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Por
Elizabeth Gómez Etayo, Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio, Guido Germán Hurtado Vera y Carmen Jimena Holguín
Las ciencias sociales han dejado claro que la violencia, como mecanismo de control social, se presenta de muchas formas, unas veces, de forma física y directa, así como también de forma simbólica o invisible. Los medios de comunicación se han especializado en reproducir de manera intencionada la violencia simbólica y de transcribir la violencia física en imágenes, sonidos, videos y diálogos, especialmente, desde los intereses del discurso oficial y de la cultura dominante. Todas las formas de violencia se producen y se reproducen en estos medios masivos.
El sociólogo Pierre Bourdieu considera que los medios de comunicación ejercen una forma particularmente perniciosa de violencia simbólica y una de esas formas de reproducción es precisamente la de Ocultar mostrando, que “muestra algo distinto de lo que tendría que mostrar si hiciera lo que se supone que se ha de hacer, es decir, informar, y también cuando muestra lo que debe, pero de tal forma que hace que pase inadvertido o que parezca insignificante, o lo elabora de tal modo que toma un sentido que no corresponde en absoluto con la realidad.” (1997:24).
A partir de lo anterior, los y las docentes que escribimos este texto queremos referirnos a la polémica fotografía publicada en la revista HOLA de España y que circula por Internet, cuya temática central alude a las “Mujeres más poderosas del Valle del Cauca en Colombia”. En la referida imagen aparecen, en primer plano, cuatro blancas mujeres sentadas sobre sus muebles blancos, luciendo sus finas, aunque informales, ropas blancas con delicado decorado; y al fondo, en un segundo plano, aparecen dos mujeres negras evocando la servidumbre con sus pulcros uniformes blancos, llevando en sus manos unas bandejas con vajilla de cristal que se incluyen como parte del decorado del lugar. Para completar la escena, concebida editorialmente y aceptada por las señoras blancas, aparece, al fondo, una piscina y la vista panorámica de la ciudad. Una imagen que, sin duda, oculta mostrando.
Pero ¿Qué es lo visible y qué es lo oculto? Un ciudadano inadvertido podría decir que allí no hay nada oculto, que se trata de una simple coincidencia, una imagen natural o naturalizada por la historia, la tradición y la cultura dominante, y que la fotografía es una más dentro de las muchas que los medios de comunicación refieren en sus hechos “noticiosos de la farándula”; sin embargo, para quienes intentamos entender y develar los mensajes que diariamente circulan, es claro que las imágenes revelan hechos ocultos, historia, tradición, dominación y el uso, por supuesto, de la violencia simbólica (racismo y clasismo), así el fotógrafo, autor de la fotografía, exprese lo contrario. No hay, en la imagen y en su tratamiento editorial asomo alguno de inocencia o ingenuidad. No.
Hechos ocultos como forma de violencia simbólica, que en palabras de Pierre Bourdieu, genera representaciones diferenciadas de clase social, de género y de raza para quienes las observan; reproduciendo discursos de los roles y estatus que la sociedad ha trasmitido y que ciertos grupos sociales simbolizan dentro de la estructura de la sociedad, que para nuestro caso evocaría el papel de las mujeres “afrodescendientes”. Mujeres que, por lo general, cumplen roles de servidumbre en casas y haciendas de mujeres poderosas (ricas, afamadas, influyentes y con reconocimiento social) que los medios de comunicación intentan imponernos como un patrón a seguir, sin detenerse a pensar lo que implica alcanzar dicho estatus, en materia de derechos, dominación y violencia cultural.
Desde el mismo titular se legitima la acción de dominación, a través de frases, que a manera de titular, dice: “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, en Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali”.
Con este discurso, se generan lecturas diferenciadas de las mujeres; en primera instancia, habría que denotar que sólo a 4 de las 6 mujeres les cabría el apelativo de “poderosas”, y no precisamente por su aporte singular para transformar la realidad de miles de mujeres vallecaucanas, sino por personificar a un grupo minoritario, selecto de la sociedad, que con privilegios, reproducen prácticas culturales de abierta dominación y expoliación; en segunda instancia, porque el hecho de que aparezcan de pie y no sentadas, vestidas con ropa de servicio y no con trajes informales y hasta de reconocido diseñador (que son los que por lo general visten a las mujeres “poderosas”), sirviendo y no servidas, vestidas de blanco en contraste con su piel negra, es una forma más de ponerlas en un estatus de inferioridad frente al resto de mujeres “poderosas”; en tercera instancia, habría que cuestionar cómo los medios de comunicación nos imponen a los ciudadanos unas figuras que aparentemente representan “un modelo a seguir”, es decir, “mujeres de bien”, “de clase”, con lo que no sólo buscan asegurar un apetecido rating (lecturabilidad, para el caso), y más ventas para acrecentar su gran poderío económico, sino, asegurar que los modelos de dominación social y étnica se sigan reproduciendo.
