YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 18 de marzo de 2015

PALOMA VALENCIA: LA NUEVA ENCOMENDERA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

La polémica propuesta de la senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia, de dividir el departamento del Cauca entre indígenas y mestizos, está anclada a su origen feudal, de clase y a un asunto de fondo que por años ha alimentado el conflicto armado interno, así jamás se haya reconocido como detonador y combustible de las hostilidades internas: la animosidad étnica[1] que agentes de la cultura blanca impulsan contra indígenas, afrocolombianos y campesinos.

Paloma Valencia representa, sin duda alguna, el pasado feudal en el que aún siguen instalados miembros de ciertas familias, las mismas que buscan hoy refundar la patria, en especial, aquella que aún gravita y soporta su devenir, en los principios liberales de la Carta Política de 1991. Esa misma Constitución que de manera clara reconoce los derechos de los indígenas, los mismos que Paloma Valencia desea apartar, segregar y arrinconar, con el claro propósito de erosionar sus proyectos de vida, sus identidades y deslegitimar su lucha ancestral por la tierra, que blancos como Paloma Valencia, les han arrebatado.

Con su propuesta, quizás Paloma Valencia se vea como una suerte de nueva Encomendera, ante su empobrecido liderazgo, el mismo que la tiene hoy como una sumisa escudera de Uribe Vélez, una suerte de Mesías con el que siempre soñó la derecha y la ultraderecha colombiana.

Eso sí, la senadora Valencia no explicó si ella viviría en el “Cauca mestizo”, en tanto ella sigue convencida de que pertenece, por su color de piel, a una casta aria, que de forma natural debe gozar de privilegios. Ese es el elemento que la une con Uribe, quien también está convencido de hacer parte de una raza aria, con derechos adquiridos por el color de piel.

Lo dicho por Paloma Valencia da cuenta del país que el conflicto armado jamás transformó: el país de unos cuantos privilegiados, que quieren seguir dominando a sus anchas, como si se tratara de un mandato divino, para manejar zonas del país como si tratara de extensas plantaciones o territorios aún sujetos a las disposiciones de capataces, gamonales e incluso, las de nuevos encomenderos. Y da cuenta, de la mezquindad y del atraso cultural de unas élites que a pesar de que han tenido la oportunidad de estudiar por fuera del país, no lograron superar su empobrecido liderazgo y esa malquerencia étnica que profesan de tiempo atrás contra los dignos y organizados pueblos indígenas del Cauca, en especial el pueblo Nasa.

Paloma Valencia representa el país godo, miserable, premoderno, ladino, oscuro, precapitalista, violento, conservador, excluyente y patriarcal. El mismo país que es  responsable del atraso cultural de una Nación liderada por unas élites que se han ganado un lugar en la historia oficial, sobre la base del despojo, la expoliación, el crimen y el contubernio con fuerzas criminales e ilegales, a las que tradicionalmente le dieron un lugar en la institucionalidad.
Pobre país este que ya piensa en escenarios de posconflicto, cuando no ha superado aún la animadversión étnica que siente una élite irresponsable y cicatera, hacia quienes simplemente viven bajo cosmovisiones distintas.

Adenda: distinto el talante ético y político de familiares de Paloma Valencia, como Álvaro Pío Valencia y Josefina Valencia[2].

Imagen tomada de la revista Semana, www.semana.com


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