Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Antes del medio día del 18 de noviembre de 2014, las
Farc reconocieron que el General Alzate Mora está en su poder. Así se lee en el
comunicado emitido por la agrupación armada: “El día 16 de noviembre, a eso de las 15:00 horas, unidades guerrilleras
pertenecientes al Bloque Iván Ríos de las FARC-EP, en ejercicio de sus tareas
de seguridad, interceptaron, en uno de los retenes móviles que mantienen a
orillas del río Atrato, el bote en que se trasladaba el señor Brigadier
General del Ejército Nacional, en servicio activo, Rubén Darío Alzate Mora,
comandante de la denominada Fuerza de Tarea Conjunta Titán que opera en
esta zona del país. En compañía del general Alzate viajaban el cabo segundo del
Ejército Jorge Contreras Rodríguez y la señora Gloria Urrego, abogada al
servicio de la mencionada unidad militar. Una vez identificados
plenamente, pese a vestir ropas civiles, los tres fueron capturados por nuestras
unidades, en razón a que se trata de personal militar enemigo, que se mueve
en ejercicio de sus funciones, en área de operaciones de guerra”[1].
A pesar de confirmar la retención del alto oficial,
continúan las dudas y las especulaciones sobre la presencia del General Alzate
y de sus acompañantes en el caserío Las Mercedes, área rural de Quibdó. El
propio alias Pablo Catatumbo, desde La Habana, instaba al ministro de la
Defensa, Juan Carlos Pinzón a que le explique al país qué hacía Alzate Mora en
la zona.
De esta manera, las Farc, al justificar y asumir la
responsabilidad de la retención, captura o secuestro, según la perspectiva
ideológica desde donde se asuma la lectura del hecho de guerra, devuelven el
balón al Gobierno. Ahora, corresponde al Gobierno y a su equipo negociador dar
el paso siguiente, que no debería de ser otro que continuar con los diálogos y
rápidamente llegar a un cese bilateral del fuego. Será difícil superar la
actual coyuntura política y militar, sin duda, la más difícil que en dos años ha enfrentado el proceso.
Veamos los siguientes elementos de juicio, de cara a
comprender qué significa lo que está sucediendo y qué puede pasar con los
diálogos de La Habana: en primer lugar, al mantenerse las dudas sobre la
presencia de Alzate Mora en una zona en disputa, Santos deberá actuar con total
firmeza frente a los generales que hacen parte de la cúpula militar. Es claro
que hay información de inteligencia militar que no conocen el Presidente y su
ministro de la Defensa. Se especula que el General estaría en actividades
tendientes a facilitar la desmovilización[2]
de guerrilleros. Si esto es cierto, dichas gestiones se estarían haciendo sin
el consentimiento y/o conocimiento del Presidente.
Esa circunstancia pone en riesgo la unidad de mando,
que de tiempo atrás deviene fracturada por cuenta de oficiales que extrañan a
Uribe como su líder político-militar. Se trata de un sector importante de las fuerzas armadas y en
particular de las fuerzas militares que desconoce la autoridad de Santos y que
se mantiene afecta a la figura de Uribe. Las filtraciones de información de
inteligencia, como coordenadas de operativos para la extracción de comandantes
guerrilleros, que debían viajar a Cuba y los datos que daban cuenta del
“secuestro” de Alzate Mora, constituyen hechos claros de que Uribe funge como
una especie de comandante en la sombra. Esas filtraciones no responden a un
simple ejercicio de simpatía hacia el ex presidente. Por el contrario, se trata
de una manera de desafiar la autoridad de Santos como jefe supremo de las
fuerzas armadas.
Este asunto, independientemente de si se logra la
liberación del General y de sus acompañantes, debería ocupar la atención del
Presidente. Si de verdad tiene voluntad de paz, debe sacudir la cúpula militar
y limpiarla de todos aquellos oficiales que no aceptan ser subordinados de un
presidente que se la jugó por buscar el fin del conflicto. Si Santos no tiene
el suficiente carácter para llamar a calificar servicios a quienes no obedezcan
sus órdenes y sigan sus orientaciones, el proceso de paz podría continuar, pero
bajo la constante presión de esa ala militar. Al final, el proceso de paz se
romperá definitivamente.
Otro elemento que hay que tener en cuenta es que la
lucha territorial se mantiene. Lejos está la consolidación del Estado en
territorios como el Chocó, en donde históricamente la presencia de
paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros compite con un Estado que
deviene precario y débil o que simplemente no hace presencia simbólica y física
(institucional).
A pesar de los duros golpes recibidos durante los 8
años de Uribe y los cuatro primeros de Santos, las Farc mantienen presencia en
zonas selváticas y compiten con las fuerzas militares por el dominio
territorial y la búsqueda de respaldo de las comunidades asentadas en dichos
territorios. En el comunicado, las Farc advierten que “una vez identificados plenamente, pese a vestir ropas civiles, los tres
fueron capturados por nuestras unidades, en razón a que se trata de personal
militar enemigo, que se mueve en ejercicio de sus funciones, en área de
operaciones de guerra”[3].
Lo que se
puede venir
En estos momentos la vida del General y de sus
acompañantes corre peligro. Más de dos mil efectivos militares hacen presencia
en la zona rural de Quibdó, para dar con el paradero del oficial, convertido en
un trofeo de guerra en disputa por los dos actores armados. Y ya el país conoce
el desenlace fatal de operativos militares de rescate. Y así lo confirman en su
misiva:”Respetamos
la vida e integridad física y moral de nuestros prisioneros y estamos
plenamente dispuestos a garantizarlo hasta donde nos sea permitido por la
ira estatal”.
El país debe imaginar que sobre el operativo
de rescate que ya las fuerzas militares ejecutan en la zona en donde se produjo
el plagio o la detención del oficial, el Presidente poca injerencia tiene. Esto
es, los militares, en especial la cúpula, sienten que el “secuestro” de un
General no sólo pone en entredicho su capacidad y formación operacionales, sino
que se convierte en una afrenta que sólo puede ser respondida con el rescate
del alto oficial. Sacarán en esta ocasión el coraje que al parecer no han
tenido para ir en la búsqueda de los dos soldados profesionales “capturados”
por las Farc recientemente en el sur del país.
Si la presión militar termina por
“obligar” a los miembros de las Farc a asesinar al General, para evitar su
rescate, entonces estaría dada la condición que el mismo Presidente dispuso
para terminar definitivamente los diálogos de paz: “si atentan contra una figura importante, se rompen los diálogos” [4](sic).
Urge, entonces, que Santos detenga
los operativos de rescate. De igual manera, se requiere que voceros de los
países garantes, del CICR y de actores de la sociedad civil afectos al proceso
de paz, integren de inmediato una comisión que vaya a La Habana, para acordar
con la cúpula fariana la entrega del General, del Cabo Contreras y de la
abogada, Gloria Urrego.
Lo cierto es que en estos momentos
la continuidad del proceso de paz de La Habana pende de un hilo. Un hilo que ya
no maneja Santos o sus negociadores. Ese hilo lo están manipulando a
discreción, tanto las Farc como la cúpula de las fuerzas militares.
[1] Tomado de http://www.pazfarc-ep.org/index.php/noticias-comunicados-documentos-farc-ep/estado-mayor-central-emc/2283-farc-ep-confirman-que-el-alzate-mora-est%C3%A1-en-su-poder
No hay comentarios.:
Publicar un comentario