Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
El pulso entre la oficialidad del Ejército y el Presidente terminó a favor de los oficiales de dicha fuerza que jamás aceptaron estar bajo las órdenes del Almirante Cely y lo representa la Armada en la lucha contra la subversión. Con el nombramiento del general Navas en la comandancia general de las Fuerzas Militares queda conjurado, por ahora, el malestar en la fuerza más grande y sobre la que recae, históricamente, la responsabilidad del orden público en el país.
Pero la situación no deja de generar preguntas alrededor del talante de un Ejército que puso por encima de sus obligaciones constitucionales, sus intereses como fuerza y el reconocimiento que hay detrás del cargo de Comandante General de las Fuerzas Militares. Un sector poderoso del ejército presionó al Ejecutivo para que le devolviera a dicha fuerza un cargo y un estatus que generales, coroneles y mandos medios y bajos no parecen dispuestos a ceder a otras fuerzas. Y la presión se dio a través de los ritmos y los resultados operacionales sometidos a una especie de operación tortuga.
El asunto no es menor. Por el contrario, significa mucho en materia de lucha contra la subversión, pero sobre todo, en las maneras como discurre el poder a través de la línea de mando, encabezada por el Presidente Juan Manuel Santos. Y en asuntos de paz, de la posibilidad de consolidar ambientes propicios para adelantar acercamientos con las Farc y con el Eln.
No es sano para la democracia que haya fisuras y malestares entre el responsable directo del orden público y comandante en jefe de las fuerzas militares, esto es, el Presidente de la República y sectores de una fuerza vital para el mantenimiento de la ofensiva contra las viejas organizaciones guerrilleras.
El sometimiento de los fuerzas armadas y de policía al poder civil debe hacerse evidente y debe ser claro y en ello no puede haber titubeos y menos aún prácticas de deliberación y de cuestionamiento de las decisiones que adopta el Presidente, por parte de los militares. Hay que reconocer eso sí, que Santos dio rienda suelta a un capricho al nombrar al Almirante Cely en el cargo que originó el malestar en el Ejército. En adelante debe saber que este tipo de decisiones, fincadas quizás en el agradecimiento que siente hacia Cely y ante la fuerza naval por haber militado en ella, resquebrajan la moral de la tropa que combate a la subversión.
Y peor es la situación cuando existe el antecedente del gobierno anterior, que construyó un tipo de relaciones con las fuerzas militares y los altos mandos, sobre la base de vengar la muerte de su padre, poniendo a su servicio la fuerza para doblegar a las Farc. Es decir, al construir Uribe Vélez una relación privada, cercana con las fuerzas militares, puso a su sucesor, Juan Manuel Santos Calderón, en el dilema de qué tipo de relación edificar con éstas.
El pulso entre la oficialidad del Ejército y el Presidente terminó a favor de los oficiales de dicha fuerza que jamás aceptaron estar bajo las órdenes del Almirante Cely y lo representa la Armada en la lucha contra la subversión. Con el nombramiento del general Navas en la comandancia general de las Fuerzas Militares queda conjurado, por ahora, el malestar en la fuerza más grande y sobre la que recae, históricamente, la responsabilidad del orden público en el país.
Pero la situación no deja de generar preguntas alrededor del talante de un Ejército que puso por encima de sus obligaciones constitucionales, sus intereses como fuerza y el reconocimiento que hay detrás del cargo de Comandante General de las Fuerzas Militares. Un sector poderoso del ejército presionó al Ejecutivo para que le devolviera a dicha fuerza un cargo y un estatus que generales, coroneles y mandos medios y bajos no parecen dispuestos a ceder a otras fuerzas. Y la presión se dio a través de los ritmos y los resultados operacionales sometidos a una especie de operación tortuga.
El asunto no es menor. Por el contrario, significa mucho en materia de lucha contra la subversión, pero sobre todo, en las maneras como discurre el poder a través de la línea de mando, encabezada por el Presidente Juan Manuel Santos. Y en asuntos de paz, de la posibilidad de consolidar ambientes propicios para adelantar acercamientos con las Farc y con el Eln.
No es sano para la democracia que haya fisuras y malestares entre el responsable directo del orden público y comandante en jefe de las fuerzas militares, esto es, el Presidente de la República y sectores de una fuerza vital para el mantenimiento de la ofensiva contra las viejas organizaciones guerrilleras.
El sometimiento de los fuerzas armadas y de policía al poder civil debe hacerse evidente y debe ser claro y en ello no puede haber titubeos y menos aún prácticas de deliberación y de cuestionamiento de las decisiones que adopta el Presidente, por parte de los militares. Hay que reconocer eso sí, que Santos dio rienda suelta a un capricho al nombrar al Almirante Cely en el cargo que originó el malestar en el Ejército. En adelante debe saber que este tipo de decisiones, fincadas quizás en el agradecimiento que siente hacia Cely y ante la fuerza naval por haber militado en ella, resquebrajan la moral de la tropa que combate a la subversión.
Y peor es la situación cuando existe el antecedente del gobierno anterior, que construyó un tipo de relaciones con las fuerzas militares y los altos mandos, sobre la base de vengar la muerte de su padre, poniendo a su servicio la fuerza para doblegar a las Farc. Es decir, al construir Uribe Vélez una relación privada, cercana con las fuerzas militares, puso a su sucesor, Juan Manuel Santos Calderón, en el dilema de qué tipo de relación edificar con éstas.
Nota: publicado en el portal http://www.nasaacin.org/attachments/article/2654/EL%20PULSO%20ENTRE%20EL%20EJ%C3%89RCITO%20Y%20SANTOS.pdf; publicado también en el portal Aula & Asfalto, edición 238, 09/16/2011, http://www.aulayasfalto.e-pol.com.ar/
2 comentarios:
Profesor Germán,
Muy interesante tu planteamiento "Es decir, al construir Uribe Vélez una relación privada, cercana con las fuerzas militares, puso a su sucesor, Juan Manuel Santos Calderón, en el dilema de qué tipo de relación edificar con éstas."
No lo había pensado y estoy de acuerdo contigo...
Un abrazo de tu pupilo,
"El Mono"
Muy interesante articulo, y definitivamente queda claro que como usted mismo nos lo dice en clase, la justicia cogea pero llega, pues es algun tipo de justicia que las cosas lleguen a quien debe ser que en este caso es el general Navas.
Saludos,
Anjelica
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