Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Que en Colombia los gobiernos elijan una política de guerra o de diálogo, resulta apenas comprensible, en la medida en que la orientación ideológica del Presidente, como máximo responsable del orden público, le indique que uno u otro es el camino para alcanzar la paz.
Uribe Vélez y Santos Calderón eligieron el camino de la guerra. Cada uno con razones y acciones diferentes. El primero, usando el Estado para dar rienda suelta a su sed de venganza por la muerte de su padre y con el claro propósito de reducir la democracia a un gobierno autoritario, y el segundo, Juan Manuel Santos Calderón, apoyado en su condición de hijo de una élite a la que le conviene mantener el conflicto armado.
Antes de Uribe y de Santos estuvo Andrés Pastrana Arango, quien escogió el camino del diálogo, soportado en el clamor de millones de colombianos que le apostaron a la paz, a la negociación, a la salida negociada al largo conflicto armado interno que soportamos desde hace ya casi 50 años.
Claro que lo hizo desde sus particulares intereses, de allí que la paz y la fotografía al lado del entonces líder de las Farc, Manuel Marulanda Vélez las usó electoralmente para alcanzar la Presidencia. Fue, sin duda, un acto calculado, con una actitud electorera, que se convirtió en el primer error que afectó la confianza entre las Farc y el gobierno que Pastrana representaba.
No hubo ingenuidad en Pastrana al entregarle una porción del territorio colombiano a las Farc. Sin condiciones claras en el manejo de la zona de distensión y sin verificación alguna, el entonces Presidente internacionalizó el conflicto y golpeó la imagen de una guerrilla que era mirada en varios países del mundo como un ejército libertador.
Las Farc, por su parte, aprovecharon la oportunidad para reagruparse y prepararse para enfrentar el Plan Colombia, con el que Pastrana mantenía el apoyo político de las fuerzas armadas y el de la propia derecha, siempre en contravía de conversar con los alzados en armas. Se trataba de un juego a dos bandas. Hablar de paz, preparándose para la guerra.
Las Farc cayeron en el error de sobredimensionar el lugar que habían alcanzado al llegar a una instancia de diálogo, de la que hay que rescatar, justamente, los 12 puntos de la Agenda Común, resultado tangible de los fallidos diálogos de paz, que ‘Timochenko’ pide recuperar. Las Farc llegaron militar y políticamente fuertes, de allí la torpeza para entender que estaban ante una oportunidad de demostrarle y explicarle al mundo que las circunstancias que provocaron y legitimaron su levantamiento en armas, seguían vigentes en Colombia.
La búsqueda de la paz en Colombia ha estado sujeta, entonces, a una cadena de errores y a la exposición interesada de motivos individuales de varios Presidentes y gobiernos, lo que le ha quitado a la discusión ese sentido político (público), tan necesario para que la sociedad en su conjunto crea en los procesos, en los diálogos de paz.
Hay que insistir en dialogar con las Farc, así sea dentro o fuera del territorio colombiano. No hacerlo es someter al país a otros 40 años más de guerra, cuyos beneficiados seguirán siendo los mismos: fabricantes y vendedores de armas, helicópteros y pertrechos; narcotraficantes que mantienen viva la llama de la guerra; las fuerzas armadas colombianas que cada vez más exigen mayor presupuesto y garantías, políticas y jurídicas, para, supuestamente, atacar y vencer al enemigo; y sectores de la derecha, que claramente sacan provecho señalando como un riesgo mayúsculo insistir en la paz pues ello implicaría perder privilegios, a lo que históricamente han estado renuentes.
Entre tanto, las Farc pueden pasar otros 50 años más levantados en armas, pues cada vez más se constituyen en una empresa criminal que juega a la guerra, con los jugosos beneficios económicos que les deja el narcotráfico.
