Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Los medios masivos y las redes
sociales se han convertido en las vitrinas en donde cientos de miles de
ciudadanos exhiben sus dramas, problemas y miserias, bien para alcanzar unos
minutos de fama o para sentir el gusto de que las imágenes captadas con sus
dispositivos móviles hagan parte de los “videos más virales” de la Red.
En ese afán desmedido por figurar
o registrar hechos que suceden en espacios públicos y privados, poco a poco
esas dos esferas van perdiendo sus límites. Se fusionan de tal forma, que
confirman la decadencia del sentido de la ciudadanía y por ese camino los
ciudadanos quedan expuestos ante los demás, ante el menor error en el que puedan incurrir. Estamos, entonces, ante una
perversa visión de la solidaridad, de lo colectivo, de lo público y del respeto
al otro.
Recientemente los medios masivos
y las redes sociales registraron y elevaron al estatus de “viral” una situación
privada, casi íntima, en la que una mujer alterada, azuzada y empujada por el “apoyo”
de varios espectadores, reclamaba a su esposo por un presunto acto de
infidelidad.
La mujer, en una transitada calle
de la ciudad de Ibagué (Tolima), y frente al vehículo de su pareja, le exigía
que “bajara a la mujer” que le acompañaba. El título con el cual el video puede
ser encontrado en Google es: “Luis, baje esa perra del carro”.
Más allá del grotesco escándalo,
lo que queda para la reflexión es el enorme error en el que incurrió la mujer
protagonista del video al llevar o trasladar un asunto familiar y privado, a un espacio público, a la calle, en donde “guiada
y apoyada” por personas mas interesadas en presenciar y provocar un peor desenlace de la acción de la furibunda y “engañada”
esposa, que en exigirle a la misma que
dejara de obstruir el tráfico y porqué no, algo de autoestima.
Este tipo de hechos dan cuenta de
un enorme empobrecimiento cultural de unos ciudadanos que embelesados y
encandilados por los efectos de las nuevas tecnologías, hoy buscan entretenerse registrando y gozando
con los problemas privados que otros de manera equivocada llevan al espacio
público.
Y claro está, les cabe enorme responsabilidad
a los periodistas y editores de noticieros de televisión que al registrar estos
hechos como “virales”, terminan validando unas prácticas sociales y culturales
que claramente muestran lo difícil que aún nos resulta dirimir diferencias y
conflictos de manera civilizada. Vengo insistiendo en la necesidad de que el periodismo cambie sustancialmente los criterios de noticiabilidad, pues estos están pensados más para polarizar, estigmatizar e insistir en validar practicas propias de una sociedad poco civilizada y premoderna.
Habría entonces que revisar los procesos
civilizatorios de una sociedad que hoy se acerca a la posibilidad de poner fin
a un largo y degradado conflicto armado, pero que exhibe incapacidad para
separar lo público de lo privado y sobre todo, que banaliza los problemas y la
complejidad de la convivencia humana, hasta el punto de que terminan siendo
motivo de chistes (los llamados “memes”) que no alcanzan a ocultar la
decadencia de una sociedad urbana que deambula sin referentes de civilidad.
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