Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social y politólogo
Solemos concentrar los análisis, la crítica y la comprensión
de los problemas del país, en los hechos y en los actores políticos y en los
efectos y consecuencias de determinadas decisiones. De esta manera, ocultamos o dejamos en la
sombra, factores y elementos culturales que atraviesan la vida de agentes
políticos, personajes de la vida pública y, por supuesto, la de la sociedad en general.
Por ejemplo, hay consenso académico y político alrededor del
origen agrario del conflicto armado interno. Pero poco miramos la racionalidad
masculina que hay detrás de aquellos que, desde la legalidad o la
ilegalidad, defendieron y defienden sus
propiedades rurales, o decidieron expropiar a comunidades vulnerables como las
indígenas, afros y campesinas. Y dentro de esa dañina y violenta racionalidad
masculina, está la idea de Macho, la misma que latifundistas, paramilitares,
militares y guerrilleros, exhiben a la hora de defender y luchar por lo que
cada uno considera que es legal y legítimo. Sobre esa idea de hacerse Macho y
poderoso y, de dominar grandes extensiones de tierra, latifundistas y ganaderos apoyaron el paramilitarismo.
A esa racionalidad de
Gran Macho propietario, se suman elementos propios de hombres que no lograron
conectar su ética privada, con la moral pública. Moral pública que deviene
profundamente afectada por la corrupción y claro está, por esa dañina masculinidad
asociada al poder y a la dominación.
Miremos qué puede haber detrás de las actuaciones de
personajes como el Procurador Ordóñez, el Fiscal Montealegre y el Presidente de
la Corte Constitucional, Jorge Pretel Chaljub. Todos tres, hombres y machos
cabríos que, envilecidos por el poder político que sus cargos otorgan, actúan
desde sus mezquinos intereses y convicciones y por ese camino, debilitan las
instituciones y someten a sus caprichos, la institucionalidad que juraron respetar.
Pretel Chaljub, además de Magistrado comprometido en la venta
de un fallo de tutela (caso Fidupetrol o conocido como Fidupretel), juega a ser
latifundista y ganadero, de allí que la adquisición irregular de unos predios
rurales, sea un asunto secundario y “normal” para él, dado que, simplemente,
siguió la línea comportamental de quien lo llevó a la Corte Constitucional; el
mismo, que se siente Macho y poderoso, oteando desde un cerro, sus dominios territoriales,
haciendas, sus vacas y caballos. De igual manera, el comportamiento asumido por
Pretel para aferrarse a su cargo, a pesar de la ilegitimidad que le acompaña
por sus actuaciones irregulares, oscuras y profundamente inconvenientes para el
desarrollo de la función pública desde una Corporación en la que cientos de
miles de colombianos creímos. Confianza que depositamos, cuando hubo en ella
hombres distintos, probos. Estoy hablando de José Gregorio Hernández y Carlos Gaviria,
entre otros.
El caso de Ordóñez representa el ejercicio de un ego con
características reformadoras, que hacen de él, una suerte de nuevo Regenerador,
capaz de perseguir impíos, es decir, mujeres que abortan, homosexuales y algunos pocos corruptos, que se
alejaron de su doctrina religiosa. Tan poderosa es su idea de Macho Regenerador,
que olvidó por completo cuáles son sus deberes y obligaciones constitucionales
como jefe del Ministerio Público. Este ladino personaje viene actuando,
atrincherado en la Procuraduría, institución que convirtió en una Catedral desde donde persigue funcionarios públicos, mujeres y homosexuales, y claro está, en una gran sede de campaña, con
miras a llegar a la Casa de Nariño en 2018, con el claro propósito de doblegar
el espíritu liberal de la Carta de 1991. No sabemos si tiene fincas o
haciendas. De todas formas, el edificio de la Procuraduría es su feudo
electoral, político y religioso. Para qué más. Es, de tiempo atrás, el alter-ego
del mismo personaje que puso en la Corte Constitucional a Jorge Pretel, de allí
que su campaña hacia la Presidencia hay que entenderla como parte del proyecto
neoconservador que impuso ese otro Macho que mandó en Colombia entre 2002 y
2010.
En lo que corresponde al Fiscal Montealegre, hay que decir
que su ego lo ha llevado, poco a poco, al lugar esperado por muchos: ser
intocable. La actitud asumida contra la reforma política que busca el
equilibrio de poderes, en un sistema profundamente presidencialista, lo viene
convirtiendo en una suerte de nuevo emperador. Además, sus millonarias asesorías
a Saludcoop, expresan el afán moderno de hacerse rico y exitoso, lo que
finalmente terminó por facilitarle el camino a Palacino y a todos aquellos que
malversaron recursos de la EPS y del Estado. No sabemos si Montealegre tiene
fincas o haciendas, pero de igual manera, actúa como un Machito ostentoso e incapaz
de ceder poder, con el propósito de
aportar a la consolidación de la institución que dirige y por ese camino, a la
institucionalidad estatal. Desde la
Fiscalía otea hasta dónde puede llevar sus ansias de poder.
Detrás del Fiscal, del Procurador y del Presidente de la
Corte Constitucional, se esconden las más profundas prácticas, principios y
aspiraciones de una cultura que deviene mafiosa y profundamente asociada a los
egos de hombres (Machos) que han hecho todo para hacerse con una parte del
Estado, para ocultar sus problemas de
reconocimiento y autoestima.
Así entonces, el origen agrario del conflicto armado
colombiano no puede analizarse exclusivamente sobre la lucha por la tierra y el
sometimiento y la transformación de territorios, sino en un ethos fundado por
una idea equivocada de ser hombre, sostenida a su vez, en otra de mayor alcance:
dominar la Naturaleza.
Por lo anterior, debemos poner nuestros esfuerzos de cambio y
construcción de la paz, sobre la base de transformar las ideas que alrededor de
ser hombre, macho, poderoso y exitoso, nos impuso la cultura dominante, en
especial aquella que desde las ciudades y lo urbano, construyeron negativas,
imprecisas y defectuosas Representaciones Sociales (RS) alrededor de lo rural,
la ruralidad que de ella se desprende y
por supuesto, de la gente que vive allí en esos territorios.
Es hora de decir No Más a Ególatras, Mesiánicos, Machos,
Latifundistas y Regeneradores dentro del Estado. Sobre esas y otras
características, la corrupción se instaló en las instituciones públicas, en el
sector privado y en la cultura, de allí que se torne tan difícil para los colombianos
elegir Presidente, alcaldes,
gobernadores, diputados y concejales, que lleguen al Estado con la clara
intención de servir a los demás y no para dar rienda suelta a sus mezquinas
aspiraciones de poder.
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