YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 24 de julio de 2015

¿UN GENERAL PARA EL CAUCA?

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Las elecciones de octubre de 2015[1] serán definitivas para el país, dado que estas devienen acompañadas de un componente clave para el diseño e implementación  de escenarios de posconflicto: la paz territorial.

Tan decisivo es y será el asunto de la paz territorial, que el gran “barón” electoral, Álvaro Uribe Vélez, con su empresa el Centro Democrático, quiere poner en la gobernación del Cauca, al ex general, Leonardo Barrero.

¿Cómo entender el aval que el Centro Democrático dio al ex oficial, para presentar su nombre a los caucanos, para guiar los destinos del departamento? Sin duda, se trata de una bien calculada jugada por parte de Uribe, en la medida en que el Gral (R) Leonardo Barrero, al parecer, goza de simpatías entre sectores indígenas, campesinos y afrodescendientes, por cuenta de las positivas acciones que emprendió dentro del territorio caucano, cuando fungió como comandante de la Tercera División  

¿Qué busca Uribe y el Centro Democrático, con la candidatura del ex oficial? Lanzo dos tesis. Una, con sentido positivo para la vida de los caucanos. En esa línea positiva, Uribe le está apuntando a quitarle espacio político-electoral a las Farc, apelando a planes y acciones cívico-militares, de corte asistencialista, que puso en marcha durante su segundo mandato, en el contexto de la aplicación de planes de Consolidación. Y lo intentará hacer, con un ex militar que al parecer goza de algún tipo de reconocimiento y simpatía dentro de sectores indígenas y campesinos. Por esa vía, Uribe buscará acercar el Ejército a los pueblos indígenas, afro y campesinos, para que la fuerza pública se consolide como un actor amigo y preocupado por las necesidades de la gente.

Ahora bien, en cuanto a la tesis de carácter negativa, y más allá de los cuestionamientos y de las circunstancias que provocaron la salida de Barrero del Ejército, lo que estaría detrás de su candidatura, es la insistencia de Uribe en aplicar en dicho territorio, su antiguo plan de Consolidación, pero con un carácter militarista, apegado a la vieja doctrina de seguridad.
Es decir, Uribe buscará, con la ayuda del ex alto oficial, y aprovechando la simpatía de indígenas, campesinos y afros,  someter a dichas comunidades y pueblos, al rigor de una doctrina militar, para refundar el Estado regional y local, y por ese camino, “disciplinar” a quienes históricamente se han opuesto a las élites caucanas, sobre las que recae la responsabilidad de los problemas que afronta, de tiempo atrás, esta importante región.

Poca confianza genera la presencia de la Senadora, Paloma Valencia, en el momento de la inscripción de la candidatura de Barrero. La reciente y polémica propuesta de “dividir el Cauca[2]”, de la señora Valencia, no deja de generar dudas sobre lo que está realmente detrás de  la aspiración política del ex militar y de la  jugada de Uribe para hacerse con el poder regional.

Lo que no cabe duda, es que poner al ex general Barrero en la gobernación del Cauca, significa adelantarse a las acciones políticas, a las políticas públicas y a los programas que las Farc y el Gobierno nacional deberán diseñar para hacer posible escenarios de posconflicto, que coadyuven a transformar la vida social, política y económica de un territorio en el que las Farc han tenido presencia política y militar, no siempre con resultados positivos en lo que toca a ganarse el respeto de la ciudadanía caucana.

Es claro, entonces, que Uribe insistirá en ganar gobernaciones y alcaldías, con el claro propósito de oponerse a la construcción de escenarios de paz, reconciliación, transformación y reconstrucción, pensados desde los intereses políticos de las Farc y de los sectores afectos a su ideología, en una zona  fuertemente golpeada por las dinámicas del conflicto armado interno.

El Cauca es, sin duda, un escenario deseado por Uribe, para imponer su proyecto neoliberal, y para ello, necesita disciplinar y doblegar a quienes enfrentaron con valor su política de seguridad democrática y su plan de Consolidación y restauración, que huelga decir, se ganó el rechazo de sectores indígenas.

El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), junto con la ACIN, sabrán responder al desafío político que se avecina. No olvidemos que el Gobierno de Uribe Vélez aportó bastante al resquebrajamiento de la unidad política del CRIC, ayudando a crear la OPIC[3]. Es posible, que la jugada política-electoral de Uribe termine por profundizar la división entre las instituciones de poder indígena, que él desde su gobierno aupó. Romper la hegemonía indígena, facilitaría la implementación del “proyecto de vida” que desde el Centro Democrático se está diseñando para el Cauca.

Quizás Uribe Vélez esté aceptando que la suerte del Proceso de Paz está echada y que el fin del conflicto entre las Farc y el Estado, está cerca. Y por ello, sabe que la mejor forma de enfrentar y de oponerse a los eventuales y próximos ejercicios político- electorales de unas Farc desmovilizadas, es poner fichas que sirvan a sus propósitos de negar, torpedear y restar espacios sociales, económicos y políticos, a quienes pretendió aniquilar por la fuerza y no pudo, durante sus largos ocho años de escalamiento del conflicto.

La política de Consolidación y la doctrina militar siguen siendo los únicos argumentos con los que Uribe sueña “seguir gobernando”, en cuerpo ajeno, y desde el único lugar que hoy le queda: como recio y hábil “barón” electoral.

Ojalá que campesinos, afros y pueblos indígenas dejen de lado sus diferencias y se unan para sopesar muy bien lo que significaría para ellos y para el Cauca, una gobernación en manos del ex general Barrero.

El posconflicto debe asegurarle al departamento del Cauca procesos de transformación social, política, económica y cultural, sobre la base del reconocimiento de las diferencias étnicas y las apuestas culturales de los pueblos y comunidades allí asentadas; pueblos y comunidades que, de tiempo atrás, han sido minimizadas y excluidas por una élite tradicional, con un empobrecido liderazgo. Esa misma élite que cree aún en Mesías y en el negativo y polarizante liderazgo de un ex presidente que se niega a aceptar esa condición y que cree, a pie juntillas, en que el país necesita aún de su  proyecto político, social, económico y cultural. 

Que los caucanos decidan el tipo de escenarios de posacuerdos y de posconflicto  que desean. En eso consiste el juego democrático. Ojalá voten a conciencia y no amparados en intereses sectoriales, producto de divisiones y luchas intestinas.




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