Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
El
límite temporal fijado por el presidente Santos al cese bilateral del fuego
hace parte de las consecuencias políticas que dejó el resultado de la consulta
plebiscitaria del domingo 02 de octubre en la que triunfó el NO. Esa es una
primera lectura que se puede hacer de la medida, política y militar, con la que
el Presidente fijó el 31 de octubre como fecha límite para el mantenimiento del
cese bilateral del fuego.
Una
segunda lectura de la decisión de Santos en su calidad de comandante supremo de
las Fuerzas Armadas señala que, forzado por los efectos políticos y jurídicos
que dejó la consulta del 02 de octubre, el Presidente busca presionar al
terrateniente y líder del NO, Álvaro Uribe Vélez, para que rápidamente le
exhiba al país sus propuestas de ajuste o legítimas salidas políticas al limbo
político y jurídico que generó el apretado triunfo del NO.
Si
bien la estrategia le puede funcionar al presidente Juan Manuel Santos, el fijarle
límites al cese bilateral del fuego lo pone a jugar irresponsablemente con lo
ya acordado en La Habana, al tiempo que la decisión adoptada ya es leída por
los líderes del NO como un chantaje.
La
respuesta de las Farc de replegar la tropa a zonas seguras para evitar
provocaciones de miembros de las fuerzas militares afectos a las ideas del
senador Uribe y la pregunta de Timoleón Jiménez alrededor de si la guerra
regresará a partir del 01 de noviembre, hacen aparecer a Santos como un
Presidente que juega de manera irresponsable con la paz y con las vidas no solo
de los combatientes, legales e ilegales, sino con las de millones de
colombianos que viven en selvas y en los sectores rurales del país en donde la
guerra se desarrolla con todo rigor.
Quiero
entender que el sentido de la medida adoptada está anclado al objetivo de
presionar a los representantes del NO, para que rápidamente le exhiban al país
sus propuestas para salir de la encrucijada y de la incertidumbre política y
jurídica en las que nos metieron más de seis millones de colombianos que
votaron NO a la refrendación de lo firmado en La Habana y ratificado en
Cartagena.
La
medida adoptada por Santos se da horas antes de la reunión que sostendrá con el
terrateniente y senador de la República, quien al parecer irá acompañado del
precandidato presidencial y ex procurador general de la Nación, Alejandro
Ordóñez Maldonado.
Mientras
tanto, el país político, los colombianos en general y las fuerzas económicas
estarán atentos al resultado de dicha reunión. Si Santos acepta que el ganadero
y latifundista Álvaro Uribe Vélez asuma la tarea de “renegociar” lo ya acordado
con las Farc, exhibirá su profunda debilidad para enfrentar a su enconado
contradictor y claro enemigo de la paz del país.
La
respuesta de las Farc, sin darse semejante posibilidad, ya está clara, por lo
menos para alias Iván Márquez. “Es cierto "el país atraviesa una zona gris riesgosa, un
limbo peligroso", pero estará peor si ponemos la paz en manos de Uribe y
de Pastrana”.
Nuevamente y por
cuenta del triunfo del NO, el país entra en el complejo juego de los
inamovibles. Santos logró mantener los suyos en una dura y larga negociación.
Ahora le toca el turno a las Farc: su inamovible será el texto de lo acordado y
firmado. Por su parte, Uribe Vélez insistirá en sus propios inamovibles:
renegociar los puntos de tierras, elegibilidad política y justicia.
Al final, y dada
la debilidad política en la que se encuentra Santos y el miedo que exhibe el
Congreso y su presidente para enfrentar a los opositores, lo más probable es
que nuevamente, y a pesar de la voluntad de paz de las Farc, la suerte del
Acuerdo Final y del fin del conflicto armado con esa guerrilla, termine definiéndose por unos
cuantos líderes y representantes del Establecimiento.
Es probable que
de dicha reunión no salga la solución al limbo jurídico y político en el que
nos metieron los que optaron por decir NO al Acuerdo Final. Pero también es
probable que de allí salga la decisión de un Establecimiento que a pesar de
estar fragmentado y polarizado en torno a la paz, podría insistir en darle un
portazo a la salida negociada al conflicto armado con las Farc.
Finalmente, el Régimen no ha sido
derrotado, por lo tanto su permanencia en el tiempo siempre estará por encima del
anhelo de paz de un Presidente y de seis millones de colombianos que dijimos SÍ
a lo acordado en La Habana.
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