YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 7 de marzo de 2014

BUENAVENTURA: EL COLAPSO DEL ESTADO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Los más recientes hechos de barbarie ocurridos en Buenaventura permiten pensar y señalar que el Estado local colapsó. Pero el derrumbe del Estado local se produce y su carácter de Estado fallido se alcanza, en un complejo contexto social, político, cultural e institucional, en el que hay un ethos mafioso que penetró el Estado regional, el Valle del Cauca, y por supuesto, al Estado nacional centralizado, que de tiempo atrás han dado la espalda al principal puerto sobre el Pacífico.

Hay sectores de la ciudad-puerto que son tierra de nadie, en los que la autoridad y el poder están en manos de paramilitares, bandas criminales, sicarios, pandillas y toda suerte de criminales que actúan confiados, porque saben que las autoridades estatales, por acción u omisión, cohonestan con sus acciones.

Las recientes expresiones de violencia y barbarie son resultado del abandono, la desidia, la corrupción y la falta de Estado, cuyos responsables están dentro de la misma jurisdicción del puerto y por fuera de esta. También son resultado de un proceso histórico de exclusión y discriminación de los bonaerenses, porque son afrocolombianos. Algunos responsables: los miembros de la  élite empresarial y política de la ciudad, del departamento del Valle del Cauca y del Gobierno Central. Todos juntos, a través de diversos discursos y acciones, consideran a Buenaventura como un simple atracadero de barcos, razón esta para desestimar y desechar la vida, los anhelos y los problemas de la gente que vive en la ciudad-puerto.

A ello hay que sumarle que esas mismas élites y autoridades estatales sienten un evidente desprecio por la cultura afro y por esa vía, logran estigmatizar y discriminar a la  población negra que habita en el puerto. Hay un trasfondo identitario en el que aquellos que se consideran ‘blancos’, sueñan  con poder sacar a los afrocolombianos no sólo del municipio, sino del Pacífico colombiano. Como no han podido lograr ese cometido, entonces, simplemente las autoridades locales, regionales y nacionales, y la débil sociedad civil porteña, dejan que los violentos actúen para que el país siga sin entender qué es lo que realmente pasa en el Puerto de Buenaventura. De igual manera, hacen que la corrupción y la desidia colmen la paciencia de sus habitantes, o que simplemente las grandes mayorías se acostumbren al ethos mafioso con el cual la gestión pública (local, regional y nacional) aparece para medio manejar los asuntos del Puerto.

Para enfrentar la barbarie de los últimos días, el Gobernador del Valle propuso la militarización de la ciudad. Anuncio inútil e irresponsable, pues la presencia de policías y militares poco ha servido para frenar asesinatos. Baste con recordar los enfrentamientos armados entre los llamados ‘Los Gaitanistas’ de la Comuna 4 y ‘Los Urabeños’. Allí hacía presencia la Policía y nada se hizo para evitar lo que finalmente sucedió.



El contexto ayuda

Situada en un territorio rico en madera y oro, entre otros recursos, y lugar de tránsito de mercancías y productos legales e ilegales, Buenaventura soporta los más disímiles impactos de fuerzas que se disputan el control no sólo de territorios y actividades económicas dentro del Puerto, sino a lo largo y ancho del Pacífico colombiano.

Los vacíos de poder que  el Estado ha dejado bien por su inoperancia, ineficiencia o por su total ausencia, han sido llenados o aprovechados por actores políticos y disímiles actores armados que  se disputan el control de las finanzas públicas y de los recursos de la biodiversidad, al tiempo que se constituyen en referentes de orden para muchos ciudadanos y grupos de la sociedad civil porteña, que por la fuerza de las circunstancias, terminan por aceptar modos de autoridad y ejercicios de poder distintos a los que pueden venir de un Estado consolidado y legítimo. Es decir, el Puerto de Buenaventura es un escenario de disputa entre actores políticos y armados, que se mueven entre la legalidad y la ilegalidad. De allí que no sea fácil reconocer quiénes hacen parte del Estado y quienes están por fuera de la ley.

Pero los graves episodios de violencia que de tiempo atrás se viven en la ciudad portuaria y la inmensa brecha social que existe entre unos pocos que tienen todo y unas mayorías que tienen poco, no constituyen una vergüenza para la institucionalidad estatal, por cuanto desde las mismas instancias estatales y los discursos de una cultura ‘blanca’ dominante, se señala que esas circunstancias de violencia y extrema pobreza, están íntimamente relacionadas con las prácticas culturales de una población afro, lo que de inmediato naturaliza la violencia y la pobreza que de tiempo atrás exhibe el Puerto y su gente.


Las autoridades locales y departamentales no han dimensionado que Buenaventura es el epicentro de unas luchas intestinas entre actores políticos y armados, en un contexto de profunda anomia social  y el colapso del Estado local. Por ahora, y más por la acción mediática, Buenaventura seguirá siendo noticia y preocupación por unos días. Pasado el tiempo, el Puerto y su gente seguirán a la deriva por cuanto el Estado, en ese territorio, hace rato colapsó. 


Imagen tomada de elespectador.com

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