Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En reiteradas columnas he
señalado que Uribe Vélez fue, es y sigue siendo una invención mediática[1],
fruto de un ejercicio periodístico que insiste en convertir en noticia todo
discurso que alimente conflictos, que genere controversia o que exhiba lo más execrable de la condición humana.
Las apariciones de Uribe Vélez en
los medios masivos obedecen a esa lógica moralizante desde donde las empresas
mediáticas y los periodistas suelen actuar, siempre en la búsqueda de obtener
ganancias a partir del rating y por
supuesto, siguiendo las instrucciones de los propietarios de las empresas
mediáticas, especialmente las que sostienen a los noticieros de televisión y de
radio.
Durante sus ocho años como
Presidente, los medios masivos colombianos se hincaron, literalmente, a los
pies de Uribe Vélez. Fue así como esas empresas mediáticas lograron consolidar
el unanimismo[2] ideológico y político con
el que dicho Gobierno logró deslegitimar la protesta social, justificar las
“chuzadas” y minimizar el impacto de lo expresado por sus críticos y
contradictores.
Ahora, en su calidad de ex
presidente y gracias a esa misma perversa e inconveniente lógica
noticiosa, Uribe sigue haciendo
presencia en los noticieros de televisión RCN y Caracol, cada vez que decide
exponer al país sus críticas o reparos frente a los temas de la mesa de negociación y pre acuerdos de
La Habana.
El noticiero de televisión
Noticias Caracol abrió recientemente un espacio para que el senador Álvaro
Uribe Vélez expusiera sus reparos y críticas al Proceso de Paz de La Habana. La
dirección del Noticiero Caracol apeló al exigente género de la entrevista para
que el líder opositor expresara sus ideas en torno a lo que viene sucediendo
con la negociación de paz entre el
Gobierno de Santos y las Farc.
Desde el punto de vista
periodístico-noticioso el encuentro entre el político antioqueño y el
periodista y director del Noticiero Caracol, Juan Roberto Vargas, resultaba
atractivo, importante y por lo tanto potencial generador de expectativas en las
audiencias interesadas en ver y escuchar al combativo y controvertido político,
ganadero y latifundista.
Ahora bien, el desarrollo de
dicho encuentro, pretendidamente investido de entrevista, puso en evidencia la
incapacidad del Presentador[3] para
guiar un encuentro dialógico y por lo tanto respetuoso en el que el invitado,
en este caso el ex presidente, pudiera ser controvertido o interpelado. Al
parecer, se trató de una “entrevista” previamente convenida, en la que
claramente el entrevistado jamás fue interpelado por el periodista, a pesar de
que Uribe Vélez a lo largo del
insoportable monólogo cayó en imprecisiones y en medias verdades.
El director del Noticiero Caracol
solo atinaba a aceptar los puntos de vista del ex mandatario, a quien varias
veces lo llamó Presidente. El sumiso y dócil “entrevistador” dejó que Uribe
Vélez, con medias verdades, deslegitimara lo acordado en La Habana, al señalar
que habría total impunidad, y por esa vía, desconoció que se trata de una
negociación política y no de un proceso de sometimiento a la justicia del grupo
guerrillero de las Farc.
Bien pudo el pusilánime
periodista confrontar los puntos de vista de Uribe, con los documentos
publicados y que dan cuenta de lo acordado hasta el momento en La Habana. Por
el contrario, el asustadizo presentador de noticias y director del noticiero
Noticias Caracol una y otra vez asentía- como perrito de taxi- lo que decía el
latifundista, ganadero y ex presidente. Al parecer, su excesiva admiración o
temor hacia el hoy senador de la República le impidió ejercer el rol de
entrevistador.
Juan Roberto Vargas confundió el rol de entrevistador, con el de
presentador de noticias e incluso, con el de “maestro de ceremonia”. Al final
de la “entrevista”, Uribe Vélez, una vez más salió airoso políticamente, porque
un nefasto ejercicio del periodismo se lo permitió. Quizás ganó el Canal y el
Noticiero por el rating alcanzado,
pero perdió credibilidad el periodista y el propio medio.
Adenda: el llamado a la "Resistencia civil" que hizo Uribe, demanda un alto y consolidado sentido de la ciudadanía que él no tiene y mucho menos sus seguidores. Se trata, sin duda, de un llamado para que fuerzas ilegales, como los neoparamilitares, entorpezcan los procesos de implementación de los acuerdos de paz de La Habana. Como líder negativo, ese llamado a la resistencia civil es una clara invitación a desconocer los acuerdos y de resistirse a la reconciliación.
Imagen tomada de Pulzo.com
[2] Véase el estudio publicado bajo el
título De la democracia radical al unanimismo ideológico, medios y seguridad
democrática. UAO, 2006.
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