Por
Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente (Cali- Colombia)
Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente (Cali- Colombia)
El forzoso consenso político-mediático que se ha construido en torno a Uribe genera un miedo escénico en quienes tienen aspiraciones presidenciales. Un miedo que se explica y se comprende en el complejo contexto económico y político-electoral de Colombia, en el que el ejercicio de la política está sujeto a las colaboraciones económicas de mecenas que financian campañas, para luego exigir que se mantengan o aumenten sus privilegios. Hay, existen y existirán mecenas legales e ilegales, que por igual han impuesto sus intereses, de ahí que las agendas públicas estén diseñadas casi de forma exclusiva a salvaguardar sus inversiones.
En el juego electoral del país el clientelismo es una institución que pone por encima de los valores democráticos, los mezquinos intereses burocráticos de congresistas y presidentes. Basta con mirar el triste, pero aleccionador episodio en el que el Gobierno Uribe persigue las cuotas burocráticas de Vargas Lleras, quien pretende alejarse del uribismo, a pesar del miedo que le produce enfrentarse a esa imagen casi divina que los medios han construido de Álvaro Uribe Vélez.
Justo en esa tradición está la talanquera que no nos permite superar las permanentes crisis políticas. El talante de las elites se expresa en su incapacidad de imaginar y diseñar caminos que hagan posible que el país supere prácticas culturales, que expresadas en disímiles ámbitos, lo hacen premoderno y rezagado del crecimiento en materia de ciencia y tecnología, para nombrar solo un aspecto clave en este mundo competitivo.
La inexistencia de programas y políticas de largo plazo, sostenidas en ejercicios serios de prospectiva, sumen al país en la búsqueda de soluciones coyunturales, lo que impide mirar los asuntos estructurales aún no resueltos. El diseño de políticas públicas debe estar por encima de los intereses particulares y partidistas, e incluso, por encima de los intereses de una administración en particular.
La ilegitimidad del Estado colombiano se empieza a vislumbrar en la incapacidad de las unidades de planeación de pensar y diseñar políticas públicas de largo plazo, que permitan en amplias materias y asuntos acercar al país a un desarrollo económico que le dé respetabilidad, consistencia y ventajas comparativas y estratégicas en este azaroso mundo globalizado.
Cuando comprendamos y aceptemos que el asunto de la gobernabilidad y de la legitimidad del Estado en todos sus órdenes está en la calidad técnica y en el sentido de la oportunidad de las políticas públicas, quizás visualicemos el daño que le hace a la gestión pública el clientelismo de Vargas Lleras y Uribe.
Es en este central asunto en el que deberían estar trabajando los amedrentados pre candidatos presidenciales Vargas Lleras, Lucho Garzón, Noemí Sanín, Sergio Fajardo, Juan Manuel Santos, Gustavo Petro y el ministro Arias (Uribito). Pero su visión cortoplacista no les permite comprender que el clientelismo no puede mantenerse como una institución, dejando de lado la planeación y los ejercicios prospectivos.
En cuanto a las responsabilidades que tenemos quienes todavía participamos del juego democrático, es inaceptable creer en el trabajo artificioso y efectista que realizan tanto los laboratorios de marketing político y en general el que realiza el hoy cooptado periodismo colombiano, pues ellos están para construir líderes carismáticos y héroes de barro, ocultando, por esa vía, las reales necesidades del país y de los colombianos, y por supuesto, maquillando la incompetencia de quienes se creen irremplazables.
Sin duda, el trabajo de maquilladores es importante si se tiene en cuenta que hoy, más que nunca, el mundo le rinde culto a la imagen, pero debe ser un asunto menor para los ciudadanos conscientes de que la gestión pública es el factor diferenciador entre aquellos que le apuestan a mantener el clientelismo como máxima institución político-electoral, y en quienes, por el contrario, tienen claro que el país superará su oscuro presente diseñando y ejecutando políticas públicas legítimas por su alto nivel técnico y porque son el fruto del trabajo consensuado de las comunidades que finalmente ven que sus demandas son atendidas y resueltas.
Quienes decidan presentarse como candidatos presidenciales en 2010 o en 2014 deben, entre otras tareas, superar el miedo que les genera la imagen del Mesías, gastar menos recursos en maquillaje político y eso sí, conformar grupos de trabajo que desde ya le apunten al diseño de políticas públicas reelegibles por su real impacto en el bienestar de los colombianos y no en aquellas, como la política de seguridad democrática, que reduce los problemas del Estado a la existencia de un grupo levantado en armas, del que el Presidente desea vengarse por la muerte de su padre.