En suma, las elaboraciones simbólicas como métodos de opresión se fundan desde las clases altas, que se sirven de la ideología para conservar su hegemonía basada en intereses privados enmascarados de colectivos.
Por todo lo anterior, propendemos por una academia y una ciudadanía inquietas, lo cual implica cuestionar el papel que cada vez más se asienta en los medios de comunicación, que en lugar de informar y generar una ciudadanía consciente de su propia realidad, se orientan a entretenerla y adormecerla. Sólo nos resta apelar al uso de la palabra para intentar develar los mecanismos de violencia simbólica a los que invocan las empresas mediáticas, en su afán por entretener y generar receptores que fácilmente no sólo legitiman y aceptan estas maneras violentas de reproducir un tipo de sociedad excluyente, violenta, racista, clasista y sexista, sino que terminan anhelando llegar a esos estadios de vida social donde se suele falsear la realidad, ocultar la historia y extender patrones y patronos que nos hunden en la pobreza cultural que emana de la tradición y de la cultura dominante.
Elizabeth Gómez Etayo, Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio, Guido Germán Hurtado Vera y Carmen Jimena Holguín
Las ciencias sociales han dejado claro que la violencia, como mecanismo de control social, se presenta de muchas formas, unas veces, de forma física y directa, así como también de forma simbólica o invisible. Los medios de comunicación se han especializado en reproducir de manera intencionada la violencia simbólica y de transcribir la violencia física en imágenes, sonidos, videos y diálogos, especialmente, desde los intereses del discurso oficial y de la cultura dominante. Todas las formas de violencia se producen y se reproducen en estos medios masivos.
El sociólogo Pierre Bourdieu considera que los medios de comunicación ejercen una forma particularmente perniciosa de violencia simbólica y una de esas formas de reproducción es precisamente la de Ocultar mostrando, que “muestra algo distinto de lo que tendría que mostrar si hiciera lo que se supone que se ha de hacer, es decir, informar, y también cuando muestra lo que debe, pero de tal forma que hace que pase inadvertido o que parezca insignificante, o lo elabora de tal modo que toma un sentido que no corresponde en absoluto con la realidad.” (1997:24).
A partir de lo anterior, los y las docentes que escribimos este texto queremos referirnos a la polémica fotografía publicada en la revista HOLA de España y que circula por Internet, cuya temática central alude a las “Mujeres más poderosas del Valle del Cauca en Colombia”. En la referida imagen aparecen, en primer plano, cuatro blancas mujeres sentadas sobre sus muebles blancos, luciendo sus finas, aunque informales, ropas blancas con delicado decorado; y al fondo, en un segundo plano, aparecen dos mujeres negras evocando la servidumbre con sus pulcros uniformes blancos, llevando en sus manos unas bandejas con vajilla de cristal que se incluyen como parte del decorado del lugar. Para completar la escena, concebida editorialmente y aceptada por las señoras blancas, aparece, al fondo, una piscina y la vista panorámica de la ciudad. Una imagen que, sin duda, oculta mostrando.
Pero ¿Qué es lo visible y qué es lo oculto? Un ciudadano inadvertido podría decir que allí no hay nada oculto, que se trata de una simple coincidencia, una imagen natural o naturalizada por la historia, la tradición y la cultura dominante, y que la fotografía es una más dentro de las muchas que los medios de comunicación refieren en sus hechos “noticiosos de la farándula”; sin embargo, para quienes intentamos entender y develar los mensajes que diariamente circulan, es claro que las imágenes revelan hechos ocultos, historia, tradición, dominación y el uso, por supuesto, de la violencia simbólica (racismo y clasismo), así el fotógrafo, autor de la fotografía, exprese lo contrario. No hay, en la imagen y en su tratamiento editorial asomo alguno de inocencia o ingenuidad. No.