Santos está presionado a decirle no a un eventual diálogo con las Farc. Lo presiona una élite militar tropera, que sabe sacar frutos de la guerra; lo presiona la derecha, a la que pertenece, lo que se convierte en un asunto ideológico y político complejo a la hora de pensar qué es lo mejor para el país. Lo presionan los medios masivos, articulados como unidades de negocio, a los intereses económicos y políticos de sectores de derecha. De donde no recibe presión alguna el Presidente Santos es de la sociedad civil colombiana, cada vez más fracturada. Y menos presión recibe de los colombianos en su conjunto, puesto que la guerra, el conflicto armado, ha sido mirado y entendido como una externalidad, como un asunto marginal, que sucede allá, muy lejos, en las selvas.
Que en Colombia los gobiernos elijan una política de guerra o de diálogo, resulta apenas comprensible, en la medida en que la orientación ideológica del Presidente, como máximo responsable del orden público, le indique que uno u otro es el camino para alcanzar la paz.
Uribe Vélez y Santos Calderón eligieron el camino de la guerra. Cada uno con razones y acciones diferentes. El primero, usando el Estado para dar rienda suelta a su sed de venganza por la muerte de su padre y con el claro propósito de reducir la democracia a un gobierno autoritario, y el segundo, Juan Manuel Santos Calderón, apoyado en su condición de hijo de una élite a la que le conviene mantener el conflicto armado.
Antes de Uribe y de Santos estuvo Andrés Pastrana Arango, quien escogió el camino del diálogo, soportado en el clamor de millones de colombianos que le apostaron a la paz, a la negociación, a la salida negociada al largo conflicto armado interno que soportamos desde hace ya casi 50 años.
Claro que lo hizo desde sus particulares intereses, de allí que la paz y la fotografía al lado del entonces líder de las Farc, Manuel Marulanda Vélez las usó electoralmente para alcanzar la Presidencia. Fue, sin duda, un acto calculado, con una actitud electorera, que se convirtió en el primer error que afectó la confianza entre las Farc y el gobierno que Pastrana representaba.
No hubo ingenuidad en Pastrana al entregarle una porción del territorio colombiano a las Farc. Sin condiciones claras en el manejo de la zona de distensión y sin verificación alguna, el entonces Presidente internacionalizó el conflicto y golpeó la imagen de una guerrilla que era mirada en varios países del mundo como un ejército libertador.
Las Farc, por su parte, aprovecharon la oportunidad para reagruparse y prepararse para enfrentar el Plan Colombia, con el que Pastrana mantenía el apoyo político de las fuerzas armadas y el de la propia derecha, siempre en contravía de conversar con los alzados en armas. Se trataba de un juego a dos bandas. Hablar de paz, preparándose para la guerra.
Las Farc cayeron en el error de sobredimensionar el lugar que habían alcanzado al llegar a una instancia de diálogo, de la que hay que rescatar, justamente, los 12 puntos de la Agenda Común, resultado tangible de los fallidos diálogos de paz, que ‘Timochenko’ pide recuperar. Las Farc llegaron militar y políticamente fuertes, de allí la torpeza para entender que estaban ante una oportunidad de demostrarle y explicarle al mundo que las circunstancias que provocaron y legitimaron su levantamiento en armas, seguían vigentes en Colombia.
La búsqueda de la paz en Colombia ha estado sujeta, entonces, a una cadena de errores y a la exposición interesada de motivos individuales de varios Presidentes y gobiernos, lo que le ha quitado a la discusión ese sentido político (público), tan necesario para que la sociedad en su conjunto crea en los procesos, en los diálogos de paz.
Hay que insistir en dialogar con las Farc, así sea dentro o fuera del territorio colombiano. No hacerlo es someter al país a otros 40 años más de guerra, cuyos beneficiados seguirán siendo los mismos: fabricantes y vendedores de armas, helicópteros y pertrechos; narcotraficantes que mantienen viva la llama de la guerra; las fuerzas armadas colombianas que cada vez más exigen mayor presupuesto y garantías, políticas y jurídicas, para, supuestamente, atacar y vencer al enemigo; y sectores de la derecha, que claramente sacan provecho señalando como un riesgo mayúsculo insistir en la paz pues ello implicaría perder privilegios, a lo que históricamente han estado renuentes.
Entre tanto, las Farc pueden pasar otros 50 años más levantados en armas, pues cada vez más se constituyen en una empresa criminal que juega a la guerra, con los jugosos beneficios económicos que les deja el narcotráfico.