Viernes 16 de enero de 2009. 8:45 am.
En el juego electoral del país el clientelismo es una institución que pone por encima de los valores democráticos, los mezquinos intereses burocráticos de congresistas y presidentes. Basta con mirar el triste, pero aleccionador episodio en el que el Gobierno Uribe persigue las cuotas burocráticas de Vargas Lleras, quien pretende alejarse del uribismo, a pesar del miedo que le produce enfrentarse a esa imagen casi divina que los medios han construido de Álvaro Uribe Vélez.
Justo en esa tradición está la talanquera que no nos permite superar las permanentes crisis políticas. El talante de las elites se expresa en su incapacidad de imaginar y diseñar caminos que hagan posible que el país supere prácticas culturales, que expresadas en disímiles ámbitos, lo hacen premoderno y rezagado del crecimiento en materia de ciencia y tecnología, para nombrar solo un aspecto clave en este mundo competitivo.
La inexistencia de programas y políticas de largo plazo, sostenidas en ejercicios serios de prospectiva, sumen al país en la búsqueda de soluciones coyunturales, lo que impide mirar los asuntos estructurales aún no resueltos. El diseño de políticas públicas debe estar por encima de los intereses particulares y partidistas, e incluso, por encima de los intereses de una administración en particular.
La ilegitimidad del Estado colombiano se empieza a vislumbrar en la incapacidad de las unidades de planeación de pensar y diseñar políticas públicas de largo plazo, que permitan en amplias materias y asuntos acercar al país a un desarrollo económico que le dé respetabilidad, consistencia y ventajas comparativas y estratégicas en este azaroso mundo globalizado.
Cuando comprendamos y aceptemos que el asunto de la gobernabilidad y de la legitimidad del Estado en todos sus órdenes está en la calidad técnica y en el sentido de la oportunidad de las políticas públicas, quizás visualicemos el daño que le hace a la gestión pública el clientelismo de Vargas Lleras y Uribe.
Es en este central asunto en el que deberían estar trabajando los amedrentados pre candidatos presidenciales Vargas Lleras, Lucho Garzón, Noemí Sanín, Sergio Fajardo, Juan Manuel Santos, Gustavo Petro y el ministro Arias (Uribito). Pero su visión cortoplacista no les permite comprender que el clientelismo no puede mantenerse como una institución, dejando de lado la planeación y los ejercicios prospectivos.
En cuanto a las responsabilidades que tenemos quienes todavía participamos del juego democrático, es inaceptable creer en el trabajo artificioso y efectista que realizan tanto los laboratorios de marketing político y en general el que realiza el hoy cooptado periodismo colombiano, pues ellos están para construir líderes carismáticos y héroes de barro, ocultando, por esa vía, las reales necesidades del país y de los colombianos, y por supuesto, maquillando la incompetencia de quienes se creen irremplazables.
Sin duda, el trabajo de maquilladores es importante si se tiene en cuenta que hoy, más que nunca, el mundo le rinde culto a la imagen, pero debe ser un asunto menor para los ciudadanos conscientes de que la gestión pública es el factor diferenciador entre aquellos que le apuestan a mantener el clientelismo como máxima institución político-electoral, y en quienes, por el contrario, tienen claro que el país superará su oscuro presente diseñando y ejecutando políticas públicas legítimas por su alto nivel técnico y porque son el fruto del trabajo consensuado de las comunidades que finalmente ven que sus demandas son atendidas y resueltas.
Quienes decidan presentarse como candidatos presidenciales en 2010 o en 2014 deben, entre otras tareas, superar el miedo que les genera la imagen del Mesías, gastar menos recursos en maquillaje político y eso sí, conformar grupos de trabajo que desde ya le apunten al diseño de políticas públicas reelegibles por su real impacto en el bienestar de los colombianos y no en aquellas, como la política de seguridad democrática, que reduce los problemas del Estado a la existencia de un grupo levantado en armas, del que el Presidente desea vengarse por la muerte de su padre.
Viernes 16 de enero de 2009. 8:45 am.
1 comentario:
Hola Germán:
Definitivamente le falta mas “agallas” a los presidenciables. Se habla mucho, pero a la hora del té se “esconden”.
Si no aparece uno(a) que sea mas agresivo en el discurso y la estrategia, el “mesias” re-repite.
Saludos,
Alexander Garcia
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