Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Nada puede ser más perverso para la democracia, que un Presidente crea, a pie juntillas, que la opinión de quienes le siguen, le aprueban su gestión o simplemente le admiran, es suficiente para perpetuarse en el poder, para sentirse irremplazable o para intentar convencer a todos – al resto- de que no ha cometido errores graves en la orientación de los asuntos del Estado. Y es claro que al Presidente le está sucediendo esto, al decir, en varias oportunidades, contextos y textos, que en Colombia existe el estado de opinión o que el Estado de opinión es una fase superior del Estado de derecho. Nada más peligroso que invocar, para cambiar la constitución y perpetuarse en el poder, sin controles institucionales claros y efectivos, las creencias o simples opiniones de unas mayorías-minorías, en este caso, uribistas, que siguen convencidas de que Uribe es lo mejor, lo único, que definitivamente era el Mesías que estábamos esperando y necesitando.
Miremos algunas cifras que podrían dar al traste con la pretendida legitimidad no sólo de este gobierno en particular, sino en general, con la de otras administraciones. En las votaciones de 2006, Uribe alcanzó 7.397.835 votos de los 12’041737 contabilizados al final de la jornada, lo que le dio la victoria con un 62.35%. Pero ¿cuál es el potencial electoral en Colombia? Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, el número de colombianos habilitados para ejercer el derecho al voto es de 26.731.700.
Así entonces, y siguiendo a Uribe, la etapa superior del estado de derecho se soporta, hoy en Colombia, en lo que al parecer dicen, piensan o creen, un poco más de siete (7) millones de colombianos. Vaya si resulta peligroso que sobre lo cree Uribe que piensan estos colombianos de su gestión, se termine cambiando la constitución para beneficiar a un proyecto político personal, basado en el afán del Presidente de vengar la muerte de su padre. En ese puñado de colombianos, una especie de mayoría–minoría, a juzgar por el potencial electoral, no se puede sostener esa idea difusa de que estamos en un estado de opinión.
Ahora bien, miremos el asunto de las encuestas y los sondeos de opinión. Éstos no son más que instrumentos que sirven para medir la opinión de un grupo de personas en torno a unos asuntos, pero no podemos aceptar que la opinión de seiscientas o dos mil personas, termine legitimando un proyecto político sostenido en la idea de unas élites de regresar al país de la constitución de 1886. Nada más absurdo y abyecto que pensar en volver a un marco legal y constitucional abiertamente contrario al que hoy tenemos gracias a lo promulgado en la constitución de 1991, en donde sobresale el sentido garantista de unos derechos que antes no fueron considerados.
Detrás del estado de opinión de Uribe está el proyecto neoconservador que él sigue y profesa, en el que, entre otras cosas, las libertades de conciencia, culto, de expresar y difundir su pensamiento y sobre todo, el reconocer la diversidad étnica y cultural de la nación, son el mayor obstáculo para re-edificar el país soñado de quienes se quedaron en el siglo XIX.
Nada puede ser más perverso para la democracia, que un Presidente crea, a pie juntillas, que la opinión de quienes le siguen, le aprueban su gestión o simplemente le admiran, es suficiente para perpetuarse en el poder, para sentirse irremplazable o para intentar convencer a todos – al resto- de que no ha cometido errores graves en la orientación de los asuntos del Estado. Y es claro que al Presidente le está sucediendo esto, al decir, en varias oportunidades, contextos y textos, que en Colombia existe el estado de opinión o que el Estado de opinión es una fase superior del Estado de derecho. Nada más peligroso que invocar, para cambiar la constitución y perpetuarse en el poder, sin controles institucionales claros y efectivos, las creencias o simples opiniones de unas mayorías-minorías, en este caso, uribistas, que siguen convencidas de que Uribe es lo mejor, lo único, que definitivamente era el Mesías que estábamos esperando y necesitando.
Miremos algunas cifras que podrían dar al traste con la pretendida legitimidad no sólo de este gobierno en particular, sino en general, con la de otras administraciones. En las votaciones de 2006, Uribe alcanzó 7.397.835 votos de los 12’041737 contabilizados al final de la jornada, lo que le dio la victoria con un 62.35%. Pero ¿cuál es el potencial electoral en Colombia? Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, el número de colombianos habilitados para ejercer el derecho al voto es de 26.731.700.
Así entonces, y siguiendo a Uribe, la etapa superior del estado de derecho se soporta, hoy en Colombia, en lo que al parecer dicen, piensan o creen, un poco más de siete (7) millones de colombianos. Vaya si resulta peligroso que sobre lo cree Uribe que piensan estos colombianos de su gestión, se termine cambiando la constitución para beneficiar a un proyecto político personal, basado en el afán del Presidente de vengar la muerte de su padre. En ese puñado de colombianos, una especie de mayoría–minoría, a juzgar por el potencial electoral, no se puede sostener esa idea difusa de que estamos en un estado de opinión.
Ahora bien, miremos el asunto de las encuestas y los sondeos de opinión. Éstos no son más que instrumentos que sirven para medir la opinión de un grupo de personas en torno a unos asuntos, pero no podemos aceptar que la opinión de seiscientas o dos mil personas, termine legitimando un proyecto político sostenido en la idea de unas élites de regresar al país de la constitución de 1886. Nada más absurdo y abyecto que pensar en volver a un marco legal y constitucional abiertamente contrario al que hoy tenemos gracias a lo promulgado en la constitución de 1991, en donde sobresale el sentido garantista de unos derechos que antes no fueron considerados.
