Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Los últimos y más recientes hechos de guerra, perpetrados por
tropas oficiales (Estado) y de las Farc, poco a poco, y de manera eficaz, van
dejando sin sentido el modelo de dialogar y negociar en medio de las
hostilidades. Al final, la madurez política de las partes para sentarse a
negociar y lograr acuerdos preliminares en tres de los seis puntos de la
Agenda, es sobrepasada por la tozudez de seguir en la Mesa, mientras que
guerrilleros y militares mantienen su lucha, bajo el equivocado principio de Ojo por ojo, diente por diente[1].
Y a pesar del rechazo generalizado contra las Farc, por parte
de una opinión pública manipulada mediáticamente[2], ha
sido esta organización guerrillera la que más pasos ha dado para desescalar el
conflicto. Y lo hizo, declarando un cese unilateral[3] al
fuego, que se prolongó por varios meses. Claro, no podemos desconocer que en
varias ocasiones las mismas Farc rompieron el pacto, pero en otras, también hay
que decirlo, sus respuestas se dieron ante el acoso y los ataques directos de
las Fuerzas Militares.
Entre tanto, la respuesta del Presidente Santos de no
bombardear[4] campamentos de las Farc, pero mantener los operativos
terrestres y fluviales, sumió al país en una especie de cese bilateral no declarado. Esas circunstancias, sirvieron para
desescalar el conflicto, a juzgar por las cifras entregadas por varios expertos
que observaron el comportamiento de los combatientes de cada bando. Es claro
que los ataques, las víctimas y los hechos de guerra, disminuyeron.
Luego, sobrevino el golpe
de mano[5]
de las Farc a unos soldados en el Cauca y la condena moralizante de los medios,
del Procurador, de Uribe Vélez y su Centro Democrático y la contundente
respuesta del Estado, con el bombardeo[6] a
un campamento de las Farc en Guapi (Cauca), con el saldo de víctimas ya
conocido.
Esos hechos, y los recientes sabotajes contra la
infraestructura económica y los recursos naturales del país, así como el
asesinato del teniente coronel de la Policía, Alfredo Ruiz Clavijo, no solo alejan
la posibilidad de pactar un cese bilateral del fuego, sino que sirven para
comprobar que Santos, como Presidente, no tiene el poder político para ordenar
a sus generales, cesar todo tipo de operaciones contra las Farc y así pactar el
cese bilateral que hoy se reclama.
Va quedando claro que esa decisión política y militar del
Gobierno de Santos, hace parte de una correlación de fuerzas de la que hace
parte una cúpula militar que no está sintonizada con el Proceso de Paz. Santos,
cada vez más, parece negociar a nombre de su gobierno[7], y
no en nombre del Estado colombiano. Hay un fuerte sector de la Fuerza Pública[8]
que no apoya a Santos, aupado dicho sector, por empresarios, por miembros de
Acore, el Procurador Ordóñez, Uribe y sus áulicos, así como por específicas
universidades y medios masivos de comunicación.
Así las cosas, al no tomar Santos la decisión de cesar
operativos contra las Farc, plantea una trampa en la que caen fácilmente las
Farc y por ese camino, el Presidente enreda el Proceso de Paz, dejando, eso sí,
que la responsabilidad recaiga, con la ayuda de los noticieros de televisión,
RCN y Caracol, y medios regionales como EL PAÍS, exclusivamente en la cúpula
fariana. De esa forma, Santos oculta su incapacidad y falta de temple frente a
una vieja, voraz y fuerte burocracia armada, que poco a poco, mina la confianza
pública que necesita este complejo proceso de negociación.
Tan relativo es el liderazgo y el control político y militar que
Santos ejerce como Presidente y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, que
solo atina a ordenar arreciar los ataques contra las Farc, cada vez que éstas
dan un golpe, al tiempo que desoye los llamados (verdaderos gritos) del ex
candidato a la Presidencia, Oscar Iván Zuluaga, del Procurador Ordóñez
Maldonado, y de otros sectores de poder, de levantarse de la Mesa instalada en La Habana. Se trata
de un doble juego, fruto o propio de la trampa en la que se cae cuando se
decide negociar en medio de la guerra.
A estas circunstancias, hay que sumarle el débil liderazgo de
la Iglesia Católica para presionar un cese bilateral del fuego, y claro está,
el silencio de las Universidades y el de los empresarios, banqueros,
industriales y de otros sectores de la sociedad civil, ante hechos de guerra
que solo sirven para probar el agotamiento del modelo de negociar en medio de
la guerra.
Lo anterior es fruto de una sociedad civil atomizada, que
actúa de manera desarticulada y presiona decisiones desde centros urbanos, en
donde poco o nada se valora la vida de campesinos, afrocolombianos e indígenas,
que son quienes sufren los rigores de los bombardeos de las fuerzas armadas y las
acciones de sabotaje y los ecocidios perpetrados por las propias Farc.
Desde esta Tribuna, hago un llamado a la sensatez, a la
cúpula de las Farc, a Santos y a los Generales, y a los enemigos y
contradictores del Proceso de Paz, para que depongan sus intereses, odios y
resquemores, en aras de avanzar hacia un cese bilateral del fuego que le
conviene a todos, en especial a las familias de los soldados y guerrilleros
pobres que mueren, en nombre de una Patria que jamás ha valorado sus vidas. Qué
fácil resulta disponer de la vida de soldados y guerrilleros, mientras que
comandantes militares y guerrilleros toman whisky
o mojitos, en casinos de oficiales o mirando el mar, desprevenidamente, desde
el malecón. Y más fácil aún resulta pedir más y más bombardeos, desde espacios
urbanos, lugares estos donde se rechaza la presencia de los millones de
desplazados que viene dejando este degradado conflicto armado interno. ¿Hasta
cuándo?
Imagen tomada de www.youtube.com
[2]
Véase: http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2015/05/medios-proceso-de-paz-y-erosion-de-la.html
[3]
Sin contar con los ceses unilaterales ordenados por motivo de épocas navideñas.
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