YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 18 de mayo de 2015

Egos, institucionalidad, poder y masculinidad

Por Germán Ayala Osorio, comunicador  social y politólogo

Solemos concentrar los análisis, la crítica y la comprensión de los problemas del país, en los hechos y en los actores políticos y en los efectos y consecuencias de determinadas decisiones.  De esta manera, ocultamos o dejamos en la sombra, factores y elementos culturales que atraviesan la vida de agentes políticos, personajes de la vida pública y, por supuesto, la  de la sociedad en general.

Por ejemplo, hay consenso académico y político alrededor del origen agrario del conflicto armado interno. Pero poco miramos la racionalidad masculina que hay detrás de aquellos que, desde la legalidad o la ilegalidad, defendieron y defienden sus propiedades rurales, o decidieron expropiar a comunidades vulnerables como las indígenas, afros y campesinas. Y dentro de esa dañina y violenta racionalidad masculina, está la idea de Macho, la misma que latifundistas, paramilitares, militares y guerrilleros, exhiben a la hora de defender y luchar por lo que cada uno considera que es legal y legítimo. Sobre esa idea de hacerse Macho y poderoso y, de dominar grandes extensiones de tierra,  latifundistas y ganaderos apoyaron el paramilitarismo.

A esa racionalidad  de Gran Macho propietario, se suman elementos propios de hombres que no lograron conectar su ética privada, con la moral pública. Moral pública que deviene profundamente afectada por la corrupción y claro está, por esa dañina masculinidad asociada al poder y a la dominación.

Miremos qué puede haber detrás de las actuaciones de personajes como el Procurador Ordóñez, el Fiscal Montealegre y el Presidente de la Corte Constitucional, Jorge Pretel Chaljub. Todos tres, hombres y machos cabríos que, envilecidos por el poder político que sus cargos otorgan, actúan desde sus mezquinos intereses y convicciones y por ese camino, debilitan las instituciones y someten a sus caprichos, la institucionalidad que juraron respetar.

Pretel Chaljub, además de Magistrado comprometido en la venta de un fallo de tutela (caso Fidupetrol o conocido como Fidupretel), juega a ser latifundista y ganadero, de allí que la adquisición irregular de unos predios rurales, sea un asunto secundario y “normal” para él, dado que, simplemente, siguió la línea comportamental de quien lo llevó a la Corte Constitucional; el mismo, que se siente Macho y poderoso, oteando desde un cerro, sus dominios territoriales, haciendas, sus vacas y caballos. De igual manera, el comportamiento asumido por Pretel para aferrarse a su cargo, a pesar de la ilegitimidad que le acompaña por sus actuaciones irregulares, oscuras y profundamente inconvenientes para el desarrollo de la función pública desde una Corporación en la que cientos de miles de colombianos creímos. Confianza que depositamos, cuando hubo en ella hombres distintos, probos. Estoy hablando de José Gregorio Hernández y Carlos Gaviria, entre otros.

El caso de Ordóñez representa el ejercicio de un ego con características reformadoras, que hacen de él, una suerte de nuevo Regenerador, capaz de perseguir impíos, es decir, mujeres que abortan,  homosexuales y algunos pocos corruptos, que se alejaron de su doctrina religiosa. Tan poderosa es su idea de Macho Regenerador, que olvidó por completo cuáles son sus deberes y obligaciones constitucionales como jefe del Ministerio Público. Este ladino personaje viene actuando, atrincherado en la Procuraduría, institución que convirtió en una Catedral desde donde persigue funcionarios públicos, mujeres y homosexuales,  y claro está, en una gran sede de campaña, con miras a llegar a la Casa de Nariño en 2018, con el claro propósito de doblegar el espíritu liberal de la Carta de 1991. No sabemos si tiene fincas o haciendas. De todas formas, el edificio de la Procuraduría es su feudo electoral, político y religioso. Para qué más. Es, de tiempo atrás, el alter-ego del mismo personaje que puso en la Corte Constitucional a Jorge Pretel, de allí que su campaña hacia la Presidencia hay que entenderla como parte del proyecto neoconservador que impuso ese otro Macho que mandó en Colombia entre 2002 y 2010.

En lo que corresponde al Fiscal Montealegre, hay que decir que su ego lo ha llevado, poco a poco, al lugar esperado por muchos: ser intocable. La actitud asumida contra la reforma política que busca el equilibrio de poderes, en un sistema profundamente presidencialista, lo viene convirtiendo en una suerte de nuevo emperador. Además, sus millonarias asesorías a Saludcoop, expresan el afán moderno de hacerse rico y exitoso, lo que finalmente terminó por facilitarle el camino a Palacino y a todos aquellos que malversaron recursos de la EPS y del Estado. No sabemos si Montealegre tiene fincas o haciendas, pero de igual manera, actúa como un Machito ostentoso e incapaz de ceder poder,  con el propósito de aportar a la consolidación de la institución que dirige y por ese camino, a la institucionalidad estatal.  Desde la Fiscalía otea hasta dónde puede llevar sus ansias de poder.

Detrás del Fiscal, del Procurador y del Presidente de la Corte Constitucional, se esconden las más profundas prácticas, principios y aspiraciones de una cultura que deviene mafiosa y profundamente asociada a los egos de hombres (Machos) que han hecho todo para hacerse con una parte del Estado, para  ocultar sus problemas de reconocimiento y autoestima.

Así entonces, el origen agrario del conflicto armado colombiano no puede analizarse exclusivamente sobre la lucha por la tierra y el sometimiento y la transformación de territorios, sino en un ethos fundado por una idea equivocada de ser hombre, sostenida a su vez, en otra de mayor alcance: dominar la Naturaleza.

Por lo anterior, debemos poner nuestros esfuerzos de cambio y construcción de la paz, sobre la base de transformar las ideas que alrededor de ser hombre, macho, poderoso y exitoso, nos impuso la cultura dominante, en especial aquella que desde las ciudades y lo urbano, construyeron negativas, imprecisas y defectuosas Representaciones Sociales (RS) alrededor de lo rural, la ruralidad que de ella se desprende y  por supuesto, de la gente que vive allí en esos territorios.

Es hora de decir No Más a Ególatras, Mesiánicos, Machos, Latifundistas y Regeneradores dentro del Estado. Sobre esas y otras características, la corrupción se instaló en las instituciones públicas, en el sector privado y en la cultura, de allí que se torne tan difícil para los colombianos  elegir Presidente, alcaldes, gobernadores, diputados y concejales, que lleguen al Estado con la clara intención de servir a los demás y no para dar rienda suelta a sus mezquinas aspiraciones de poder.

Debemos trabajar por una profunda  transformación cultural. Aspiración esta que debe llevarnos a señalar, como inconvenientes, las prácticas y principios éticos de una cultura dominante (urbana y urbanizada) que jamás entendió que como país biodiverso, cultural y naturalmente, requiere de otro de otra clase de hombres -y de mujeres -.





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