Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Es posible que los miembros de la
cúpula de las Farc estén más preparados para vivir en escenarios de
posconflicto, que los propios periodistas. En especial será difícil para aquellos
que por largo tiempo cubrieron el devenir del conflicto armado interno, plegados
a los interesados discursos de los militares, paramilitares y guerrillas. Unos
y otros manipularon a la prensa y a los periodistas, que creyeron en cada uno
de los comunicados o en las declaraciones públicas de los combatientes.
Estos mismos periodistas deberán
revisar muy bien qué papel jugaron en estos largos 50 años de confrontación,
cubriendo un conflicto armado interno desde un discurso noticioso moralizante
con el que claramente las audiencias aprendieron que se trataba del
enfrentamiento entre Buenos y Malos. Nada más alejado de la realidad. Sin duda,
una reducción conceptual y política que le hizo mucho daño al proceso social de
comprender el porqué de la confrontación armada. Ojalá se programen eventos
académicos para discutir los errores cometidos por la prensa en el cubrimiento
de un largo y degradado conflicto armado.
Hacer un franco mea culpa quizás les permita reorientar
el ejercicio periodístico, de cara a escenarios de posconflicto en los que la
búsqueda de la noticia ya no estará soportada en los actos de guerra
perpetrados por los bandos enfrentados.
Así las cosas, el discurso
periodístico-noticioso, las lógicas y las rutinas de producción muy seguramente
sufrirán cambios importantes dado que los voceros de los grupos armados
enfrentados ya no estarán para contaminar los hechos. En adelante, el reto para los periodistas será
aprender a narrar situaciones y a elevar al estatus de noticia unos hechos que
por cuenta del conflicto armado, fueron desechados en los consejos de
redacción. Deberán aprender a encontrar el interés periodístico en
hechos cotidianos distintos a los que la guerra ofrecía a diario.
Terminado el conflicto armado
interno, la Agenda de los medios debe cambiar sustancialmente. Y ojalá, por
fin, las empresas mediáticas y los periodistas tengan agendas propias, no
necesariamente plegadas a los intereses de fuentes de Gobierno.
Sin los riesgos que representaba
cubrir un degradado conflicto armado, los medios deberían retomar las Unidades
de Investigación y reorientar el ejercicio periodístico con el claro propósito
de vigilar el cumplimiento de los acuerdos de La Habana y su implementación y
de proponerle a las audiencias noticias que aporten a la generación del cambio
cultural que necesita un país que intenta dejar atrás una guerra que aplazó la
consolidación del Estado y que sirvió a
los intereses de unos pocos que hicieron todo para desconocer derechos e irrespetar
libertades ciudadanas.
Por ejemplo, los periodistas y
los medios deberían poner sus ojos en actividades de recuperación ambiental de
los ecosistemas naturales afectados por las acciones de los actores armados.
Igualmente, promover la transformación cultural que necesita el país y vigilar
el proceso de cambio cultural que deberán asumir y transitar las élites de poder
tradicional y en general, la sociedad, para modificar las formas en las que
venimos solucionando los problemas, las diferencias y los conflictos y claro está, las equivocadas concepciones que sobre lo Público tenemos.
De esta manera, nacerá una agenda noticiosa
posbélica que deberá ejecutarse con criterios de noticia y enfoques
periodísticos distintos. Para ello, los periodistas del posconflicto deberán
asumir el compromiso político de confrontar a todas aquellas instancias y
expresiones del poder que de manera directa o indirecta realicen tareas y
actividades que eviten la consolidación de la paz. Quizás, entonces, los
periodistas deban priorizar el enfoque periodístico y dejar de lado el interés
noticioso a partir del cual se convierte en un espectáculo unos hechos que
merecen otro tipo de tratamiento.
Se necesitará, entonces, de un
verdadero revolcón no solo a las lógicas de producción noticiosa, sino a la
escasa pluralidad informativa que hoy exhibe Colombia. Es urgente desconcentrar
la propiedad de los medios masivos. El país necesita de nuevas políticas de
comunicación con el ánimo de asegurar un ejercicio periodístico que no responda
de manera exclusiva a los intereses corporativos de los conglomerados que hoy
sostienen, por ejemplo, las emisiones de los noticieros RCN y Caracol. No
hacerlo sería seguir condenando el país y a las audiencias a un insostenible y
penoso unanimismo mediático.
Si la guerra interna ajustó el
ejercicio periodístico a los intereses de los combatientes de las guerrillas,
paramilitares y militares, en el posconflicto, el periodismo deberá ajustar sus
lógicas de producción a los intereses de una sociedad y de unas audiencias
cansadas de consumir atentados, desplazamientos forzados, masacres y muertos de
todos los bandos enfrentados. El reto es mayúsculo, pero hay que asumirlo. Eso
sí, demorará tiempo.
Imagen tomada de plataformadeperiodismo.com
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