Hechos ocultos como forma de violencia simbólica, que en palabras de Pierre Bourdieu, genera representaciones diferenciadas de clase social, de género y de raza para quienes las observan; reproduciendo discursos de los roles y estatus que la sociedad ha trasmitido y que ciertos grupos sociales simbolizan dentro de la estructura de la sociedad, que para nuestro caso evocaría el papel de las mujeres “afrodescendientes”. Mujeres que, por lo general, cumplen roles de servidumbre en casas y haciendas de mujeres poderosas (ricas, afamadas, influyentes y con reconocimiento social) que los medios de comunicación intentan imponernos como un patrón a seguir, sin detenerse a pensar lo que implica alcanzar dicho estatus, en materia de derechos, dominación y violencia cultural.
Desde el mismo titular se legitima la acción de dominación, a través de frases, que a manera de titular, dice: “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, en Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali”.
Con este discurso, se generan lecturas diferenciadas de las mujeres; en primera instancia, habría que denotar que sólo a 4 de las 6 mujeres les cabría el apelativo de “poderosas”, y no precisamente por su aporte singular para transformar la realidad de miles de mujeres vallecaucanas, sino por personificar a un grupo minoritario, selecto de la sociedad, que con privilegios, reproducen prácticas culturales de abierta dominación y expoliación; en segunda instancia, porque el hecho de que aparezcan de pie y no sentadas, vestidas con ropa de servicio y no con trajes informales y hasta de reconocido diseñador (que son los que por lo general visten a las mujeres “poderosas”), sirviendo y no servidas, vestidas de blanco en contraste con su piel negra, es una forma más de ponerlas en un estatus de inferioridad frente al resto de mujeres “poderosas”; en tercera instancia, habría que cuestionar cómo los medios de comunicación nos imponen a los ciudadanos unas figuras que aparentemente representan “un modelo a seguir”, es decir, “mujeres de bien”, “de clase”, con lo que no sólo buscan asegurar un apetecido rating (lecturabilidad, para el caso), y más ventas para acrecentar su gran poderío económico, sino, asegurar que los modelos de dominación social y étnica se sigan reproduciendo.
En suma, las elaboraciones simbólicas como métodos de opresión se fundan desde las clases altas, que se sirven de la ideología para conservar su hegemonía basada en intereses privados enmascarados de colectivos.
Por todo lo anterior, propendemos por una academia y una ciudadanía inquietas, lo cual implica cuestionar el papel que cada vez más se asienta en los medios de comunicación, que en lugar de informar y generar una ciudadanía consciente de su propia realidad, se orientan a entretenerla y adormecerla. Sólo nos resta apelar al uso de la palabra para intentar develar los mecanismos de violencia simbólica a los que invocan las empresas mediáticas, en su afán por entretener y generar receptores que fácilmente no sólo legitiman y aceptan estas maneras violentas de reproducir un tipo de sociedad excluyente, violenta, racista, clasista y sexista, sino que terminan anhelando llegar a esos estadios de vida social donde se suele falsear la realidad, ocultar la historia y extender patrones y patronos que nos hunden en la pobreza cultural que emana de la tradición y de la cultura dominante.
8 comentarios:
Esto es el colmo del racismo y discriminación que hay en Colombia, ya no solo lo hacen SOTERRADO, sino que también lo practican de manera intencional, para minimizar a las personas de raza negra. El colmo es que institucionalmente también lo hacen, por ejemplo poco se ha conocido (los involucrados temen denunciar por bloqueos laborales y profesional), el caso de una funcionaria del Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez en Colombia, esta entidad recibe recursos de cooperación del Gobierno de Holanda, del Gobierno de Estados Unidos, entre otros, y la funcionaria de esa entidad de nombre NAYIV LEYVA LONDOÑO, discriminó, pordebajió, ridiculizo y minimizó a profesionales y otras personas de raza negra, en el marco de un proyecto sobre ingredientes naturales que ejecuta el Fondo en coadministracion con la empresa QYB Productos Naturales LTDA. el caso es tal que la señora Nayiv llegó a burlarse de la cultura negra, al denigrar de prácticas culturales a las cuales ella achaca parte de nuestros males; dicha señora minimiza todo trabajo o realización de los profesionales negros y pone el duda cualquier trabajo que se hace, se le presentaron algunos profesionales negros y sin conocerlos y entrevistarlos bien, los rechazó de plano, y no solo eso, los minimizó
Hola Uribito:
Creo que, para ser una reflexión colectiva, está pobre, si la entendí bien.
