YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 3 de abril de 2013

LAS EXIGENCIAS DEL POSCONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Para superar un conflicto largo y complejo como el que soporta Colombia desde hace 50 años, se requerirá, inexorablemente, de mayúsculos esfuerzos económicos, sociales, políticos y culturales que pueden, incluso, superar los que devienen de los acuerdos a los que lleguen los representantes de las Farc y del Gobierno, que hoy negocian en Cuba. Esto, claro está, si Santos logra reelegirse y si se consigue blindar dicho proceso contra las embestidas de la férrea oposición de aquellos sectores de poder económico y político que buscan mantener la guerra interna, bajo la premisa de acabar militarmente con las guerrillas.

Es decir, si lo acordado entre los negociadores se refrenda o se valida a través de referendos o marcos legales, ello no será suficiente de cara a construir y consolidar verdaderos escenarios de posconflicto.

Se va a necesitar del concurso de sectores poderosos de la sociedad civil que de tiempo atrás vienen aportando sumas importantes de dinero a la guerra. Estos mismos patrocinadores de la guerra interna, deberán aportar recursos económicos para la paz. Por ejemplo, para que aquellas iniciativas de desarrollo rural que se presenten para garantizar la viabilidad de las Zonas de Reserva Campesina.

Una vez se definan dichas zonas, estas deberán servir de espacios para una efectiva y definitiva reinserción de los guerrilleros desmovilizados, así como de otras iniciativas y experiencias productivas (agrarias e industriales) de cara a modificar sustancialmente las condiciones y las circunstancias en las que hoy  opera, subsiste y se da la llamada seguridad alimentaria.

En la misma dimensión nacional se requerirá que el SENA, universidades y colegios, públicos y privados, acojan a ex guerrilleros, adultos y menores de edad, para darles la oportunidad de rehacer sus vidas, aprendiendo un oficio o estudiando una carrera, caminos posibles para garantizar su reinserción a la sociedad.

Las víctimas de las acciones criminales de los guerrilleros deberán hacer un gran esfuerzo para aceptar que sus verdugos hagan política sin armas, como miembros del Congreso, de Asambleas y Concejos. Igual actitud se espera de aquellos que, no siendo víctimas directas de las Farc, ideológicamente no aceptan su presencia histórica y menos aún consienten imaginar que varios de ellos hagan política o desarrollen actividades agrícolas con el patrocinio de la empresa privada o del Estado.

Se necesitarán políticas públicas para los sectores productivo y agrario, así como para la industria cultural, en especial, en lo que corresponde al papel de los medios masivos  y el de la publicidad en la construcción del posconflicto. Es claro que la producción televisiva, esto es, novelas y series, entre otras, que se propongan, deben estar pensadas bajo parámetros y criterios que incluyan el respeto al dolor de las víctimas, la reconstrucción sistémica de episodios de la violencia armada, que evite hacer apología a un grupo armado e incluso, a la propia violencia estatal.

Este asunto es, quizás, el de mayor importancia, pero el de mayor complejidad en su diseño, implementación y respeto. Por ello, se requerirá no sólo de políticas públicas de comunicación y cultura, que promuevan principios y valores que sirvan para que las audiencias entronicen la reconciliación y el perdón, como pilares para avanzar hacia la construcción de una nueva sociedad y de unas nuevas relaciones. Es decir, avanzar hacia la construcción de una sociedad del posconflicto.

Es posible que el Estado colombiano requiera del apoyo de la banca multilateral para afianzar el posconflicto. Se abre, entonces, la posibilidad de solicitar empréstitos y apoyos del FMI y el BM, para consolidar los proyectos económicos de un posconflicto que muy seguramente será costosa su implementación. Para ello será necesario no sólo del consenso social y político para hacerlo, sino del efectivo control de organismos como la Procuraduría y la Contraloría, para evitar que dichos recursos económicos se queden en redes clientelares. Allí el reto será para una clase dirigente y empresarial contaminada, históricamente, por prácticas y actividades clientelares y corruptas.

De esta manera, la construcción de escenarios de posconflicto tiene, en los acuerdos a los que puedan llegar los negociadores, una cuota inicial importante, pero no definitiva. Por el contrario, para la consolidación del posconflicto se necesitará del concurso de una sociedad que de tiempo atrás ha construido relaciones sociales excluyentes, violentas y profundamente estigmatizadoras con aquellos que piensan distinto.

No será fácil lograrlo, pero estamos ante una oportunidad histórica no sólo de lograr la paz con los grupos alzados en armas, sino de avanzar hacia la construcción de un país, de una Nación, de unas audiencias y de una opinión pública capaces de convivir en la diferencia, haciendo posible no sólo mandatos consagrados en la Carta Política, sino de dar un giro profundo a los golpeados  procesos civilizatorios llevados a cabo hasta el momento.

Lo anterior puede darse acogiendo la imperiosa necesidad de hacer una profunda revolución cultural. Hay que desechar ese ethos mafioso con el que actúan políticos, gobernantes, empresarios y ciudadanos en general. Hay que consolidar una Nación bajo la idea de un proyecto incluyente que recoja las experiencias de vida de indígenas, afros y campesinos. Y finalmente, el reto está en aprender a vivir en un país cultural y ambientalmente biodiverso, que requiere con urgencia que se de-construya el discurso del desarrollo, y por ese camino repensar las relaciones entre nosotros y el entorno natural.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Uribito.



¡Buena tarde!



El posconflicto es más duro que el conflicto mismo y, por ello, requiere de mayores esfuerzos, esta vez ampliamente colectivos. Creo que no estamos preparados para tal fin.



La academia podría aportar mucho al respecto.



Luis F.