YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 22 de septiembre de 2011

EN LOS COMICIOS DEL 30 DE OCTUBRE: ¿SE MANTENDRÁN LA NARCODEMOCRACIA Y LA KAKISTOCRACIA?

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Los comicios del 30 de octubre son importantes desde dos perspectivas. La primera, porque recoge las circunstancias y las particularidades de los contextos locales (ciudades) y regionales (departamentos). Y la segunda, porque define el enfrentamiento de dos visiones de país encarnadas en quienes desean recuperar la Presidencia y las regiones para un uribismo que se resiste a morir y aquellos que quieren doblar la página, para lograr avanzar hacia un posturibismo, liderado por una Unidad Nacional donde las fuerzas no se concentran o dependen exclusivamente en la figura de Juan Manuel Santos Calderón.

Como país de regiones, en escenarios electorales como los que viviremos el 30 de octubre, aparecen, nuevamente, los eternos y reales factores de poder político y económico: el narcotráfico, el paramilitarismo y la subversión y sumado a éstos lo de siempre: clientelismo, populismo de derecha y de izquierda y corrupción.

Nuevamente asistiremos a la conexión entre política y crimen, entre mafiosos y líderes políticos. Es posible, en el escenario político y electoral, histórico y actual de la región y de la ciudad, encontrar tres tipos de proyectos: el primero, que encarna la élite tradicional, los dirigentes. El segundo, en el que se agrupan políticos profesionales, verdaderos gamonales y populistas. Y el tercero, aquellas iniciativas emergentes que vienen despertando, algunos con eventuales y posibles apoyos de fenómenos como el paramilitarismo y el narcotráfico o por lo menos, con simpatías de uno y otro lado.

Ese es el país, la Nación y el Estado que hemos construido entre todos y de allí se desprende un macabro, débil e interesado ejercicio de la ciudadanía, en el que por supuesto sobresalen formas ya entronizadas de clientelismo, populismo y corrupción.

En ellas aparecen los intereses de empresarios, gremios y firmas de contratistas que buscarán poner en Alcaldías, Concejos, Gobernaciones y Asambleas departamentales a quienes interpreten y aseguren sus intereses. Estos se presentan y se exhiben como de la clase alta, como la élite; aparecen, en otro lado, aquellos que militan y apoyan proyectos populistas tradicionales, donde sobresalen viejos zorros de la política, eternos políticos que saben manejar aquello de las coaliciones interesadas y las marrullas propias de la política electoral colombiana; y finalmente, hacen presencia los proyectos emergentes, a los que no se arriman los grandes contratistas y empresarios, sino la gran masa necesitada, los pobres, el pueblo raso, que en lugar de intercambiar contratos por votos, entregan sufragios a cambio de comida, tejas, un trabajo, así sea a destajo, becas o cupos para que sus hijos estudien. Claro está que los proyectos políticos de la élite también se aprovechan de los pobres, de allí que apelen a prácticas populistas y clientelistas.

Pero en la mitad de esa polarizada realidad política y electoral hay un número importante de ciudadanos acomodados, que sin ser o representar los intereses de una burguesía, tienden a tomar decisiones electorales superando los intereses de clase, para intentar votar a conciencia, de forma inteligente.

Para el caso de Cali y el departamento del Valle, sumergidos en una profunda polarización ideológica y política, se exhibe hoy, de un lado, los intereses de una clase dirigente en crisis, pero consciente que debe y puede recuperar el control del Estado, y de otro, los intereses tanto de los políticos tradicionales y populistas, como los de una clase emergente no agrupada, que buscan no sólo ascender social y políticamente, sino que intentan hacerse ricos con el Estado, privatizarlo, como lo han hecho históricamente las élites regionales (un número preciso de familias), muy dadas a aceptar, de soslayo y a veces de frente, y sin mayor recato, el poder del narcotráfico, de los paramilitares y de las guerrillas, éstas últimas en pueblos y veredas distantes de los grandes centros urbanos desarrollados.

Por ello quizás los ciudadanos acomodados, es decir, aquellos que no muestran simpatías por ninguno de los proyectos políticos (élites, tradicionales populistas y emergentes), buscan con afán por quién votar, tratando de hacer un ejercicio democrático inteligente, analizando propuestas, y viendo la viabilidad de las mismas. Pero se encuentra que no hay por quién votar. Esto sucede claramente en el Valle del Cauca, tanto para la alcaldía, como para la gobernación.

Para el caso de Cali, la situación se explica así: Castrillón, Clavijo, Cortés, Roldán, López y Jurado, harían parte de los proyectos tradicionales, populistas, donde sobresalen el espíritu de gamonales, de verdaderos barones electorales. Digamos, que representan la vieja clase política, con todo y los vicios conocidos por todos. Entre tanto, Urrutia y Cortés hacen parte de esos proyectos emergentes que buscan a toda costa cooptar el Estado para no muy claros intereses partidistas y personales. Del otro lado, aparece el candidato Guerrero, a quien la rancia élite caleña está adherida para arrebatarle el poder a esos proyectos emergentes y populistas que desde hace ya cuatro administraciones mandan en la ciudad de Cali.

Para el caso del Valle, la situación no es tan clara y precisa como puede entenderse lo que sucede en la Sultana del Valle, lo que nos llevaría a señalar, con alguna certeza, que tanto los proyectos de Useche, Delgado, Giraldo, Bravo y Sterling, representan los intereses de proyectos emergentes que de tiempo atrás han cooptado la estructura de poder del departamento.

Si lo anterior es cierto, lo mejor es votar en blanco. Y ojalá que el voto en blanco alcance la mayoría, de tal forma que se dé origen a una crisis política e institucional de grandes proporciones. A eso es que debemos apostarle, incluso, promoviendo en todas las esferas y escenarios posibles que es clave y urgente manifestar nuestro rechazo a todas las propuestas y proyectos políticos marcando, con decisión, la casilla Voto en Blanco.

Una vez terminada la jornada electoral del 30 de octubre, veremos si triunfaron quienes buscan quedarse con el país del uribismo o tratar de avanzar hacia un estadio menos malo y perverso, pero que igual no solucionará los problemas estructurales del país y de las regiones. Insisto, lo que se juega este 30 de octubre no es de poca monta, políticamente, pero culturalmente, servirá para demostrar una vez más que somos una narcodemocracia y una kakistocracia, es decir, el gobierno de los peores, de aquellos que encarnan lo más funesto y promueven un ejercicio dañino de la política.


Nota: publicada en el portal www.hechoencali.com, a partir del 23 de septiembre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay profe pues ojala que asi sea, aunque en este pais tan tradicional y sobre todo tan clientelista es como dificil.

Anjélica