Santos está presionado a decirle no a un eventual diálogo con las Farc. Lo presiona una élite militar tropera, que sabe sacar frutos de la guerra; lo presiona la derecha, a la que pertenece, lo que se convierte en un asunto ideológico y político complejo a la hora de pensar qué es lo mejor para el país. Lo presionan los medios masivos, articulados como unidades de negocio, a los intereses económicos y políticos de sectores de derecha. De donde no recibe presión alguna el Presidente Santos es de la sociedad civil colombiana, cada vez más fracturada. Y menos presión recibe de los colombianos en su conjunto, puesto que la guerra, el conflicto armado, ha sido mirado y entendido como una externalidad, como un asunto marginal, que sucede allá, muy lejos, en las selvas.
Nota: publicada en www.nasaacin.org, http://www.nasaacin.org/attachments/article/3306/Apuntes%20sobre%20la%20paz%20en%20Colombia.pdf; y publicada en www.hechoencali.com, http://www.hechoencali.com/columnas/apuntes-sobre-la-paz-en-colombia/
5 comentarios:
Que elocuencia….!!!!!!
Je suis dáccord
JCN
Que elocuencia….!!!!!!
Je suis dáccord
JCN
Respetado Germán, reciba un Cordial Saludo. Me gustan sus interpretaciones, su lectura, me las he topado por azar.
Una cosa, sobre esta entrada: Al finalizarla, usted menciona que Santos tiene diversos flancos en que se halla presionado para no efectuar la posibilidad de diálogo con Las Farc, sino más bien cerrarse a la vía militar como única solución. Dice que el presidente no recibe presión por parte de la Sociedad Civil, pero discrepo en ese sentido en la medida que si los medios de comunicación "oficiales", amañados a intereses particulares, institucionales (entendiendo a estas instituciones como decadentes y enfermas representantes de lo que sería una verdadera democracia) también ejercen presión para un "no" a los diálogos, promoverán ese mismo sentido de presión, hacia la misma dirección, si no por toda la Sociedad Civil, por una gran porción de ella, la que carece de algo que debe ser bien fundamental en la formación Social, Intelectual, Humana: El Amor por la lectura, aprender a leer y escribir para aprender a Analizar, Interpretar y Comprender, sumado al menos a una pizca de formación en Ciencias Humanas (debería ser componente básico en la academia, fuere cual fuere el saber emprendido)...
Dicha carencia, motiva la ausencia de criticidad, lo que conlleva a "tragar entero" ante lo que dichos medios ofrecen en su quehacer. Basta con leer Semana o cualquier periódico nacional, y dirigirse a los comentarios de los lectores, allí se destila, de manera constante, un belicismo tremendo, adjetivando al adversario, proponiendo soluciones "prácticas" y carentes de reflexión que sólo se proponen desde el lenguaje de la guerra, de la vía armada, donde aún se cree en ese juego del "bien y el mal", demasiado mesiánico, porque de antemano postulan al Estado como bondadoso y al otro lado como el tiránico. Particularmente, aclaro, estoy alejado de las dos posturas, por tanto, no favorezco ni a Guerrilla ni a Gobierno (mucho menos a las fracciones paraestatales existentes amén de diversos gobernantes corruptos y de los mismos vacíos estatales-decadencia institucional), y por ello creo que ese juego de "buenos y malos" es una lectura muy facilista en este panorama. Usted bien lo ha expresado, leo que su postura trata de ser Imparcial, analítica, crítica, porque pone en cuestión a los dos bandos que nuestra historia estructural nos muestra. Felicitaciones por ello.
Éxitos Constantes.
Me eh quedado muy satisfecho con las lecturas . Esto me da mas énfasis.
Uribinho:
La pasa en Colombia, han considerado los políticos, se puede lograr por decreto. Vaya ironía. La paz es una construcción social permanente de todos con todos. Todos los gobiernos ha desperdiciado su cuarto de hora en este tema. Creo que Juanma no va a ser la excepción.
Un abrazo,
Luis F.
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