Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Columna publicada en www.conlaorejaroja.com http://conlaorejaroja.com/el-fin-del-conflicto-de-un-cacho-o-a-pucho-y-medio/
El Proceso de Paz de La Habana
tiene, en el factor tiempo, a su peor enemigo. Más fuerte, incluso, que el
rechazo político, social y mediático que generan las más recientes arremetidas
y atentados de las fuerzas farianas, contra la infraestructura económica y el
medio ambiente. Igualmente, la variable tiempo, resulta ser más definitiva y
poderosa, que la ya agotada fórmula de negociar en medio de las hostilidades[1].
Y es así, por cuanto dicha
variable atraviesa los dos mundos y sostiene a las dos perspectivas que
confluyen en La Habana: de un lado, la perspectiva urbana de los negociadores
del Gobierno y del otro lado, la perspectiva rural de los negociadores de las
Farc. 51 años de guerra interna, y aún
no hemos aprendido que las Farc actúan y viven bajo un tiempo distinto al de la
gran mayoría de la sociedad urbanizada, que corre presa del tiempo y de la
inmediatez.
A pesar de haber cansancio en los
líderes de las Farc por el inexorable envejecimiento de sus cuerpos, sus
discursos y acciones siguen siendo “atemporales”, es decir, que están por fuera
de cualquier medida de tiempo, en especial de aquella que rige la vida de los
citadinos, acostumbrados a correr y a tomar decisiones bajo la presión de
alcanzar metas, objetivos y planes concebidos bajo principios de eficiencia,
eficacia y efectividad. Las Farc creen y
aplican estos principios, casi de manera exclusiva, en el campo militar, cuando
se trata de golpear al enemigo.
Así como para miembros del
Gobierno de Santos, la firma del fin del conflicto puede estar de un cacho, para los líderes de las Farc e incluso,
para sus combatientes, esa misma paz puede estar a pucho y medio. Esta última es una medida de tiempo propia de un
campesino que bien puede demorarse unas horas en terminarse un pucho, o varios
días fumando el mismo cigarro. En otras palabras, para el Gobierno, en perspectiva
citadina, el fin del conflicto debe producirse, estrictamente, en el tiempo
ajustado del periodo presidencial, es decir, antes de 2018. Para las Farc, en
perspectiva campesina y de la medida del pucho
y medio, las conversaciones bien podrían tomarse el segundo periodo de
Santos y comprometer al siguiente Presidente que se elija en 2018.
Ahora, ante el estancamiento que
vive el Proceso de Paz y la poca voluntad mostrada por las partes para
concretar el punto de víctimas y avanzar en otros temas álgidos, los
congresistas Claudia López y Antonio Navarro Wolf, presos del tiempo en
perspectiva citadina, proponen que para las elecciones de octubre[2] de 2015,
se tenga en cuenta una papeleta con el siguiente texto: “voto para que las negociaciones de paz entre el Gobierno Nacional y
las FARC terminen antes del 9 de abril de 2016”. Es decir, los votantes podrán votar
SI o No, para que la “sociedad” que
sufraga en Colombia, imponga a los negociadores, la fecha indicada para firmar
el fin del conflicto.
La propuesta resulta interesante, pero deviene riesgosa, por cuanto podría
convertirse en un plebiscito que bien puede ser aprovechado por el Gobierno de
Santos para seguir negociando con relativa legitimidad, o para los detractores
del Proceso, para exigir el fin de los
diálogos, estén en el punto que estén. Sin duda, un enorme riesgo que es mejor
no correr, porque la opinión pública en Colombia deviene manipulada[3] por el noticiero de
televisión RCN, convertido de tiempo atrás, en el courrier de Uribe, del Procurador Ordóñez y de todos aquellos
sectores de poder económico, político, social y militar, que no apoyan el
Proceso de La Habana.
Además de los riesgos, resultaría políticamente incorrecto que la
sociedad colombiana que sufraga, es decir, 11 ó 13 millones de colombianos, le
impongan a las Farc y al Gobierno, un plazo perentorio que no solo chocaría con
las dos perspectivas de tiempo señaladas líneas arriba, sino que abocaría a los
negociadores a correr sobre puntos que necesitan tiempo para discutirse.
Ahora bien, si de lo que se trata es de que la sociedad citadina que
sigue con interés los diálogos de paz, le exija a las Farc y a los negociadores
de Santos, mayor compromiso y celeridad para firmar el fin del conflicto,
entonces, debemos por empezar por rechazar, de manera clara y firme, hechos
políticos que claramente comprometen la voluntad de paz del Gobierno y de las
Farc. En primer lugar, debemos rechazar y denunciar que la incapacidad de
Santos para ordenar a sus Generales, cesar operativos terrestres y fluviales y
los bombardeos, está asociada al resquebrajamiento de la unidad de mando que
sobre sus hombros recae en el manejo de
las fuerzas armadas.
En segundo lugar, una sociedad en general, y una sociedad civil en
particular, verdaderamente comprometidas con la búsqueda del fin del conflicto
y de la construcción de escenarios y territorios de paz, no pueden aceptar
hechos como la apropiación indebida e irregular de baldíos por parte de grandes
empresarios nacionales y extranjeros, y de poderosas familias; estos hechos,
sin duda, constituyen una suerte de burla hacia el punto 1 de la Agenda, sobre el cual ya existe un acuerdo preliminar
entre Farc y Gobierno.
Así entonces, no es con plazos perentorios, ni con papeletas con
corte plebiscitario, que la sociedad colombiana debe presionar a las partes que
dialogan en Cuba. La mejor forma de presionar a las Farc y al Gobierno de
Santos, es decirles que cientos de miles de colombianos creemos que lo que se
está negociando en La Habana, es una paz económica y no política. Quizás de esa
manera, entiendan que cometieron varios errores, a saber: en primer lugar,
dialogar en medio de las hostilidades; en segundo lugar, no sentar en la mesa a
representantes de militares, banqueros, industriales y de empresarios, que hoy,
claramente, se oponen al Proceso de Paz; en tercer lugar, el no haber hecho una
eficaz pedagogía de la paz y en cuarto lugar, el no haber incluido en la
Agenda, el tema de la propiedad concentrada de los medios de comunicación y el
discurso periodístico “conveniente”, con el que debía cubrirse una negociación compleja,
fruto de un conflicto armado igualmente complejo, dado que es sistémico y con
múltiples aristas.
Por lo anterior, la papeleta de
López y Navarro Wolf resulta de una medida de tiempo que choca de manera
frontal, con aquella medida con la que las Farc, han enfrentado al Estado y
dialogado con varios gobiernos, durante 51 años. Por ello, el fin del conflicto
puede estar a pucho y medio, y por el
contrario, el fin de la negociación, muchos quieren que esté de un cacho.
Imagen tomada de raicesuruguay.com
[1]
Véase: http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2015/06/hay-que-insistir-en-el-cese-bilateral.html
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