YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 29 de abril de 2016

RATA INMUNDA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


En la reacción de Andrés Ocampo Perdomo al encontrar en la calle, libre de esposas, al ya condenado Samuel Moreno Rojas, encuentro dos momentos: uno, el de un ciudadano que se siente ofendido al ver en la calle al político de marras, condenado “ejemplar” y recientemente por corrupción. Como el mismo Ocampo explicó, quiso “desahogarse” con el ex burgomaestre lo que supone la existencia de una clara animadversión del ciudadano hacia la malograda figura política. Y así lo confirmó el paracaidista: “Por lo menos tuve la oportunidad de decirle en la cara lo que yo sentía[1].

Quizás el irritado ciudadano desconocía, al momento del encuentro con el exalcalde, que éste cumplía con una diligencia judicial, según explicó el INPEC. Esta circunstancia elimina o invalida en parte el origen de la molestia de Andrés Ocampo en la medida en que Moreno Rojas no estaba en la calle disfrutando de unas horas de sol y libertad.

El segundo momento cobra vida al momento en el que Ocampo llama “rata inmunda” a Moreno Rojas, por haber dirigido una red de corrupción público-privada conocida como el “carrusel de la contratación”.

En las redes sociales y medios tradicionales el video generó todo de tipo de comentarios. Muchos a favor del indignado ciudadano, por cuanto se valoró la reacción de Ocampo dentro de lo que se llama “sanción social”. Otros, contrariamente, vieron en la actitud asumida por aquel como un irrespeto o una exageración por cuanto se trata de un político que ya fue vencido en un juicio y paga su condena de 18 años de prisión, en las cómodas instalaciones de la Escuela de Caballería, al norte de la capital del país.

Este caso bien puede servir para imaginar situaciones similares cuando, en unos años, y muy seguramente en condiciones distintas de seguridad, miembros de las guerrillas desmovilizadas transiten con alguna libertad por las calles de Bogotá o de otra ciudad capital.

¿Qué podemos esperar que suceda con ciudadanos urbanos que sienten un profundo odio por quienes cometieron delitos y crímenes atroces en el contexto de un degradado conflicto armado interno? ¿Les gritarán asesinos y la consabida palabrota que Usted muy seguramente está pensando? Es posible.

Esta reflexión apunta a que aprendamos a manejar y dar salida a esos sentimientos de odio, animadversión, rencor o antipatía que por largos años cientos de miles de colombianos han alimentado hacia quienes se levantaron en armas defendiendo unas ideas, al tiempo que develaban la enorme mezquindad y torpeza de unas élites y una burguesía que hizo del Estado su caja menor. 

De firmarse el fin del conflicto armado,  muy seguramente  encontraremos a los líderes guerrilleros de las Farc caminando o expresando sus ideas en espacios académicos o en la plaza pública, como candidatos a ejercer cargos públicos.

El país debe prepararse para ello, lo que no significa que quienes les odien, no puedan apelar a instrumentos y acciones de sanción social, ojalá dentro del marco del respeto por quienes tomaron la decisión de firmar el fin del conflicto y aceptar reintegrarse a la vida civil.

Ocampo Perdomo bien pudo acercarse al ex alcalde para entablar con él un diálogo respetuoso, con el firme propósito de exigirle respuestas por lo sucedido con los millones de pesos que se perdieron en el “carrusel” de la contratación.  No era necesario llamarlo “rata inmunda”. Suficiente hubiera sido si le dice que él está seguro de su responsabilidad en los hechos de corrupción.

Así como en La Habana las delegaciones de paz del Gobierno y Farc han acordado “sacar las armas de la política”, en la vida cotidiana los ciudadanos debemos proscribir las groserías y otras maneras de insultar a quien consideramos que es culpable o responsable de unos hechos.

Estos largos años de conflicto armado interno y las dolorosas dinámicas de nuestras múltiples violencias, deben servir para evaluar nuestros procesos civilizatorios. En lo colectivo y en lo individual. Quizás al hacer ese análisis crítico, encontremos razones que explicarían porqué nos queda tan fácil responder, violentamente, ante una provocación, un insulto o una inquietante actitud de ese Otro al que de inmediato miramos con desdén por razones de género, origen étnico, condición social o postura política.

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