Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La historia de Colombia está, de tiempo atrás, signada por la violencia y por sucesos que claramente confirman que el proceso civilizatorio afronta graves problemas para extenderse y ser aceptado por todos y por cada uno de los colombianos. Por momentos, pienso que hemos fallado como sociedad, como Estado y como nación.
Con un Estado débil, una democracia formal y electoral, una sociedad civil fragmentada y una sociedad llena de incertidumbres y miedos, Colombia se inserta en una globalización económica que encubre los graves problemas que como Nación arrastramos históricamente.
A lo anterior, se suma un modelo educativo en crisis, que deja a millones de estudiantes a merced de la televisión y del uso a discreción de las tecnologías informáticas y de la propia red Internet. Millones de colombianos se enfrentan a una exagerada avalancha de información, sin herramientas conceptuales y metodológicas para procesar datos y hechos que a diario navegan en la red.
Pero hay un espacio que en particular puede inducir a millones de colombianos, estudiantes, amas de casa, empleados de diverso tipo y ciudadanos en general, a incorrectas interpretaciones sobre hechos de las múltiples violencias que azotan a Colombia. Ese espacio es la televisión.
La triada
Existe una triada que muchos no consideran a la hora de mirar y consumir la oferta cultural de canales privados como Caracol y RCN televisión: Medios o industria, Anunciantes y Anunciantes.
Esa misma triada puede resultar clave para explicar lo que viene sucediendo con la serie Tres Caínes. Dedicaré esta columna a los dos últimos actores de esa triada.
Entre el lunes 18 y el martes 19 de marzo de 2013, las marcas Falabella, Auteco, Nivea y Winny[1] retiraron o por lo menos anunciaron el retiro de sus comerciales de la criticada serie Tres Caínes. Se trata de tres pautas de considerable peso económico, lo que debe servir para que el canal RCN tenga en cuenta a las audiencias que vienen protestando por el manejo ahistórico, acrítico e irresponsable que el libretista de los Tres Caínes, Gustavo Bolívar, le viene dando al fenómeno paramilitar.
No estamos ante un simple retiro de unos anunciantes. Estamos ante un hecho que claramente puede significar el inicio de unas nuevas relaciones entre la industria del entretenimiento (medios informativos, cine y televisión), los anunciantes y por supuesto, las audiencias.
La toma de conciencia, un poco tardía, de los gerentes o responsables directos del posicionamiento de dichas marcas comerciales, debe servir para que canales privados como RCN Televisión, en adelante tengan en cuenta la creciente toma de conciencia de miles de colombianos que rechazan de manera abierta producciones que hacen apología al delito, al crimen y exaltan a criminales como en Tres Caínes y Escobar, el Patrón del Mal, para nombrar solo estas dos recientes.
El rechazo a la serie Tres Caínes ha sido evidente no sólo en las redes sociales, Facebook y Twitter, sino en espacios de opinión de periódicos y de revistas como Semana, que dedicó su espacio Semana en Vivo, a dicha producción. Las críticas a la serie televisiva llueven como las balas que disparan los victimarios que la serie convierte, con el paso de los capítulos, en héroes, en modelos a seguir.
Estamos, insisto, ante un fenómeno de movilización social, de una nueva forma de acción colectiva que debe crecer en la medida en que se evidencia, en quienes hoy movilizan a la opinión pública, una postura ética y política frente a la forma ligera e irresponsable como la televisión colombiana, a través de los canales RCN y Caracol, viene contando episodios y hechos del conflicto armado interno y de las múltiples violencias que azotan a Colombia.
En hora buena cientos de colombianos empiezan a entender que en esa triada están sus intereses, bien como productores, guionistas y actores de televisión, como públicos consumidores (audiencias) y como anunciantes, que buscan posicionar una marca o un servicio.
Todos somos responsables de la construcción o no de una opinión pública capaz de comprender el devenir de la violencia colombiana. Los anunciantes lo son en la medida en que al apoyar cierta clase de productos comunicativos, de esa manera están mandando mensajes claros y definitivos a sus consumidores habituales y a los que puedan convencer al exponerse tanto a la pauta, como al programa televisivo. Por su parte, las audiencias son responsables en la medida en que no pueden consumir de manera ingenua series televisivas que tergiversan el complejo contexto colombiano, en especial lo que concierne con los actores armados. Cuando esas audiencias rechazan la novela o la serie de televisión, de inmediato lo que deben hacer es rechazar y si es el caso, boicotear el consumo de los productos que ofrecen los anunciantes que pautan en los privilegiados y costosos espacios publicitarios que se abren con producciones ‘exitosas’ como Tres Caínes.
[1] Información tomada de Twitter, entre las horas de la mañana y las dos de la tarde. En Facebook la página es: https://www.facebook.com/pages/Noen3caines/490599870999308?fref=ts
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