Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En reciente carta, el jefe máximo de las Farc, Timoleón Jiménez, invita a Santos a pensar en establecer una mesa de diálogo con el propósito de discutir asuntos como privatizaciones y la entrega de recursos del Estado a grandes multinacionales.
En la misiva se lee: “De estos y similares asuntos, con participación activa de los afectados, nos interesa tratar en una hipotética mesa de conversaciones. De cara al país. Poner en cuestión las privatizaciones, la desregulación, la libertad absoluta de comercio e inversión, la depredación ambiental, la democracia de mercado, la doctrina militar. Retomar la Agenda que quedó pendiendo en El Caguán. El gobierno del que usted hizo parte, se negó a abordarla diez años atrás, condenándonos a todos a esta Troya sangrienta que sin toma de Ilión se apresta a repetirse”(1)
Los temas que el líder guerrillero propone son asuntos públicos que deben considerarse como vitales para avanzar en la consolidación de un Estado responsable de construir una sociedad justa.
El máximo jefe de las Farc no hace otra cosa que poner en cuestión asuntos que la acomodada prensa colombiana es incapaz de proponer en sus reducidas agendas mediáticas. Escogen el camino más fácil: informar sobre la violencia citadina, uno que otro desfalco, problemas pasionales, y accidentes de tránsito, entre otros.
Y en cuanto a la fragmentada sociedad civil, ésta apenas si alcanza a percibir lo que sucede con los recursos de la Nación, con las regalías, con los parques nacionales naturales, con los ríos, con los mares y con zonas biodiversas, maltratadas por mineros, madereros y palmicultores, entre otros.
Discutir esos temas de cara al país debe ser una prioridad para un gobierno que esté verdaderamente comprometido con el presente y el futuro de este país. Es claro que Santos no lo hará, porque él no está dispuesto a tocar élites regionales que se han enquistado en el Estado y que lo han sometido a sus intereses.
Pero no podemos negar que al guerrillero le cabe razón. Acá en Colombia avanza con mayor fuerza la concentración de la riqueza en manos de terratenientes, de multinacionales, de empresas que explotan oro, carbón y palma africana; avanza, igualmente, una profunda depredación ambiental que irrespeta y viola los derechos y los proyectos de vida de indígenas, afrocolombianos y campesinos, así como la calidad de vida de millones de colombianos que habitan en ciudades y pueblos.
Ahora bien, el guerrillero exige la discusión de unos temas, pero también hay que proponerle otros que tocan directamente los intereses y las actuaciones de la organización ilegal que representa. Como por ejemplo, la liberación de los secuestrados, la penetración del narcotráfico en las entrañas de las Farc. También la depredación de las selvas colombianas, de la que las Farc son responsables. De la apropiación de dineros públicos en varios municipios y de las empresas de fachada que apoyan su lucha, entre otros temas.
Para superar el conflicto armado interno colombiano es claro que hay que develar a quienes desde distintas áreas y desde distintos lugares de poder, legales e ilegales, vienen contribuyendo a la profundización y a la ampliación del conflicto colombiano.
Es claro que ello no va a pasar, porque detrás hay una mezquina y perversa condición humana de la que también hacen parte alias ‘Timochenko’ y el propio Juan Manuel Santos Calderón. No es posible hablar claro cuando de por medio están poderosos agentes y actores económicos, políticos y militares.
¿Por qué no volver sobre los 12 puntos de la Agenda Común? ¿Por qué no aceptar que el Estado colombiano requiere de profundas transformaciones? ¿Por qué no insistir de verdad en resolver el problema agrario sobre el que se sostiene el conflicto armado interno en Colombia? ¿Por qué no empezar a tocar intereses de poderosas élites regionales?
(1). Tomado de http://www.farc-ep.co/?p=971
En reciente carta, el jefe máximo de las Farc, Timoleón Jiménez, invita a Santos a pensar en establecer una mesa de diálogo con el propósito de discutir asuntos como privatizaciones y la entrega de recursos del Estado a grandes multinacionales.
