Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Si las conversaciones de paz
entre Farc y el Gobierno de Santos culminan de manera exitosa, el país deberá
prepararse para pensar, diseñar y consolidar escenarios de posacuerdos y de
posconflicto[1], en los que sea posible la
implementación de los acuerdos de La Habana.
Los sectores que se oponen al
Proceso de Paz entienden que la firma del fin del conflicto está cerca, y por ello, desde ya se preparan para enfrentar los desafíos que se vendrán en ese esperado
escenario de posconflicto. Y saben que en las elecciones de octubre de 2015[2] se
juegan en parte la estrategia y el objetivo mayor de evitar la consolidación
del proyecto político de las Farc en zonas de interés de los líderes farianos.
Incluye, por supuesto, las Zonas de Reserva Campesina que en esos escenarios de
posacuerdos se planteen conformar o las que ya existen, con el claro liderazgo político de líderes
cercanos al pensamiento de las Farc.
Quien desde ya se prepara para enfrentar,
con las reglas de la democracia, la participación y la injerencia política de
las Farc desmovilizadas y convertidas en partido político, es el senador Álvaro
Uribe Vélez. Como gran elector y eximio gamonal, Uribe y su micro empresa
electoral vienen reclutando para sus filas a ex militares y ex policías de
disímiles rangos, con el claro propósito de enfrentar las aspiraciones
políticas de quienes puedan tener o establecer hacia el futuro, coincidencias
ideológicas y políticas con el partido político que recoja las banderas de
lucha de las Farc, una vez estas hagan dejación de armas y aspiren a llegar a Concejos, Asambleas, Alcaldías y Gobernaciones.
Tanto las Farc, como Uribe, irán
tras poderes locales y territoriales. Para las Farc, se trata de una vieja
aspiración y un objetivo político, que medianamente lograron a través de la
lucha armada:; para Uribe, simplemente, se trata de una estrategia política no
solo para frenar los proyectos políticos y económicos que darán cuenta de lo
acordado en Cuba, sino para fragmentar el poder central, en caso de que no
pueda poner en la Presidencia de 2018, a alguien cercano a sus ideas o a quien
le permita gobernar en la sombra.
Dice la revista Semana[3] que
por lo menos hay 41 personas, entre militares y policías, que aspirarán a
cargos de elección popular en las elecciones de octubre de 2015 bajo la
sombrilla política e ideológica del Centro Democrático (CD). Entre los
aspirantes se reconoce la presencia de los generales retirados del Ejército,
Manuel Guzmán, quien buscará ser alcalde de La Mesa, Cundinamarca y Leonardo
Barrero, quien aspira a dirigir los destinos de la Gobernación del Cauca[4].
Al hacerse con el control
territorial en Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Bogotá, Atlántico, Quindío, Tolima,
Santander, Meta y Bolívar, el Centro Democrático podría convertirse en una gran
fuerza política que muy seguramente se opondrá a la implementación de los
acuerdos de paz, en la perspectiva de paz territorial planteada en las
negociaciones de La Habana. De esta manera, y jugando con las reglas de la
democracia, Uribe Vélez buscará torpedear los proyectos y las iniciativas que
busquen consolidar la paz en aquellos territorios y en el resto del territorio colombiano.
No se trata, pues, de un asunto
menor. Uribe está preparándose para enfrentar, políticamente, el proyecto
político de las Farc y por esa vía, reestablecer, con el concurso de ex
militares y ex policías, entre otros, las zonas de Consolidación que implementó
en varios territorios durante su largo mandato. Contará, muy seguramente, con la
influencia de Acore. De esta forma, y poco a poco, el país entrará en la
militarización del poder político, y por esa vía, Uribe y sus áulicos, buscarán
disciplinar a los sectores sociales y políticos que por diversas razones y
circunstancias, encuentran coincidencias con el proyecto político que las Farc
intentaron imponer a través de la conquista violenta del poder. Esa militarización de la política y de la democracia evitará la consolidación de los escenarios de posconflicto que las regiones deberán poner en marcha.
Que Uribe y los ex militares y ex
policías que lo acompañarán en su aventura electoral de octubre de 2015 jueguen
con las reglas de la democracia, no debe constituirse en un riesgo siempre y
cuando se comprometan a mantener alejados del ejercicio del poder político, a
aquellos grupos de ex paramilitares que se desmovilizaron y que hoy hacen parte
de lo que las autoridades llaman Bacrim. Preocupa las cercanías ideológicas entre aquellos que en el pasado buscaron refundar la patria y el ideario político y económico que encarna Uribe Vélez, un neoliberal en lo económico, un conservador en los planos social y político y un militarista consumado que cree que quien no está con él, está contra él, de allí que de inmediato lo "gradúe" de enemigo de la Patria e incluso, de terrorista.
Si Uribe logra tal poder
político-territorial, hay que dar por descontado que asistiremos al fracaso de
los escenarios de posconflicto y de la paz territorial. Ojalá los colombianos
entiendan que las elecciones de 2015 serán determinantes para consolidar la paz
y voten por aquellos proyectos políticos que de verdad busquen la
reconciliación entre los colombianos y no el uso del poder, para extender la
exclusión política, social y económica en amplios territorios del país.
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