YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿DEGRADACIÓN O CONDICIÓN HUMANA?

Por Elizabeth Gómez Etayo y Germán Ayala Osorio,
Docentes Universidad Autónoma de Occidente

Varios estudios sociológicos consideran que la pobreza es una situación donde todos los derechos humanos están vulnerados. Es, entre otras, una prueba de hasta dónde resiste la condición humana circunstancias abiertamente indignas, pero que terminan aceptándose porque así lo dicta la economía del sistema mundo-capitalista o porque la solidaridad humana es escasa. Insistimos en que la condición humana tiene un lado perverso. Y es así porque exhibe una inteligencia arrogante, capaz de hacer sufrir a todo ser que respire y sienta en este mundo. Una inteligencia que si bien ha estado al servicio de la salud, de la guerra y de todo eso que llaman progreso, pocas veces ha estado al servicio de la felicidad.

La exclusión social y la inequidad en la distribución de los recursos son ambientes propicios para que la vida de los seres humanos cada vez valga menos. Aunque en la opulencia a la vida también se le pone precio, es en condiciones de pobreza y miseria, cuando ésta se subvalora de tal forma, que sólo alcanza notoriedad en los textos noticiosos, verdaderos obituarios en los que los pobres son importantes.
A diario conocemos distintos ejemplos de degradación humana que dan cuenta de ello, alimentando una bomba social cuya explosión se dilata, pero que se constituye en una amenaza latente. La pobreza no es la causa de la violencia, por supuesto que no. Es la riqueza concentrada y la inequidad en la distribución de los recursos lo que genera un odio social que nos está llevando a estos casos extremos de degradación humana. También la falta de una educación integral que nos prepare no sólo académica, sino humanamente para vivir en sociedad de manera solidaria. También contribuye a esta degradación, la promoción de una cultura banal donde se ha perdido el sentido de la vida como valor supremo.

Una industria cultural que empobrece la condición de la mujer al exhibirla como una mercancía, como un objeto sexual consumible al mejor postor; una publicidad que insiste en ponerla como objeto decorativo en eventos, fiestas, exposiciones; una cultura machista de la que hacen parte millones de mujeres, que crían hombres dependientes quienes esperan con ansia ser atendidos por mujeres (madres, hermanas, amigas) en disímiles prácticas sociales. Un Estado precario que sólo sirve a intereses privados, es también responsable de la debacle de una sociedad sin referentes morales y éticos que soporten las complejas condiciones económicas y culturales en las que el mundo entero sobrevive hoy.

El mes pasado en Bogotá un joven habitante de la calle agredió con ácido en el rostro a un hombre que se negó a darle una moneda. En Cali, un niño de 10 años mató a un joven de 14 años arrojándole una roca en su pecho. En Medellín un joven sicario es también estudiante de psicología, va y mata y vuelve a sus clases. En Antofagasta (Chile) un vallecaucano es asesinado a palazos por su jefe, luego de que el primero le pidiera un adelanto en el salario para celebrar sus 50 años, al parecer ambos estaban embriagados y comenzaron una riña que terminó en este crimen. En Quibdó dos niños de 10 y 12 años, fueron asesinados con golpes de piedras en la cabeza, el crimen no se ha esclarecido. En Bogotá un hombre asesinó a su exesposa, a su excuñada y al esposo de esta última, el agresor huyó en un taxi sin que aún se tengan pistas de él. También en Bogotá un hombre le disparó en el ojo a un taxista, argumentando que no estaba de acuerdo con la tarifa que éste le había cobrado.

Si hacemos un recorrido por el mundo, el panorama no es mejor. Los episodios del “bowling” en Estados Unidos, conocido como el “matoneo” en Colombia, siguen siendo tristemente noticia. Al igual que los casos de hombres en Europa que asesinan a personas masivamente, esto para hablar sólo del mundo occidental. Es posible que haya en todos estos episodios de violencia una triste condición humana de androginia, donde el ser humano es lobo para sus congéneres, como ya tempranamente lo anunciaba Thomas Hobbes, sin embargo, a pesar de esa condición netamente humana, creo que le cabe responsabilidad al Estado en garantizar condiciones para que esas situaciones funestas se puedan evitar y en caso de que la violencia sea extrema, entonces que haya controles pertinentes contra tales desafueros. En todo caso, lo que resulta más impactante son esos extremos se sevicia donde hasta los niños han participado. Los límites de lo permitido cada vez son más borrosos y nuestro proceso de civilización parece que fuera en retroceso.

Ha pasado el ser humano millones de años tratando de avanzar en un proceso largo de civilización, de autocontrol, de minimización de esa tensión natural que hay entre servir y dañar, entre acompañar y someter, entre amar para soñar y entre amar para anular, y aún no encuentra el camino para evitar estos episodios. Hay mucho por hacer, pero también hay que dar cabida a la posibilidad de que su condición de lobo sea insuperable.

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