Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En los procesos de paz
adelantados entre grupos subversivos y el Estado colombiano, las disidencias[1]
suelen ser consideradas tan “normales[2]”, que
siempre hay que esperar a que estas aparezcan durante las negociaciones, o al
final, cuando se firma el armisticio y los alzados en armas se reintegran a la
sociedad. Baste con recordar las disidencias que se dieron dentro del EPL y el
M-19, para insistir en que se trata de un fenómeno normal y esperado, aunque
para muchos se trate aún de entidades fantasmales con capacidad para hacer fracasar
cualquier proceso de paz negociada.
Para el caso de las Farc, el
Frente Primero, Armando Ríos, señaló hace un tiempo que no aceptaba los
términos de la negociación que adelantaba el Secretariado con el Gobierno de
Santos. El conato de disidencia[3],
aparentemente, fue controlado en su momento por el comandante, Pastor Alape,
quien viajó desde La Habana para dialogar con el líder de ese Frente.
En recientes hechos, la prensa
oficial habla de enfrentamientos entre guerrilleros. Así lo hace EL ESPECTADOR[4] en su
edición digital. El titular es claro: Disidente
de las Farc habría sido asesinado por otros miembros de la guerrilla.
Es probable que las eventuales
disidencias al interior de las Farc se produzcan por profundas discrepancias
entre comandantes de Frente y la cúpula que negoció con el Gobierno de Santos,
el fin del conflicto armado interno. Si es así, la unidad de mando estaría cuestionada,
así como los procesos pedagógicos que adelantó la dirigencia fariana con el
objetivo de explicarle a la base guerrillera, los alcances de la negociación, el
futuro de las Farc como partido político y el propio de la guerrillerada.
Igualmente, las diferencias
políticas en las que se soportaría la aparente rebeldía dentro de las filas de
esa guerrilla, podrían ser consecuencia de altos niveles de incertidumbre que
pudo haber generado en la guerrillerada el desesperanzador resultado del
plebiscito del 2 de octubre.
No podemos desconocer que antes
de la señalada jornada electoral, el discurso
de la paz contagió a millones de colombianos, incluyendo, por supuesto, a
la propia base guerrillera. Las mismas Farc, en su página web, mostraban videos
de cómo se preparaba su gente para la paz. Varios medios masivos bogotanos
hicieron notas en el mismo sentido. La idea de dejar las armas e iniciar una
nueva vida, contagiaba a propios y a extraños.
Otro elemento o circunstancia que
bien puede alimentar posibles disidencias o procesos de indisciplina dentro de
las Farc, es la presencia en Cuba de los comandantes. Por ello, el tiempo que
se demore el proceso de implementación del Acuerdo Final, juega desde ya en
contra de la unidad de mando que la dirigencia de las Farc dice tener sobre sus
estructuras armadas.
Se trate de conatos o de
confirmadas disidencias, lo cierto es que aplazar la implementación del Acuerdo
Final, en su “nueva” versión, bien puede ayudar a que los niveles de
incertidumbre en las filas farianas aumenten, hasta provocar disidencias, actos
de indisciplina y desespero. Hay un detalle que pocos tienen en cuenta: lo
costoso que resulta mantener a guerrilleras y guerrilleros. Esta circunstancia,
sin duda, golpea las finanzas del grupo armado ilegal, asunto que ya preocupa a
sus comandantes y que podría constituirse en un problema para el proceso de paz
mismo, si el proceso de implementación de lo acordado se demora más en
arrancar.
Por más que los miembros del
Secretariado de las Farc aseguren que dentro de la guerrilla existe una férrea
unidad de mando y el compromiso de cada subversivo con la paz, es claro que
dentro de ejércitos numerosos siempre habrá lugar para las disidencias y las prácticas
históricas de lumpenización. Y ello sucede, también, en los ejércitos legales[5].
Con todo y lo anterior, las Farc
tienen la obligación moral y el compromiso político de informarle al país lo
que sucede dentro de las filas subversivas. Si hay que reconocer disidencias,
que lo hagan. Y si hay que reconocer prácticas de lumpenización, que también lo
hagan. De lo que se trata es de construir confianza en un proceso de paz que no
termina con la firma del Acuerdo Final. Terminará, cuando se puedan evaluar,
ojalá positivamente, los procesos, las acciones, decisiones y las actividades
de implementación de lo firmado en La Habana. Nuevamente, el tiempo[6] es
una variable que juega en contra de las propias Farc y del anhelo de paz de más
de seis millones de colombianos que dijimos SÍ, ese 2 de octubre.
Y es claro que los colombianos
asentados tranquilamente en ciudades como Cali, Bogotá y Medellín, no
dimensionamos lo que pudo sentir la base de las Farc con el resultado del
plebiscito. Sin duda, el rechazo social y político debió haberse sentido muy
fuerte dentro de los guerrilleros rasos que, convencidos de su lucha, esperaban
un aplastante triunfo del SÍ.
Adenda: es posible que los tratamientos noticiosos que los Medios masivos hacen sobre hechos relacionados con posibles disidencias en las Farc, o de eventuales disputas intestinas, estén soportados en la clara intención de afectar la confianza social y política construida en torno a la negociación adelantada y terminada en La Habana. Independientemente de esa circunstancia, el Secretariado de las Farc debe explicarle al país qué sucede realmente al interior de las filas del grupo guerrillero.
Imagen tomada de NoticiasCaracoltv.com
[2]
Véase: http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/6334-disidencias-de-las-farc-una-realidad-prevista
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