YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 26 de enero de 2017

DETENER EL 'FAST TRACK'

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Inconveniente, por decir lo menos, resultaría que por efectos del incumplimiento del Gobierno, en la entrega de los campamentos de paz, y por parte de las Farc, en lo que respecta a la entrega de los menores de edad, el Congreso detenga la discusión jurídico-política de las normas, que en el contexto del llamado Fast Track, asumió desde el preciso momento en el que refrendó el Acuerdo Final (II) y dio inicio a la etapa de implementación de lo pactado en La Habana.

A estas eventuales talanqueras se podría sumar una de mayor calado: los reparos del Fiscal General de la Nación al capítulo de la Jurisdicción Especial para la Paz en lo que respecta a las responsabilidades que deberán asumir militares de alto rango y la cúpula de las Farc por los delitos de lesa humanidad cometidos por los combatientes que operaron bajo el mando de unos y otros. Lo anterior, claro está, se entendería en una eventual distancia que tendría lo acordado en La Habana en esa materia, y las disposiciones del Estatuto de Roma[1] y la competencia de la Corte Penal Internacional.[2]

Las discusiones sobre este espinoso y complejo asunto, se vienen dando al interior del Congreso, alimentadas por los reparos del Fiscal, de juristas y por, supuesto, de los miedos que la Jurisdicción Especial para la Paz suscita en sectores de poder directamente involucrados con las dinámicas del conflicto armado interno. Estas circunstancias poco a poco están llevando lo pactado en La Habana y firmado en el Teatro Colón, a una “nueva etapa de  renegociación”, hecho que podría poner en riesgo la viabilidad de la implementación y  el final feliz del mismo Proceso de Paz.

El 31 de enero es la fecha pactada para que las Farc se agrupen y den así el paso para su desmovilización y reincorporación a la vida civil. Los problemas logísticos presentados para la adecuación de las zonas de pre agrupamiento y concentración de las Farc demuestran improvisación y falta de diligencia en el alto Gobierno para cumplir con lo pactado. En suma, una clara demostración de la débil presencia e incluso, de la inexistencia del Estado en las zonas veredales en donde se vienen construyendo los campamentos de paz.

En lo que respecta a la entrega de los menores de edad, tanto Sergio Jaramillo como Pastor Álape le deben explicar al país qué sucede con ese proceso. Que le hablen a la opinión pública con toda claridad. ¿Acaso las Farc desconfían del ICBF y en general de la institucionalidad estatal existente para el manejo de lo que se conoce como Desarme, Desmovilización y Reincorporación?  

Si es así, entonces que la guerrilla le exponga a los colombianos y a la comunidad internacional las dudas que les asiste, ojalá soportadas estas en casos de filtración de información de desmovilizados, e incluso, de presiones psicológicas, divulgación de identidades que pudieron terminar en torturas, persecución o  asesinatos de desmovilizados.

Lo anterior explicaría por qué los menores farianos no han sido entregados a las autoridades, dado que la dirigencia de las Farc teme por la suerte de los menores, una vez abandonen los campamentos. ¿La dirigencia fariana conoce, por ejemplo, en dónde están los 13 menores que fueron entregados a la ONU en septiembre de 2016[3] ? ¿Las familias de esos menores se han podido reunir?

¿Será que la insistencia de algunos sectores de poder político en la devolución de los menores está sostenida en la oportunidad que ven allí los organismos de seguridad del Estado para sacarles información, que podría ser usada con fines políticos  y de seguridad? Son preguntas que deberían contestar tanto las Farc, como el equipo de paz del Gobierno.

En cualquier caso, la opinión pública debe entender que más importante que la entrega de los menores al Estado, está el hecho de que están concentrados en las zonas de pre agrupamiento y que están protegidos. Que el Estado se quiera hacer responsable, tardíamente, de unos menores que la sociedad y el propio orden establecido les negaron la posibilidad de tener otra vida, no puede ser un obstáculo para que el proceso de implementación de lo acordado siga su marcha.

Se trata, en el fondo, de un asunto de control y seguridad que la dirigencia de las Farc desea mantener sobre sus combatientes, pues finalmente son de su entera responsabilidad por haberlos reclutado. Insisto en que las Farc deben explicarle al país las razones por las cuales no han devuelto a los menores.

Detener la tarea legislativa y con ella la implementación de lo acordado, es un riesgo que el país no puede correr. Estamos cerca de asegurar un  final feliz al Proceso de Paz entre Farc y el Gobierno de Santos. Dilatar el proceso jurídico y permitir que se contamine de circunstancias electorales, es echar a la basura cuatro largos años de una ardua y compleja negociación política. Eso es quizás lo que busca el Centro Democrático y al parecer otras voces, como la de la senadora Claudia López, que pidió detener las discusiones al interior del Congreso de la República. 




Imagen tomada de Semana.com

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