YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 16 de febrero de 2011

EL EJEMPLO DEL PUEBLO EGIPCIO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Una proporción importante del pueblo egipcio se levantó para exigir vivir en democracia, aupado por una sociedad civil que se enfrentó a un régimen represivo y violento. Hoy, esa digna experiencia de acción política no sólo acumula más y más admiradores en todo el mundo, en especial en esta parte de Occidente, sino que muchos, desde distintos ámbitos (académico, intelectual, periodístico, filosófico y político) la exhiben como un hito capaz de jalonar la acción colectiva no sólo en otros pueblos del mismo continente africano, sino los de otras latitudes.

¿Qué tan lejos estamos en Colombia de vivir una experiencia política, que dignifique la vida de millones de colombianos que soportan con altivez y con mucho de resignación, las acciones de un Estado privatizado al servicio de unos pocos y de un modelo económico que no sólo descentró la política, sino que redujo la acción política ciudadana a los límites interesados de una clase política y empresarial clientelista, mafiosa, que se alió con las AUC para refundar la Patria y hacer retroceder el país a los escenarios oscuros de la Constitución de 1886? Creo que muy lejos, pero ello no significa que no podamos reversar lo actuado y lo que hoy vivimos como sociedad.

¿Qué nos falta para movilizarnos como lo hizo el pueblo egipcio? ¿Quizás el cansancio de más de 30 años de sometimiento a la tiranía de un sátrapa consumado como Mubarak? ¿Cuánto debemos esperar los colombianos, entonces, para desmontar la inequidad, la ineficiencia de un Estado, los acumulados desaciertos de consecutivos gobiernos que pusieron al servicio del Mercado, asuntos y sectores estratégicos, con las consecuencias negativas en materia de solidaridad, equidad y responsabilidad social estatal?

Lejos estamos aún de consolidar una sociedad civil coherente y consecuente, capaz de enfrentar al Estado que no sólo la somete, sino que la divide, a través de la entrega de privilegios a ciertos sectores, asociados a los mezquinos intereses de políticos profesionales y de unos partidos políticos decadentes e insepultos. Si revisamos el papel de los gremios económicos, de la Iglesia Católica, de la Academia y de disímiles organizaciones sociales, entre otros actores, la conclusión es dramática y desesperanzadora: cohabitan con un Estado incapaz e ilegítimo y con un modelo económico que exacerba las desigualdades y limita la acción ciudadana; viven en contubernio con las estructuras mafiosas enquistadas en vetustos partidos políticos y de su clase dirigente. Los cómplices silencios, de unos y otros, han sido y son hoy, determinantes para asegurar la inviabilidad de una acción colectiva en Colombia que cambie radicalmente las incipientes estructuras e instituciones democráticas sobre las cuales el actual régimen sobrevive.

Quizás también falte formación política, cultura, algo de dignidad para exigir respuestas efectivas ante demandas sentidas de millones de colombianos que sobreviven en medio de la miseria. Quizás nos falte mirar las acciones colectivas de nuestros siempre valerosos indígenas, para entender qué es eso de la dignidad de un pueblo, qué es eso de la autonomía, y del respeto a una cosmovisión.

Colombia es una sociedad del control y del miedo, administrados por diversos actores que saben recoger las dañinas existencias de guerrilleros y paramilitares. Las fuerzas armadas, en su conjunto, han sido cómplices de gobiernos corruptos y violadores de los derechos humanos, como los de Turbay Ayala y Álvaro Uribe Vélez. Cualquier acción colectiva que se intente emprender, deberá primero reconocer que hay una élite militar y unas fuerzas armadas serviles a sectores tradicionales, sobre los que se ha edificado esa sociedad del miedo y del control.

Mirar lo sucedido en Egipto, sin duda, da esperanza, motiva y cuestiona la inercia de una Colombia inmóvil, adormecida. Cualquier esfuerzo colectivo debe centrarnos ideológica y políticamente alrededor de la exigencia de cambios drásticos en la forma como el Estado mira a la sociedad y sobre todo, la manera maniquea como opera los hilos de algunos actores de la sociedad civil, que asegura la desconexión y la fractura que tanto les sirve a quienes insisten, desde las tribunas mediáticas, mantener el statu quo.

Baste sólo con registrar el malestar que promueven a través de los medios y de cándidos y amanuenses periodistas, por el paro de transportadores y en general, por toda manifestación popular. Hay que reivindicar el derecho a la protesta, pues ante un Estado precario e incapaz, sólo quedan las vías de hecho no sólo para llamar su atención y enfrentarlo, sino para mostrarle al gobernante de turno, hasta dónde somos capaces de llegar. Estamos lejos de la acción colectiva de los egipcios, pero poco a poco podemos avanzar. La cuestión está en decidirnos y elegir el momento preciso para mover las anquilosadas estructuras del Estado colombiano.


Nota: este artículo fue reproducido en la url, http://www.nasaacin.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1627:el-ejemplo-del-pueblo-egipto&catid=99:dcumentos-nasaacin&Itemid=86; también se publicó en el portal Aula y Asfalto de la Univerisdad Central de Bogotá, boletín 217 del 02/18 de 2011. http://www.aulayasfalto.e-pol.com.ar/

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Don Germán: Este país sólo se movilizaría con otros 8 años de Uribe.Qué tal?


Rodrigo Ramos Sánchez

Anónimo dijo...

TANTO VA EL CANTARO AL LA FUENTE QUE AL FINAL SE ROMPE.

Las acciones que se tomen... dejen en la sociedad un sabor, ojala no tan amargo.

Retomar la Civica y Urbanidad, como clases importantes para ayudar al sano desarrollo del ser humano para que las nuevas generaciones tengan mas conciencia social.
Saludos
Marta

Anónimo dijo...

TANTO VA EL CANTARO AL LA FUENTE QUE AL FINAL SE ROMPE.

Las acciones que se tomen... dejen en la sociedad un sabor, ojala no tan amargo.

Retomar la Civica y Urbanidad, como clases importantes para ayudar al sano desarrollo del ser humano para que las nuevas generaciones tengan mas conciencia social.
Saludos
Marta