YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 7 de marzo de 2011

SE CAE A PEDAZOS EL ARMAZÓN IDEOLÓGICO Y POLÍTICO DE ÁLVARO URIBE VÉLEZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Lenta, pero progresivamente, el armazón ideológico y político que montó Uribe en Colombia y con el cual mandó a sus anchas durante ocho años, se ha ido desmoronando a pedazos.

De aquel Mesías ansioso y presuroso, sólo queda el espejismo en algunos medios masivos y periodistas que siguen anclados a ese turbio pasado en el que la política y el crimen se fusionaron, y con el que este país alcanzó a recorrer los peligrosos caminos de una dictadura a manos de un presidente megalómano y cercano al proyecto refundador del Estado, montado por los asesinos de las Autodefensas Unidas de Colombia.

La debacle uribista (de Álvaro Uribe y del ahora débil uribismo) es inevitable. Los tozudos hechos que así lo evidencian se pueden listar. Recordemos algunos: la compra de la reelección que dio vida a la yidispolítica. Las artimañas a las que apelaron sus áulicos para montar la segunda, aunque falta que la justicia actúe y castigue a los culpables. Los ‘falsos positivos’, cuya impunidad campea con toda libertad. Habrá que seguir soñando con la CPI, que de todas maneras es un fantasma que no deja dormir a quienes participaron de éstos y de otros crímenes.

Las ‘chuzadas’ del DAS y el desangre económico de las arcas del Estado, a través de la política pública Agro Ingreso Seguro, puesta al servicio de Uribe para pagar favores políticos y mantener alineados a sus más cercanos ‘testaferros ideológicos’. La sanción de 12 años a Sabas Pretel de la Vega, proferida por la Procuraduría General de la Nación; la condena que la Corte Suprema de Justicia le impuso a su primo Mario Uribe y el más reciente escándalo por falsas desmovilizaciones de paramilitares, más el desastre ambiental y los cuestionamientos a las fusiones ministeriales, son pruebas fácticas que deberían servir para señalar con toda la fuerza discursiva, que Uribe ha sido lo más dañino, lo más desafortunado que le ha pasado a la política colombiana, a la democracia, al medio ambiente y al orden social establecido.

Ojalá la historia oficial recoja estos y otros hechos, en aras de erosionar ese imaginario aquel que señala que Uribe fue y ha sido el mejor Presidente de Colombia. Se trata, sin duda, de una imagen distorsionada de lo que sucedió entre el 2002 y el 2010, que se edificó mediáticamente, a base de amenazas, de presiones políticas y económicas, de burdos chantajes y cooptación ideológica de medios, periodistas, políticos y de una clase política y empresarial que en contubernio con Uribe, construyeron un régimen de terror.

Este imaginario se construyó gracias a una prensa arrinconada, temerosa, pero también, de un sector de ella (la de origen conservador, especialmente) que cerró filas en torno a unos valores políticos que permitieron, a su vez, la entronización de los principios del fenómeno paramilitar.

Mientras asistimos a este angustioso develamiento, a esa verdad que millones de uribistas aún se resisten a reconocer, a medios, periodistas y específicos actores y agentes de la sociedad civil colombiana les cabe un mea culpa por lo sucedido en los dos periodos de Uribe. Están en deuda y sólo quedará saldada ésta cuando de manera decidida le exijan a Uribe que responda, por lo menos, políticamente por lo sucedido.

Creo que el escenario electoral que se avecina es la oportunidad para que los engañados uribistas (incluye periodistas y empresarios) se quiten la máscara que aceptaron llevar – o que se dejaron poner - por largos ocho años, y voten en contra de todo aquel candidato que haya recibido el guiño o el apoyo de Álvaro Uribe Vélez.

No son tiempos estos para seguir engañados. Hay que lamentar, eso sí, que aún no haya procesos formales en contra de quien convirtió a Colombia en un escenario privado, en el que libró una guerra a muerte no sólo contra las FARC, las instituciones democráticas, la oposición, comunidades afro e indígenas y campesinas y la CSJ, sino contra el mismo orden social.

Adenda: sigue desaparecida Sandra Viviana Cuéllar Gallego y el Estado, en los niveles nacional, regional y local, poco interés muestra por su suerte. Ofrecer recompensas no es suficiente.



NOTA: Esta columna fue reproducida en el portral Aula & Asfalto, espacio de la Universidad Central de Bogota. http://www.aulayasfalto.e-pol.com.ar/, edición 220 de marzo 11 de 2011.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Germán

Este texto es esperanzador porque hubo un momento en que pensé que no teníamos otro futuro que rendirnos ante la aplanadora de la ideología uribista.

Gracias



Adriana

Anónimo dijo...

Ya quisieras vos perro rabioso que el súper hombre (Álvaro Uribe Vélez) se derrumbara…titanes de esa catadura ya no nacen…



Mario G. C.

Anónimo dijo...

Hola Uribito:



No cabe la menor duda del desastre. Lo imporante es evaluar, desde una óptica objetiva (institucionalidad, por ejemplo) la razón del desastre.



Luisf.