Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Podríamos señalar, con alguna certeza, que el mundo deviene
masculinizado. Esto es, liderado, construido y funcional para y por una idea universalizada de Hombre, de Macho. Y
ese mundo, así construido y validado permitió y permite el sometimiento de las
mujeres, de lo femenino, a esa noción primitiva
y salvaje que orienta el comportamiento masculino de millones de hombres en
el mundo, en la vida privada y pública (política). De especial consideración
resultan las circunstancias en las que lo masculino y la idea de Macho se
consolidan en países profundamente patriarcales y machistas como Colombia.
Justamente, para el caso colombiano tenemos cientos de miles de
ejemplos de ese mundo masculinizado, que encuentra en el lenguaje la mejor arma
y estrategia para legitimarse e imponerse. Los encontramos en el deporte, en
especial en el fútbol. Y en la política, a través de la guerra y del
restringido sistema de representación política de Colombia.
Con el lenguaje nos dicen que los “Machos no lloran”, o nos regañan
cuando nos conminan a “portarnos como Machos, como Hombres”. Los guerreros nos
gritan que el servicio militar “nos convierte en Hombres, en machos”. Y así,
muchas expresiones sirven a esa “exigencia” de ese mundo masculinizado que pide
más y más machos. Y finalmente, a la guerra van “valientes Hombres”, verdaderos
“Héroes” y Machos cabríos capaces de cometer crímenes atroces, muchas veces
amparados exclusivamente en demostraciones
de hombría y de fuerza masculina, lejos de cualquier “justa causa” para hacer
la guerra.
Las mujeres, sometidas históricamente por ese mundo masculino y
masculinizado, entregan hijos e hijas[1] para la guerra. Los
primeros, como guerreros y las segundas, convertidas en meros instrumentos
sexuales para saciar apetitos o para usar sus cuerpos para vengarse de los
enemigos. Se trata de bestias armadas que disponen a discreción de las mujeres.
Esta reflexión es una invitación para que las mujeres se asuman con
mayor rigor, conciencia y fortaleza como sujetos políticos capaces de advertir
las circunstancias en las que opera este mundo, y en particular en un país como
Colombia, con el claro propósito de NO PARIR MÁS HIJOS PARA LA GUERRA.
Y el mensaje y la consigna no llegan tarde a pesar de la creciente
esperanza de que Colombia logre poner fin al conflicto armado con las
guerrillas. Por el contrario, deben de servir para que los hombres públicos y
las mujeres que llegan cada vez más a cargos de representación popular y de poder,
entiendan que no tiene sentido dar vida a hijos e hijas si no se ofrecen y se
aseguran las más mínimas condiciones de civilidad para el desarrollo humano. Y
aunque siempre habrá riesgos de vivir juntos, la guerra como máxima expresión
de la estupidez humana la proscribirán las mujeres cuando todas decidan, al
unísono, NO VAMOS A PARIR MÁS HIJOS PARA LA GUERRA.
Y como el ser humano crea las categorías y los discursos con los cuales
las guerras se hacen “justas”, lo mejor que podemos esperar es que las mujeres
vayan, poco a poco, erosionando ese mundo masculinizado hasta lograr uno en el
que la Vida sea respetada y cuidada, tal y como lo vienen haciendo de tiempo
atrás nuestras dadoras de vida.
No se trata de “invertir” las circunstancias y disponer de un mundo
feminizado que someta a los hombres y a lo masculino. No. La apuesta debe ser
por crear un mejor mundo en el que mujeres y hombres se respeten mutuamente. Sé
que es mucho pedir, porque de la perversa condición humana podemos esperar lo
más sublime, noble, glorioso y hermoso, pero también lo más bajo, mezquino,
sórdido y miserable.
Imagen tomada de www.lasillavacia.com; https://www.google.com.co/search?q=hijos+para+la+guerra&espv=2&biw=1024&bih=636&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwj01oiq77rKAhXLkx4KHWHPDk0Q_AUIBigB#imgrc=DFhla-CrR3XP7M%3A
[1] Las mujeres colombianas que hacen
parte de guerrillas y fuerzas militares no solo están sometidas a las lógicas y
al discurso de los Machos (Comandantes), sino que coadyuvan en gran medida a
que ese mundo masculinizado se reproduzca y consolide como natural y se haga
perenne.
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