Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social y politólogo
En el fútbol, como deporte
espectáculo, suelen confluir los
problemas, incertidumbres, miedos, anhelos, fracasos y los asuntos
pendientes de una sociedad. Y el fútbol, suele ser la mascarada perfecta para ocultar y por supuesto, exhibir, casi
siempre de manera violenta, los problemas que arrastra una sociedad, en lo que
concierne a sus procesos civilizatorios.
El desarrollo de la Copa América ha servido para constatar, nuevamente,
que cientos de miles de colombianos arrastran problemas graves en materia de
civilidad, a juzgar por el comportamiento de hinchas que celebraron el pírrico
y sobrevalorado triunfo sobre la selección del Brasil. Y no solo se portaron
mal dentro del país, sino en territorio chileno, específicamente a las afueras
del estadio en donde se jugó el partido entre los seleccionados de Colombia y
Brasil.
Pero no se trata de responsabilizar
únicamente a quienes participaron en riñas, o a aquellos que se accidentaron
por el consumo de licor. Acá el mea culpa
nos corresponde hacerlo a todos aquellos que de muchas maneras seguimos,
gozamos y hasta nos produce tristeza, las actuaciones del seleccionado de
fútbol de mayores.
Y hablo de la responsabilidad que
nos cabe como ciudadanos, cuando pasamos, con facilidad, de la euforia, a la
tristeza, al desencanto y al aburrimiento colectivo e individual. Y por ese
camino, cuando pasamos a la agresión y a celebraciones que suelen ir
acompañadas de irrespeto a las normas y al desconocimiento de los derechos de
los demás. Esos son los riesgos de
depositar el anhelo de ser felices, en terceros, esto es, en quienes participan
de un juego en el que se puede ganar, perder o empatar.
Pero quizás haya un error
mayúsculo, que tiene dos momentos: el primero, convertir en “Guerreros” y en “Héroes”,
a unos jugadores que viven de esa actividad; y el segundo, exigirles que sean
invencibles, esto es, que deben siempre, ganar. Y es allí, que como sociedad,
nos equivocamos, al depositar, en las capacidades de 11 jugadores (seres
humanos), la posibilidad de ser felices y de esa forma, dar manejo a nuestros miedos,
problemas y asuntos pendientes.
Y de ese peligroso proceso de
heroización, participan de manera irresponsable los medios de comunicación y los
periodistas deportivos. Medios, periodistas, comentaristas de radio y
televisión y redactores para el caso de la prensa escrita, poco enseñan a sus
audiencias en el manejo de las emociones y en la comprensión de los triunfos y
las derrotas. Es allí, justamente, en donde se falla: en hacer pedagogía. Eso
sí, sobre la base de dejar de llamar héroes y guerreros, a quienes viven -y muy
bien- de una actividad, de un trabajo.
Pero no podemos esperar mucho de
las empresas mediáticas, por cuanto ellas, están pensadas para que usen el
periodismo como vehículo para vender las marcas de los patrocinadores que
apoyan el seleccionado de fútbol. Es decir, se promueve el consumo, en este caso,
de licor, aunque tímidamente, algunos periodistas e incluso, jugadores, “recomienden”
celebrar con moderación.
Un pueblo como el colombiano, que
arrastra enormes problemas de convivencia, incertidumbres, miedos y sobre todo,
que deviene sin referentes éticos y de moralidad pública, estatal y no estatal,
necesita de procesos pedagógicos que faciliten
la comprensión de las derrotas y de los triunfos. Ese es un asunto pendiente,
tanto para el Estado, como para las empresas mediáticas y el periodismo
deportivo.
Y así como ha faltado pedagogía
para que los colombianos comprendamos que el fútbol es un juego, un simple
juego, en el que se gana y se pierde, lo mismo ha sucedido con el Proceso de
Paz que se adelanta en La Habana, entre las Farc y el Gobierno de Santos. De
allí que resulte tan fácil para muchos, exigir el fin de las negociaciones,
porque las hostilidades entre los bandos continúan, así como las prácticas de
sabotaje de las Farc, contra la infraestructura económica del país y los graves atentados contra valiosos
ecosistemas naturales. Olvidan aquellos, que se pactó negociar en medio de la guerra. Lo que deberíamos de
exigir, como sociedad, es el cese bilateral del fuego y por esa vía, develar
los mezquinos intereses que esconden las partes que negocian, así como los que
esconden específicos actores sociales, económicos, políticos y militares, que
buscan a toda costa, extender el conflicto armado, quizás, por veinte o más años.
De esta forma, el fútbol, como
deporte espectáculo, seguirá siendo la válvula de escape para una sociedad de
machos, que exhibe problemas para consolidar procesos socializadores con los
cuales se logre minimizar, al máximo, los riesgos de vivir juntos, en medio de
todo tipo de diferencias.
Y el conflicto armado interno y
el actual Proceso de Paz de La Habana, seguirán siendo, por mucho tiempo, parte
fundamental del escenario de polarización política con el que interesados
sectores de poder, logran ocultar las
andanzas y la mezquindad, de una clase dirigente y de unas élites incapaces de
guiar y de ser el faro ético, que guíe y saque de la oscuridad, a una Nación
que deviene fracturada por, ejemplo, por el excesivo centralismo bogotano.
Adenda: tan equivocado el periodista argentino que usó
el término “malparido”, al parecer desconociendo el sentido social y cultural
que a dicho vocablo se le da en Colombia, como los periodistas colombianos que
usaron lo dicho por el comentarista gaucho, para “calentar” el ambiente previo al partido Colombia-Argentina.
Los dobleces del lenguaje y el lenguaje mismo, suelen ser las trampas en las
que a diario caemos los seres humanos. Sin duda, en este caso, cayeron en la
trampa el periodista argentino y los colegas colombianos que reprodujeron lo
dicho por aquel.
Imagen tomada de https://www.google.com.co/search?q=futbol+y+heroes&espv=2&biw=1024&bih=636&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjA8enYvbvKAhUDFR4KHT4cDhMQ_AUIBigB#imgrc=WPR2Jv7UqyB6JM%3A
Imagen tomada de https://www.google.com.co/search?q=futbol+y+heroes&espv=2&biw=1024&bih=636&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjA8enYvbvKAhUDFR4KHT4cDhMQ_AUIBigB#imgrc=WPR2Jv7UqyB6JM%3A
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