YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 27 de abril de 2015

EL LUGAR PRIVILEGIADO DE LOS HÉROES

No anda bien una democracia cuando la opción de trabajo y vida, para cientos de miles de ciudadanos,  está en uniformarse para ir a la guerra.

La guerra representa un ejercicio de sometimiento, primero, de la razón, luego, de todo lo demás.



Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Si algo nos ha dejado 50 años de confrontación armada entre guerrillas y Estado, y, sus acciones y operaciones conjuntas con los grupos paramilitares, es el posicionamiento de los combatientes, como Héroes y referentes éticos.  

En las cruentas disputas territoriales y en las búsquedas de apoyo de la población civil, militares, paramilitares y guerrilleros, han apelado a diversas estrategias. Desde jornadas cívico-militares, pasando por efectivas formas de regulación y control de la vida social, política y económica de comunidades, que no han tenido otra opción que legitimar a dichas fuerzas con todo y sus proyectos de orden social, cultural, económico y político. Ante los vacíos de poder y la debilidad del Estado, guerrilleros y paramilitares fungieron como la autoridad legítima, en territorios en donde las relaciones sociales se sostuvieron, por largo tiempo, por la intimidación de quienes tenían las armas. 

Poco a poco, guerrilleros, paramilitares y militares fueron ganando un lugar en las comunidades en donde lograron operar, para salvarlas del yugo del “enemigo”. Los Paras, con sus Héroes a bordo, limpiaron territorios del azote de unas guerrillas que llegaron a extorsionar y a imponer su poder político y militar; ellas mismas, las guerrillas, también  coparon territorios, con el fin de sacar a la fuerza a paramilitares y a las fuerzas estatales. Todos, en precisos momentos, se erigieron como Héroes, social y colectivamente reconocidos.

Esos procesos de heroización se sostuvieron, bien en las efectivas campañas de propaganda que cada bando diseñó y ejecutó, o por el espectacular cubrimiento noticioso de las acciones de guerra protagonizadas, especialmente, por militares y paramilitares. Dichos procesos exitosos de heroización se explican por  una pobre conciencia colectiva, alrededor de lo que significa ser civil y actuar desde la civilidad.

Parece estar en la cultura la admiración por los uniformes y las armas. Era común escuchar que, para convertirse en hombre, había que prestar servicio militar; incluso, en la letra de una canción se lee: “te metiste a soldado y ahora tienes que aprender…”. Es decir, el Cuartel, como institución moderna para disciplinar a los individuos, ganó un lugar social importante, en el contexto de una sociedad machista y patriarcal, en donde ser Macho se logra cuando se “sirve a la Patria”, o cuando se decide defender, con armas, una causa política y social, supuestamente anclada en un sentido amplio de lo colectivo.

Entonces, por 50 años, la población civil, la condición civil y la civilidad, han estado relegadas, social, política y culturalmente, por el discurso belicista y belicoso de los combatientes, legales e ilegales. La televisión, medios alternativos y los medios de comunicación oficiales, han servido de caja de resonancia a las reivindicaciones y aspiraciones de los guerreros. De esta forma, hemos aceptado que estamos ante la presencia de Héroes que llegaron para salvarnos de unos opresores, de bandidos o simplemente, de gente mala. Héroes del Chocó y de los Montes de María, son algunos de los nombres de Bloques Paramilitares que llegaron a limpiar de guerrilleros, auxiliadores y de ciudadanos “disonantes”, vastos territorios sobre los cuales había interés por parte de precisos inversionistas y otros actores económicos y políticos.

Los procesos de heroización han sido tan efectivos socialmente, que la condición de combatientes  de las fuerzas militares y de policía, parece borrarse de la conciencia colectiva y de unas audiencias, que caen en las trampas emocionales que ponen los medios masivos de comunicación, cada que registran un hecho de guerra.

Por ello, en lugar de quitar, confundir o borrar la condición de combatientes, lo que la sociedad y los medios deben hacer, es exigir el cese definitivo de las hostilidades, siempre en procura de salvaguardar la vida, no solo de los Héroes oficiales, sino de aquellos que internamente las guerrillas construyen alrededor de los guerrilleros caídos.

Desmilitarizar el Estado, pero sobre todo, la conciencia colectiva, es una condición definitiva para avanzar hacia la consolidación de escenarios de paz y reconciliación. La sociedad colombiana debe proscribir los procesos de heroización que la guerra interna desató. Y debe, esa misma sociedad, disponerse a engrandecer la condición civil, como expresión máxima de unos procesos civilizatorios que no solo devienen fallidos, sino que han devenido contaminados por ese afán de construir Héroes que, quiérase o no, han asesinado seres humanos. Desarmar los espíritus debe dejar de ser una frase más, para convertirse en una salida para una sociedad que ha creído en el poder de las armas y en la violencia, para resolver sus conflictos y diferencias.


Parodiando a la campaña publicitaria que dice Más hombres, menos machos, los ciudadanos que creemos en una salida negociada al conflicto y que repudiamos el uso de las armas, le gritamos al país, Más civiles, menos Héroes.   

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Imagen tomada de caracol.com.co

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