se requiere que todos compartan referentes éticos y morales construidos y propuestos por el Estado y la sociedad, en una conjunción basada en la confianza y el respeto. Por ello, es necesario liberar al Estado local, regional y nacional de las mafias clientelares que lo tienen ‘capturado’; amparadas muchas de ellas por miembros de una élite política, social y económica que debe erigirse como un actor importante para pensar, por fin, un proyecto regional de Nación que sirva de ejemplo para el Gobierno central y el resto de la sociedad colombiana.


Así entonces, mientras el proceso de paz de La Habana avanza y el país  define la continuidad o no del Gobierno de Santos, es urgente que las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, con el concurso de la Academia y de otros sectores y grupos de interés se sienten a revisar las formas como el orden social y político funciona de tiempo atrás y las responsabilidades que cada actor debe asumir frente a los problemas de convivencia que afrontan ciudades como Cali y Buenaventura, para citar  dos ejemplos.  

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