YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 28 de diciembre de 2015

EL ENEMIGO DEL POSCONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Adherido el paramilitarismo[1] a la cultura y a las propias lógicas del Establecimiento, su desmonte es, desde ya, el reto más difícil para cualquier imaginado y deseado escenario de posconflicto.
Sin haber sufrido mayor sanción social, el Paramilitarismo, como fenómeno, continúa vigente como fórmula de dominación económica, política y social de quienes siempre han estado dispuestos a hacer lo que sea necesario para mantener el statu quo.

Así entonces, la implementación y consolidación de escenarios de posconflicto[2] tiene y tendrá en el Paramilitarismo a su más enconado enemigo. Está claro que las estructuras  armadas no se desmontaron del todo después del “proceso de sometimiento”[3] que el Gobierno de Uribe Vélez le planteó a la comandancia de las AUC en el 2005. Por el contrario, las mal llamadas Autodefensas mutaron a grupos armados que actúan hoy por fuera del proyecto político con el que buscaron “refundar la Patria” y con el que lograron consolidar un proyecto económico asociado a actividades extractivistas (mega minería), ganadería extensiva y monocultivos como palma africana.

No podemos olvidar que el Paramilitarismo es la expresión del miedo que exhiben poderosas élites y sectores burgueses de perder privilegios y el control mafioso que históricamente han hecho del Estado colombiano.

En escenarios de posacuerdos es posible que veamos a una parte del Estado dispuesta a atacar y someter a las “nuevas” estructuras paramilitares. Las autoridades hablan de Bandas Criminales o neoparamilitares. Pero también será posible observar a sectores de poder estatal apoyando las acciones paramilitares porque estas hacen parte de la naturaleza bifronte  de un Estado que aún no logra conservar para sí el monopolio de las armas y que deviene sometido a los intereses privados de unas cuantas familias que lo controlan.

Dentro de la sociedad y la sociedad civil también subsisten sectores afectos al Paramilitarismo. De este fenómeno y de sus fuerzas se han servido para exhibir el odio contra aquellos que se atrevieron a plantear  ideas para mejorar las condiciones de vida de millones de colombianos víctimas de la mezquindad de elites y burguesía, y de un oprobioso modelo neoliberal, en el  contexto de un Estado sometido a las fuerzas del mercado y capturado por mafias asociadas a los partidos Liberal y Conservador y a movimientos políticos convertidos de tiempo atrás en los amanuenses y estafetas de dichas mafias.

El carácter relativo de la paz se afianzará y consolidará gracias a que el fenómeno paramilitar tiene un profundo arraigo cultural que una gran parte de la sociedad colombiana parece no advertir aún. Hay, entonces, una “Colombia Paraca” que se opone a los acuerdos de paz de La Habana, así como a cualquier cambio sustancial en las correlaciones de fuerza que están detrás de la triada Estado-Mercado-Sociedad.

No será fácil desmontar los valores  y principios que guiaron y guían a esas nuevas estructuras paramilitares. Más que un reto militar o policivo, estamos ante un enorme reto cultural. La Colombia del posconflicto necesitará de un nuevo ethos que permita reconstruir la ciudadanía, el sentido de lo público, reordenar el territorio y transformar el Estado.






[1] Véase: Ayala Osorio, Germán. Paramilitarismo en Colombia: más allá de un fenómeno de violencia política. Cali: UAO, 2011.

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