Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
De manera temprana, ya se
encienden las alarmas por los eventuales delitos contra el sufragio que se
vayan (que se van, muy seguramente) a cometer en los comicios de octubre de
2015. Pero más allá de esas prácticas electorales, muy arraigadas en la cultura
política colombiana, hay que explicar lo que estará en juego en ese escenario
electoral por venir.
Como sucedió con la conformación
del Congreso[1] (2014-2018), y la elección
y reelección de Santos en junio[2] de
2014, el tema de la paz estará nuevamente presente, bien para ahondar en la
polarización que aún se respira en centros urbanos de poder económico y político
en torno al proceso de paz, y la implementación de los acuerdos, o para lograr consensos no forzados alrededor de la necesidad de apoyar lo acordado en La
Habana y en el mecanismo que se elija para su refrendación. Bien a través de
referendo o de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente[3].
Así entonces, las elecciones
regionales de octubre de 2015 llevan, desde ya, el peso de ser las elecciones
de la paz y del posconflicto, de acuerdo con la perspectiva y el sentido con el
que el Presidente ha “vendido” las negociaciones de paz de La Habana. Por ello,
los mandatarios que elijamos, así como los miembros de las corporaciones
legislativas de carácter regional y local, deberán actuar en relación con lo
que vaya sucediendo en la Mesa de Negociación y especialmente, en el sentido de
la Paz Territorial de la que hablan los negociadores.
Preocupa que para dichas
elecciones, la opinión pública podría llegar desencantada, como lo está hoy,
con el proceso de paz, en especial por las últimas acciones de sabotaje y
atentados, perpetrados por las Farc, contra la infraestructura económica y
varios ecosistemas naturales afectados por el derrame de crudo. En ese sentido,
tanto Farc, como el Gobierno de Santos, tienen el deber de consolidar en la
opinión pública y en general, en los colombianos, completas y ‘positivas’ representaciones
sociales (RS) alrededor del proceso de paz y sobre lo acordado hasta el
momento, así sea de forma preliminar, y alrededor de los avances que se logren
en los restantes puntos de la Agenda pactada a seis.
Tanto Farc como Santos deben
reconocer el escenario electoral de octubre de 2015, como una oportunidad única
para la implementación temprana de los asuntos con los cuales la Paz
Territorial tendrá sentido, una vez se firme el fin del conflicto y nos
aprestemos a consolidar escenarios de posacuerdos y ojalá de posconflicto[4] y por
esa vía, construir una paz estable y duradera. De allí que sugiera a las partes
que negocian en La Habana, que propicien pactos
políticos regionales, que les permitan ir abonando el camino, en aras de
facilitar la implementación de una Paz Territorial que no puede dejarse en
manos de alcaldes, concejales, gobernadores y diputados, poco o nada
comprometidos con el discurso de la paz, la reconciliación y la transformación
institucional, social, cultural y política que demandará el posconflicto.
Las elecciones de octubre de 2015
serán un buen termómetro para la Paz Territorial. Si la dirigencia fariana
tiene claro lo que ello significa, deben cesar toda acción de guerra, sabotaje
y ataques que afecten a la población civil, dado que el malestar social que
generan dichas acciones, terminarán por castigar, electoralmente, a quienes se
presenten como amigos y simpatizantes
del Proceso de Paz, de los puntos acordados y por supuesto, que se declaren cercanos
a las exigencias que la Paz Territorial hará a los gobernantes locales y
regionales que se elijan en octubre de 2015.
Entre tanto, los ciudadanos que
creen en la imperiosa necesidad de ponerle fin al conflicto armado interno,
deben estar atentos a los discursos y a la trayectoria política de aquellos
candidatos que busquen llegar a gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos;
además, deberán estar pendientes de las alianzas que hagan y los avales que estos
reciban, con el claro propósito de valorar si esos discursos, alianzas y
avales, podrán propiciar la consolidación de escenarios de posconflicto y por
esa vía, la implementación de acciones en el contexto de una Paz Territorial,
que devendrá exigente, en territorios en donde el conflicto armado interno
generó los mayores impactos sociales, culturales, económicos y políticos.
Debemos entender que las
elecciones de octubre de 2015 tienen una importancia vital para la
transformación del país, una vez se firme el fin del conflicto en La Habana. Ojalá,
tanto Farc, como Gobierno y ciudadanos, entiendan que lo que estará en juego en
los comicios de octubre será definitivo para el futuro de aquellas regiones
golpeadas en mayor medida por este sucio y degradado conflicto armado.
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