Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Investido
ya como Presidente-candidato, Juan Manuel Santos buscará no sólo reelegir sus
políticas, sino lograr que se pacte el final del conflicto armado con las Farc.
A juzgar por las encuestas, no será fácil alcanzar la reelección, pero como
Presidente-candidato tiene todo para alcanzarla, a pesar de la existencia de la
llamada ley de garantías. Le tocará apelar a las mismas estrategias que usó
Uribe Vélez cuando se reeligió para el periodo 2006-2010. Como Presidente y
máxima autoridad administrativa y política, Santos sabrá y deberá persuadir a los congresistas que hacen
parte de la llamada Unidad Nacional. Y la mejor forma de hacerlo es atender sus
apetitos burocráticos. Esa misma estrategia la deberá aplicar a los sectores
económicos privados, ofreciendo nuevos contratos y manteniendo o ampliando
privilegios.
Los
colombianos estamos frente a un inusual escenario electoral. Y no tanto por la
figura de la reelección, que poco a poco se gana un lugar en los imaginarios y
en las representaciones que los colombianos tienen hoy en torno al ejercicio de
la política y del poder político. Lo que le da ese toque especial las
elecciones de 2014 es precisamente la paz y en concreto, la continuidad del
proceso de paz de La Habana.
Con
todo y ello, la consecución de la paz no recae de manera exclusiva en el
Presidente, a pesar de que en campaña deberá, ahora sí, apersonarse del asunto
y agitar las banderas de la reconciliación, del fin del conflicto, junto con la
idea que lanzó ayer 20 de noviembre en su alocución, cuando señaló que “la paz es la mejor seguridad, es la
definitiva”. Poner fin al conflicto, a través de la firma de un pacto de
paz entre las Farc y el Gobierno de Santos, depende también de las Farc y de
las Fuerzas Militares. Por ello es tan importante que el Presidente lidere la
búsqueda de un cese bilateral del fuego, ojalá con veeduría internacional y
evitar de esta manera que la campaña electoral transcurra en medio de combates
y del derramamiento de sangre.
Si
Santos, como Presidente-candidato logra un cese bilateral del fuego, la
derecha, encarnada en el insepulto partido Conservador y los seguidores de
ultraderecha que confluyen en el Uribe Centro Democrático (UCD), se quedarán
sin argumentos políticos para atacar el proceso de negociación que se adelanta
en Cuba. Así, con toda firmeza, el Presidente-candidato deberá someter a los
sectores castrenses que se oponen a un cese bilateral del fuego. Y el primer
paso que debería de dar es ponerle bozal a su ministro de la Defensa.
Por
el lado de las Farc, su dirigencia debe asumir con madurez el rol
político-electoral del Presidente-candidato e insistir en la firma de un cese
bilateral al fuego. Y debe, además, invitar a sus bases sociales, a votar por
Santos, para asegurar que el proceso de negociación se convierta en un plebiscito
por la paz.
De
esta manera, Farc y Fuerzas Militares jugarán el rol de ‘jefes de debate’ de un
enrarecido ambiente electoral, dado el nivel de polarización social y político
que vive el país en torno a la dicotomía Paz-Guerra. Timoléon Jiménez y los
miembros de la cúpula de las Farc deberán demostrar que tienen pleno control de
sus frentes, despejando así las dudas de que efectivamente las Farc es una
organización monolítica; y del lado de Santos, deberá demostrar que
efectivamente las fuerzas militares y de policía están verdaderamente sometidas
al poder civil y en particular, que obedecen a plenitud a su comandante en
jefe, el hoy Presidente-candidato.
Como
nunca antes, ponerle fin al conflicto armado, a través de un proceso de
negociación, está sujeto no sólo a la reelección de un Presidente, sino en
manos de los líderes de los ejércitos enfrentados, especialmente en cabeza de
quienes ejercen como comandantes.
En
esa vía, los negociadores sentados en La Habana deberán acelerar las
discusiones y avanzar en los puntos de la Agenda. Las Farc y su avanzada en La
Habana y el Gobierno y sus negociadores tienen en el escenario electoral la
oportunidad de lograr un mayor consenso social y político en torno al proceso
de negociación. Ponerle fin al conflicto armado debe ser una bandera gigante
con la que el Presidente-candidato arrope y dé cobijo a temas y asuntos que le
sirven a sus opositores políticos para atacarlo.
Adenda: el Polo Democrático Alternativo (PDA) y en
general la izquierda, se equivocan al no apoyar la reelección de Santos. Dadas
las delicadas circunstancias políticas y electorales, no se puede estar de
acuerdo con la paz, y decirle no a la reelección de quien se atrevió a hablar
de paz, cuando los guerreros y guerreristas lograron, durante ocho años,
entronizar en millones de colombianos, el discurso de la guerra. Y no se trata
de defender los desastres socio ambientales generados por la locomotora minera
del gobierno de Santos, simplemente reconocer que la prioridad es ponerle fin al
conflicto armado.
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