Faltó, en mi concepto más profundidad y crítica, pues el discurso no puede quedarse en perfiles feministas.
Un abrazo,
Luis F.
Apreciados Profesores
Justamente ayer en la reunión de socialización del PEI, frente a un grupo amplio de colegas, manifestaba mi inconformidad con la ausencia de la UAO en los escenarios de opinión, hablada o escrita, en un afán de pasar impoluta y no comprometida frente a la realidad social y política del país. Destacaba que rectores, decanos y profesores de otras universidades privadas (Jose Fernando Isaza, Francisco Piedrahita, Armando Carrasquilla, por ejemplo) sí tenían esa valentía y capacidad discursiva de generar y orientar opinión a pesar de los eventuales detractores. Lamentaba que aquí sólo se hablara de compromiso con el país y la región sólo en el discurso aislado del aula, y no se hiciera lo mismo de la universidad hacia afuera al momento de criticar y señalar las deficiencias de nuestra muy débil democracia y de nuestro aún más precario estado. Al momento de señalar injusticias y vicios en el estado y su dirigencia política y empresarial hemos pasado de agache generalmente.
Pues bien, ustedes me han dado un regalo insuperable con el excelente artículo publicado en SEMANA. Como miembro de la UAO me siento orgulloso de tener ahora un ejemplo para mostrar a mis estudiantes lo que significa realmente compromiso institucional social y político. La institución somos todos y ese pluralismo político implícito estaba en mora de mostrarse como diferenciador frente al hasta ahora no comprometido discurso de la UAO frente al país. Bravo!
Saludo Afectuoso
David
Cordial saludo Profesor Ayala.
Es importante que las voces de la academia se pronuncien sobre el acontecer de la vida nacional. Reciba nuestra voz de aliento en la importante labor que usted cumple desde sus dos blogs.
En nuestro blog, el de la Comunidad Sirirí, hemos publicado una entrada de esta opinión, dado el alto valor que para nosotros tiene la misma.
Nos gustaría que visitase nuestro blog y que, si así lo considera usted, nos permita seguir haciéndole mención en nuestro blog a sus publicaciones.
Nuestro correo electrónico es comunidadsiriri@gmail.com
Salud para usted profesor.
Hola. Quisiera comenzar destacando la importancia que desde la academia se generen este tipo de reacciones frente a las actitudes de la elite blanca y racista caleña. Me parece que Bourdieu no es un autor apropiado frente a Linda Martin Alcoff, Angela y Davis, Ochy Curiel, y en general el feminismo negro que articula en una perspectiva de interseccionalidad, las distintas opresiones y formas de dominación que se presentan en la realidad por motivos de raza, clase, genero, etc.
Igualmente, me parece que como análisis de clase, la fotografía permite pensar en la larga duración y en la herencia colonial en los estilos de vida de la elite caleña, de nuevo, como un fenómeno de la larga duración.
Reciban un cordial saludo
Anonimusa
Aunque este tipo situaciones continuamente son permisivas en nuestro medio, pues hace parte de la cultura de sometimiento impuesta históricamente por el sistema opresor, utilizando sus medios de desinformación, por lo tanto es justo que empecemos a mirarnos desde nuestros espacios para precisar y reflexionar del que hacer para no permitir que vulneren aún más nuestros derechos fundamentales. Gracias a la labor de sensibilización que esta ejerciendo la comunidad cirirí desde este medio alternativo.
Si alguien se identifica como anónimo debe ser porque debe esconderse. Conozco el caso al que hace referencia este anónimo y nada más lejos de la realidad. Pero como los hechos hablan por si solos, la justicia reinó.
Haciendo referancia al caso de QyB así como al anónimo publicado en esta página, es evidente que quien lo publicó solo quiere hacer daño a una persona y a una entidad de prestigio como son Nayiv Leyva y el Fondo Acción. Finalmente el proyecto al que se hace referencia tuvo que cerrarse debido a la negligencia del equipo ejecutor, del cual parece que hizo parte el anónimo que publica el comentario.
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