Detrás del estado de opinión de Uribe está el proyecto neoconservador que él sigue y profesa, en el que, entre otras cosas, las libertades de conciencia, culto, de expresar y difundir su pensamiento y sobre todo, el reconocer la diversidad étnica y cultural de la nación, son el mayor obstáculo para re-edificar el país soñado de quienes se quedaron en el siglo XIX.
¿Cómo puede aceptarse la tesis del estado de opinión en una nación como la nuestra, en donde los medios masivos, la gran prensa en su mayoría, están cooptados por el Gobierno y guardan con éste una relación mendicante, acomodaticia y de total sumisión?
En Colombia la gran mayoría de colombianos no tiene una opinión medianamente clara de varios asuntos públicos. Y no es posible porque la gran prensa se ha encargado de inocular imágenes positivas de un Gobierno que se la jugó por la guerra, pero que poco o nada ha hecho para mejorar el nivel de vida de por lo menos 21 millones de colombianos que sobreviven en medio de la pobreza.
Además, las audiencias tienden a conformarse con la información contaminada que entregan las empresas mediáticas, sin hacer cruces con otras fuentes divergentes, contrastando con opiniones contrarias. O desde la acción ciudadana, las audiencias no son capaces de revisar la historia, los antecedentes y de analizar, por ejemplo, las idea de Estado y Ciudadanía que viene agenciando Uribe desde 2002.
Cuando en Colombia la educación sea considerada como un objetivo estratégico para lograr convivir en la diferencia y aceptar al Otro, y poder entender qué son los asuntos públicos; y cuando en este país, los propietarios de los medios y un grupo importante de periodistas entiendan que no basta con entregar información para generar opinión, podemos empezar a confiar en encuestas y sondeos de opinión. Mientras tanto, esos instrumentos demoscópicos, sumados a estos, los famosos consejos comunales de gobierno, no son más que estratagemas de un mandatario que, obnubilado por el poder, quiere hacernos creer que es irremplazable.
En Colombia la gran mayoría de colombianos no tiene una opinión medianamente clara de varios asuntos públicos. Y no es posible porque la gran prensa se ha encargado de inocular imágenes positivas de un Gobierno que se la jugó por la guerra, pero que poco o nada ha hecho para mejorar el nivel de vida de por lo menos 21 millones de colombianos que sobreviven en medio de la pobreza.
Además, las audiencias tienden a conformarse con la información contaminada que entregan las empresas mediáticas, sin hacer cruces con otras fuentes divergentes, contrastando con opiniones contrarias. O desde la acción ciudadana, las audiencias no son capaces de revisar la historia, los antecedentes y de analizar, por ejemplo, las idea de Estado y Ciudadanía que viene agenciando Uribe desde 2002.
Cuando en Colombia la educación sea considerada como un objetivo estratégico para lograr convivir en la diferencia y aceptar al Otro, y poder entender qué son los asuntos públicos; y cuando en este país, los propietarios de los medios y un grupo importante de periodistas entiendan que no basta con entregar información para generar opinión, podemos empezar a confiar en encuestas y sondeos de opinión. Mientras tanto, esos instrumentos demoscópicos, sumados a estos, los famosos consejos comunales de gobierno, no son más que estratagemas de un mandatario que, obnubilado por el poder, quiere hacernos creer que es irremplazable.
7 comentarios:
Hola Germán,
A veces tus columnas son tan realistas, que resultan demoledoras. Cuando estoy medio triste ni las abro porque termino más preocupada o más deprimida; no porque no tengas razón, sino precisamente porque la tienes. El panorama es tan desalentador, que solo nos queda refugiarnos en nuestras pequeñas vidas privadas.
Nada raro tendría que terminaramos metidos en una guerra de verdad con los vecinos!
Un abrazo y después me cuentas qué pasó finalmente con tus posibles cambios de facultad,
Claudia P
Hola.
Yo estoy de acuerdo con tu crítica, pero te recuerdo que en este gobierno han abundado los insultos contra los periodistas ante una pregunta incómoda, persecución al punto que ha habido periodistas que han tenido que salir del país (Daniel Coronel), chuzadas, y hasta denuncias penales.
Claudia P
Hola.
Yo estoy de acuerdo con tu crítica, pero te recuerdo que en este gobierno han abundado los insultos contra los periodistas ante una pregunta incómoda, persecución al punto que ha habido periodistas que han tenido que salir del país (Daniel Coronel), chuzadas, y hasta denuncias penales.
Claudia P
Buenos días.
Esta reflexión es la que no le conviene ni al gobierno, ni a los medios, pues lamentablemente hoy en día el periodismo perdió el enfoque que inicialmente se creó. Actualmente se trata del medio que más show haga y el más amarillista.
Gracias
Gladys
Compañero muy bien por el artículo, pero lástima por el peligro de los imaginarios que están haciendo carrera -“estado de opinión”-, es posible que sea una forma de ocultar un golpe de Estado para instituir reformas de facto “asesinando” el Estado de Derecho. Ojo que detrás de todo hay una instigación a la rebeldía institucional, lo cual podría significar una forma de subversión por vía de la instigación popular.
Revisemos ese punto.
Juan Carlos
Muchas gracias German, muy interesentes tus artículos.
Un abrazo, Hdo
German
Me ha gustado el documento que nos has hecho llegar. Me parece importante resaltar que el gobierno ha logrado montar un enorme aparato de propaganda comparable con los que existieron en países con “democracias” populares, cualquier manifestación de disidencia es calificada como acto antipatriótico o aún peor como acto de apoyo al terrorismo.
Finalmente me parece el presidente no es que esté obnubilado, creo que está Obdubilado.
Jesús
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