YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 20 de enero de 2017

ELN: SANTOS ESTÁ DE SALIDA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Odian a quienes hoy desean poner fin a la guerra, y admiran a las elites que hicieron todo para hacer legítimo el levantamiento armado.


Después de varios desencuentros y una histórica y bien construida desconfianza[1], delegados del Gobierno y del ELN decidieron iniciar la fase pública de la negociación política del fin del conflicto armado, el próximo  7 de febrero.

Hay que celebrar el anuncio, pero debemos reconocer que hay una circunstancia política que desde ya juega en contra del buen curso de la negociación: Santos está de salida de la Presidencia. De esta forma, los negociadores tendrán que apurar el paso y llegar a acuerdos antes de que termine la actual administración.

La única forma de hacerlo es hacer que confluyan varios puntos de la Agenda pactada con el ELN, con el proceso de implementación del Acuerdo Final de Colón, firmado entre el Gobierno de Santos y la dirigencia de las Farc. De no hacerse así, se abrirá espacio a las posturas radicales, en especial cuando desde el COCE se exija a Santos hacer cambios estructurales en el funcionamiento del Régimen, al final de su mandato.  Si ha sido difícil para varios sectores de poder aceptar el sentido de la negociación lograda con las Farc, no es difícil imaginar la reacción ante mayores exigencias que en verdad permitan pensar que “se le está entregando el país a la guerrilla”. 

Muy seguramente la fase pública que se espera arranque el 7 de febrero y en adelante las propias discusiones que se darán en Quito, recibirán las presiones propias de un escenario político-electoral que girará en torno a dos asuntos: el primero, la implementación del Acuerdo Final al que llegaron el Gobierno y las Farc y el real compromiso estatal para construir una paz estable y duradera sobre la base de cumplir con la palabra empeñada; y el segundo, la lucha contra la corrupción, convertida como nunca en un asunto electoral de gran interés para un electorado acostumbrado a votar en medio de masacres, tomas sangrientas de pueblos, ataques a estaciones de policía y bases militares y voladuras de torres y oleoductos, en el marco de un conflicto armado del que hoy ya poco se habla.

Si la dirigencia del ELN actúa con responsabilidad histórica y lee con sabiduría y “sacrificio ideológico” el momento histórico que vive el país, promoverá en sus delegados la idea de negociar con el Gobierno de manera rápida, supeditando la discusión de la Agenda pactada, a los dos temas públicos sobre los cuales girará el pulso presidencial entre los sectores que creen posible construir una paz estable y duradera, y aquellos empecinados en torpedear el proceso jurídico, social, cultural y político que recién comienza para lograr la implementación del Acuerdo Final (II), alcanzado en La Habana.

Por ejemplo, la liberación del ex congresista Odín Sánchez debería de guiar la discusión de la Agenda pactada entre el Gobierno y el ELN, para exigirle al Establecimiento compromisos reales en la lucha contra la corrupción. Liderar esa discusión la daría al COCE y a esa guerrilla, un carácter social y político distinto, en un ambiente electoral polarizado.

Quizás a las élites de poder no les convenga que el tema de la corrupción se imponga en la próxima contienda electoral y menos aún, que resulte determinante a la hora de elegir un nuevo Presidente. De allí la necesidad de que el ELN libere al ex congresista Odín Sánchez, quien es apenas un eslabón de las redes clientelares, mafiosas y corruptas que históricamente han guiado las relaciones Estado, Mercado y Sociedad.

Está claro que el Estado tiene toda la capacidad militar para extender el conflicto armado interno con el ELN[2]. Con la desmovilización de las Farc, y el reagrupamiento de los Paramilitares, le quedará más fácil a la Fuerza Pública golpear militarmente a los “Elenos”. Por ello insisto en que develar a nivel nacional e internacional el carácter mafioso de esas élites de poder que han “cooptado y capturado” el Estado para su propio beneficio, puede resultar más favorable y rentable políticamente para la guerrilla del ELN, que insistir en una lucha armada caduca y anacrónica.

Los comandantes del ELN deben entender que por primera vez el electorado colombiano participará de una elección presidencial en donde el tema central es la corrupción y no la guerra. Ojalá comprendan que se requiere conquistar a un electorado que poco a poco comprende que la Gran Prensa[3], durante más de 50 años, inoculó la idea de que el único problema del país era la presencia de las guerrillas. Semejante engaño sirvió para ocultar el real cáncer que sufre el Estado y la sociedad: la corrupción[4].

No son tiempos estos para mantener posturas dogmáticas y sueños románticos. Es posible redireccionar los objetivos del Estado, si a través de la discusión pública logramos desenmascarar a los corruptos y a partir de allí, discutir un nuevo ethos[5] sobre el cual anclemos esa paz estable y duradera que tanto anhelamos.

Señores del COCE: tengan en cuenta que Santos está de salida.

Adenda: si en su política exterior, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump decide desconocer el Acuerdo Final (II), el próximo Gobierno de Colombia deberá optar por el multilateralismo y consolidar los apoyos que la Unión Europea y los países de América Latina le han ofrecido para asegurar escenarios de posconflicto.




Imagen tomada de notimerica.com

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