Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Las
circunstancias contextuales en las que la política cobra vida y sentido en
Colombia convierten a ciertos personajes públicos en referentes sociales y
políticos. En líderes. Eso sí, hay que decir que dichos liderazgos no siempre
resultan positivos para una sociedad que deviene en crisis, justamente porque
no cuenta con líderes capaces de jalonar cambios que beneficien a las grandes
mayorías. Se trata de líderes mesiánicos, autocráticos, megalómanos y enemigos
de la discusión pública de sus actos y de asuntos públicos.
Uribe
Vélez es uno de esos líderes políticos que exhibe y ejerce un liderazgo
negativo, en especial para los asuntos que gravitan en torno a la búsqueda del
fin del conflicto armado interno, la consecución de la paz y el establecimiento
de escenarios de posconflicto reales, sólidos y legítimos.
Al
negar la existencia del conflicto armado interno a través de su Política
Pública de Defensa y Seguridad Democrática, Uribe no solo acomodó a sus
intereses personales y a su perfil autocrático la historia de la guerra
interna, sino que impuso una racionalidad violenta que bien supo encubrir como
democrática, gracias a los medios de comunicación y a la crisis política e
ideológica de los partidos políticos tradicionales que lo acompañaron en la
conquista del poder político.
La
vigencia política de Uribe se explica hoy más por sus declaraciones
altisonantes en el marco de un odio visceral contra quien supo aprovecharse de
su popularidad, para luego convertirse en Presidente, haciéndose elegir con las
banderas de la seguridad democrática. Claro está que dicha vigencia también se
explica porque ser ex presidente en Colombia aún tiene un peso importante en
una sociedad mediatizada, que no ha sido capaz de olvidarse de sus ex
mandatarios para dejar que la historia de sus actos los consuma en un urgente y
necesario olvido público. Y ahora, como senador de la República, mantiene la
atracción de los reflectores que compiten con la luminosidad que emana su
incontrastable ego.
A
pesar de que ha perdido popularidad y que su imagen desfavorable[1] por
primera vez en muchos años de activismo político supera la favorable, su nombre
no solo aparece para hablar de o para perpetuar la guerra, sino que ahora
debería contar para la paz que se construye en La Habana, a juzgar por lo dicho
por Álvaro Leyva.
El
ex ministro Leyva dijo en una entrevista que no es posible hacer la paz sin
Uribe. Y así quedó registrado en el título periodístico: “Una paz sin Uribe no es posible”[2]. El
contexto de la frase de Álvaro Leyva es
este: “Esta etapa que resta debe ser más incluyente. Y por eso lo
digo en la carta. Mi anhelo es que la paz sea una política de Estado y que como
tal se integre al expresidente Álvaro Uribe. A este gobierno se le olvida que
fue uribista, todos en el Ejecutivo fueron uribistas, el Congreso fue uribista,
entonces no tiene sentido que permanentemente se viva acorralándolo. Mi
invitación es a la verdad y a que se convoque a todos. Los procesos que han
tenido éxito, como el del M-19, es porque se ha convocado a todos. El Gobierno
debe saber que una paz sin Uribe no es posible y que mientras se habla de paz
en La Habana, no se puede andar en esa especie de pugilato en el país”.
Días después, aparece la declaración de ‘Timoleón
Jiménez’ o ‘Timochenko’. En su comunicado, señala que “el problema no está en que el señor Uribe y el resto de la
caverna se pongan bravos frente a la posibilidad de avanzar camino hacia la
paz. Ellos han estado bravos y haciendo la guerra siempre. La cuestión no es
temer a sus reacciones, sino hacer a un lado y aislar sus posiciones extremas.
Y para ello es necesario romper definitivamente con ellos. Pese a haberse
reelegido con la bandera de la paz, venciéndolos en las urnas, el Presidente
continúa siendo vacilante”[3].
De inmediato, la prensa bogotana[4]
puso sobre el comunicado del líder fariano el manto de lo noticioso, para
insistir en el escenario de polarización que vive el país entre paz y guerra,
entre Santos y Uribe. Es decir, ahora el país parece que va a discutir si dejar
a Uribe por fuera del proceso de paz, de la negociación, o si llamarlo para que
haga parte de un proceso que debería de contar con el respaldo de todos los
colombianos, pero ello no implica necesariamente que deba contarse con Uribe.
Previo a los comentarios de Leyva y ‘Timochenko’, Santos invitó a Uribe a la
Casa de Nariño para que conversaran de paz. Uribe no contestó.
En
estos dos años de negociaciones el país tiene claro que ponerle fin al conflicto
armado interno y consolidar la paz en escenarios ciertos de posconflicto, ha
implicado, implica e implicará recorrer caminos plagados de obstáculos y de
enemigos que acechan a los lados.
Dejar
por fuera o contar con Uribe para negociar la paz, en particular con las Farc,
pasa por reconocer no solo su condición de ex presidente y líder político (así sea negativo), sino por
considerar de manera clara el poder que como hacendado tiene y ejerce sobre
actores y sectores económicos de una sociedad civil que apoyó de manera clara
el paramilitarismo. Además, no olvidemos que Uribe inspira aún a militares y
policías activos y retirados, que bien podrían mañana torpedear la
implementación de lo acordado en La Habana, a través de la conformación de nuevos ejércitos privados.
Creo
que a Uribe le interesa mantenerse en su condición de opositor y enemigo del
proceso, porque la guerra que libró contra las Farc le dio óptimos resultados
electorales. Y él está preso de esa condición. Su popularidad, aunque
debilitada, está soportada en una doble condición: como guerrero y guerrerista
y como “víctima” directa de las Farc.
Por
eso, él mismo decidió quedarse por fuera. Por eso, el llamado que hace Álvaro
Leyva quedará mas como un saludo de reconciliación y de buenas intenciones del
ex ministro, que como una condición determinante para ponerle fin al conflicto
y consolidar escenarios de paz.
Y
en cuanto a la “petición” de ‘Timochenko’, esta debe entenderse realmente como
una crítica válida contra el presidente Santos, que habla de paz y de
reconciliación, mientras insiste en un modelo de desarrollo extractivo no
sustentable y extiende en el tiempo la concentración de la tierra en pocas
manos, circunstancia esta que precipitó el levantamiento armado en los años 60
y que permitió calificar como agrario a este largo y degradado conflicto
armado.
Uribe
decidió hace rato quedarse por fuera de la negociación y de cualquier discusión
sobre la paz. Y lo hizo, porque él, a través de terceros, buscará llegar al
poder bien para mantener el conflicto armado, o para lograr una paz que solo lo
beneficie a él y a sus áulicos.
Imagen tomada de www.las2orillas.com.co
[2] Tomado de http://www.semana.com/nacion/articulo/alvaro-leyva-una-paz-sin-uribe-no-es-posible/406572-3
[3] Tomado de http://farc-ep.co/?p=3971
[4] La revista Semana tituló así lo
dicho por el máximo comandante de las Farc: ‘Timochenko’ le pide a Santos
“aislar” a Uribe (sic). http://www.semana.com/nacion/articulo/timochenko-le-pide-juan-manuel-santos-aislar-alvaro-uribe-velez/406731-3;
EL TIEMPO, por su parte, tituló el hecho de esta manera: Que Santos ‘aísle
posiciones extremas’ del Uribismo: Timochenko (sic). http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/comunicado-de-timochenko-a-juan-manuel-santos/14727975
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