YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 17 de diciembre de 2015

PLAZAS VEGA Y LO ACORDADO EN LA HABANA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Coincidieron en el tiempo dos hechos políticos y noticiosos de una enorme importancia y trascendencia. De un lado, el acuerdo sobre  “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición”, incluyendo la Jurisdicción Especial para la Paz; y Compromiso sobre Derechos, al que llegaron las Farc y el Gobierno de Santos. Y del otro, el fallo absolutorio que la Corte Suprema de Justicia profirió a favor del Coronel (r), Alfonso Plazas Vega.

Vamos a pensar que la coincidencia es meramente temporal y que por lo tanto no hay lugar a lecturas maliciosas. Pero lo que no se puede evitar es el establecimiento de inferencias alrededor del significado y sobre todo, de las repercusiones que los dos hechos generarán en un país que continúa entendiendo el conflicto y las conversaciones de La Habana desde la reducida dicotomía entre Buenos y Malos.

En medio de la pugnacidad ideológica y política que desde la Procuraduría General de la Nación y  el Centro Democrático vienen proponiendo Alejandro Ordóñez Maldonado y el senador Uribe, el fallo de tercera instancia que absuelve a Plazas Vega puede servir para bajarle la temperatura a la polarización que genera lo acordado en La Habana, en lo que concierne a las penas alternativas que recibirán los miembros de las Farc de parte de la acordada Jurisdicción Especial de Paz.

De esta manera, se abre la posibilidad para que los sectores societales afectos a las Fuerzas Armadas terminen por bajarle la presión al Proceso de Paz y acepten colaborar para que el posconflicto[1] sea una realidad para Colombia.

Lo mismo puede suceder con aquellas fracciones que al interior de las Fuerzas Militares, en especial dentro del Ejército, no apoyan los diálogos de paz y mucho menos ven con buenos ojos el sentido de lo acordado en términos de justicia transicional y el establecimiento de responsabilidades por crímenes cometidos en razón del conflicto armado, por  parte de miembros de esa fuerza que han sido juzgados y condenados por “falsos positivos”, la retoma del Palacio de Justicia, como en el caso de Plazas Vega, y por vínculos con agrupaciones paramilitares.

Si esa línea interpretativa tiene sentido y asidero, podrían entonces venir otros fallos absolutorios a favor de generales y coroneles, entre otros altos oficiales, que vienen siendo procesados por crímenes y la violación de los derechos humanos en el contexto de un degradado conflicto armado interno.

Finalmente, lo que se necesita es pasar lo antes posible esta horrorosa página de nuestra historia. Y para lograrlo, es importante que las Fuerzas Armadas, como actor armado y político, se comprometan a respaldar los acuerdos de La Habana sobre la base de que sus “insignes altos oficiales” no paguen largas condenas, mientras que por razones de una negociación política, miembros de las Farc reciban penas restrictivas y alternativas a la libertad.

En esa lógica, se espera que la opinión pública -y publicada- termine por entender y aceptar que sobre la base de polémicas decisiones jurídico-políticas, la paz, la reconciliación y el posconflicto pueden ser una realidad para Colombia. Necesitamos, como sociedad, tragarnos enormes sapos que vienen de todos los bandos enfrentados.

Lo que la sociedad colombiana debe aprender de este largo y degradado conflicto es que los combatientes, los guerreros y toda la lógica militar, deberán quedar proscritas y desterradas hasta que la sociedad civil logre impulsar y consolidar la civilidad[2] que el posconflicto demandará.

Debemos hacer todo para que el espíritu que guió la vida de los combatientes, guerrilleros y militares, quede confinado para siempre en alejados cuarteles de invierno. Solo así podremos reivindicar la condición civil[3], que unos y otros se encargaron de despreciar, atacar, violentar y  minimizar.



Imagen tomada de internet: http://alponiente.com/wp-content/uploads/2015/03/plazasvega.jpg

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