En la misiva se lee: “De estos y similares asuntos, con participación activa de los afectados, nos interesa tratar en una hipotética mesa de conversaciones. De cara al país. Poner en cuestión las privatizaciones, la desregulación, la libertad absoluta de comercio e inversión, la depredación ambiental, la democracia de mercado, la doctrina militar. Retomar la Agenda que quedó pendiendo en El Caguán. El gobierno del que usted hizo parte, se negó a abordarla diez años atrás, condenándonos a todos a esta Troya sangrienta que sin toma de Ilión se apresta a repetirse”(1)
Los temas que el líder guerrillero propone son asuntos públicos que deben considerarse como vitales para avanzar en la consolidación de un Estado responsable de construir una sociedad justa.
El máximo jefe de las Farc no hace otra cosa que poner en cuestión asuntos que la acomodada prensa colombiana es incapaz de proponer en sus reducidas agendas mediáticas. Escogen el camino más fácil: informar sobre la violencia citadina, uno que otro desfalco, problemas pasionales, y accidentes de tránsito, entre otros.
Y en cuanto a la fragmentada sociedad civil, ésta apenas si alcanza a percibir lo que sucede con los recursos de la Nación, con las regalías, con los parques nacionales naturales, con los ríos, con los mares y con zonas biodiversas, maltratadas por mineros, madereros y palmicultores, entre otros.
Discutir esos temas de cara al país debe ser una prioridad para un gobierno que esté verdaderamente comprometido con el presente y el futuro de este país. Es claro que Santos no lo hará, porque él no está dispuesto a tocar élites regionales que se han enquistado en el Estado y que lo han sometido a sus intereses.
Pero no podemos negar que al guerrillero le cabe razón. Acá en Colombia avanza con mayor fuerza la concentración de la riqueza en manos de terratenientes, de multinacionales, de empresas que explotan oro, carbón y palma africana; avanza, igualmente, una profunda depredación ambiental que irrespeta y viola los derechos y los proyectos de vida de indígenas, afrocolombianos y campesinos, así como la calidad de vida de millones de colombianos que habitan en ciudades y pueblos.
Ahora bien, el guerrillero exige la discusión de unos temas, pero también hay que proponerle otros que tocan directamente los intereses y las actuaciones de la organización ilegal que representa. Como por ejemplo, la liberación de los secuestrados, la penetración del narcotráfico en las entrañas de las Farc. También la depredación de las selvas colombianas, de la que las Farc son responsables. De la apropiación de dineros públicos en varios municipios y de las empresas de fachada que apoyan su lucha, entre otros temas.
Para superar el conflicto armado interno colombiano es claro que hay que develar a quienes desde distintas áreas y desde distintos lugares de poder, legales e ilegales, vienen contribuyendo a la profundización y a la ampliación del conflicto colombiano.
Es claro que ello no va a pasar, porque detrás hay una mezquina y perversa condición humana de la que también hacen parte alias ‘Timochenko’ y el propio Juan Manuel Santos Calderón. No es posible hablar claro cuando de por medio están poderosos agentes y actores económicos, políticos y militares.
¿Por qué no volver sobre los 12 puntos de la Agenda Común? ¿Por qué no aceptar que el Estado colombiano requiere de profundas transformaciones? ¿Por qué no insistir de verdad en resolver el problema agrario sobre el que se sostiene el conflicto armado interno en Colombia? ¿Por qué no empezar a tocar intereses de poderosas élites regionales?
(1). Tomado de http://www.farc-ep.co/?p=971
1 comentario:
Germán,
Muy de acuerdo con estos comentarios que haces relacionados con la propuesta de Timochenko, y con los temas de una agenda política, económica y social que debe abrirse y discutirse en Colombia. Seguimos por el camino del consumismo y de la depredación ambiental y entregándole el país a las multinacionales.
Acabo de llegar de Cuba y verdaderamente toma uno conciencia de que, si no hay publicidad comercial en las calles, en los periódicos, en la radio, en la televisión, la gente no está cotidianamente y constantemente pensando en lo infeliz que es por todo lo que no tiene y presionada para tener y comprar y entonces “ser feliz”. Allá se disfruta más de la vida, de la cultura, de la conversación.
Claro está que en Cuba hay la publicidad política por todos lados. No todo es color de rosa. Pero lo cierto es que Cuba le puede enseñar mucho al mundo, sobre otras formas de vivir.
Este sistema capitalista depredador en el que vivimos no puede conducir a otra cosa sino a la autodestrucción, por el simple beneficio de unos pocos que manejan las multinacionales ricas (y también las nacionales).
Cordial Saludo,
E.
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