Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Las elecciones de octubre de
2015[1]
serán definitivas para el país, dado que estas devienen acompañadas de un
componente clave para el diseño e implementación de escenarios de posconflicto: la paz
territorial.
Tan decisivo es y será el
asunto de la paz territorial, que el gran “barón” electoral, Álvaro Uribe
Vélez, con su empresa el Centro Democrático, quiere poner en la gobernación del
Cauca, al ex general, Leonardo Barrero.
¿Cómo entender el aval que
el Centro Democrático dio al ex oficial, para presentar su nombre a los
caucanos, para guiar los destinos del departamento? Sin duda, se trata de una
bien calculada jugada por parte de Uribe, en la medida en que el Gral (R) Leonardo
Barrero, al parecer, goza de simpatías entre sectores indígenas, campesinos y
afrodescendientes, por cuenta de las positivas acciones que emprendió dentro
del territorio caucano, cuando fungió como comandante de la Tercera División
¿Qué busca Uribe y el Centro
Democrático, con la candidatura del ex oficial? Lanzo dos tesis. Una, con
sentido positivo para la vida de los caucanos. En esa línea positiva, Uribe le
está apuntando a quitarle espacio político-electoral a las Farc, apelando a planes
y acciones cívico-militares, de corte asistencialista, que puso en marcha
durante su segundo mandato, en el contexto de la aplicación de planes de
Consolidación. Y lo intentará hacer, con un ex militar que al parecer goza de algún
tipo de reconocimiento y simpatía dentro de sectores indígenas y campesinos. Por
esa vía, Uribe buscará acercar el Ejército a los pueblos indígenas, afro y
campesinos, para que la fuerza pública se consolide como un actor amigo y
preocupado por las necesidades de la gente.
Ahora bien, en cuanto a la tesis
de carácter negativa, y más allá de los cuestionamientos y de las circunstancias
que provocaron la salida de Barrero del Ejército, lo que estaría detrás de su
candidatura, es la insistencia de Uribe en aplicar en dicho territorio, su
antiguo plan de Consolidación, pero con un carácter militarista, apegado a la
vieja doctrina de seguridad.
Es decir, Uribe buscará, con
la ayuda del ex alto oficial, y aprovechando la simpatía de indígenas,
campesinos y afros, someter a dichas
comunidades y pueblos, al rigor de una doctrina militar, para refundar el
Estado regional y local, y por ese camino, “disciplinar” a quienes
históricamente se han opuesto a las élites caucanas, sobre las que recae la
responsabilidad de los problemas que afronta, de tiempo atrás, esta importante
región.
Poca confianza genera la
presencia de la Senadora, Paloma Valencia, en el momento de la inscripción de
la candidatura de Barrero. La reciente y polémica propuesta de “dividir el
Cauca[2]”,
de la señora Valencia, no deja de generar dudas sobre lo que está realmente
detrás de la aspiración política del ex
militar y de la jugada de Uribe para
hacerse con el poder regional.
Lo que no cabe duda, es que
poner al ex general Barrero en la gobernación del Cauca, significa adelantarse
a las acciones políticas, a las políticas públicas y a los programas que las
Farc y el Gobierno nacional deberán diseñar para hacer posible escenarios de
posconflicto, que coadyuven a transformar la vida social, política y económica
de un territorio en el que las Farc han tenido presencia política y militar, no
siempre con resultados positivos en lo que toca a ganarse el respeto de la
ciudadanía caucana.
Es claro, entonces, que
Uribe insistirá en ganar gobernaciones y alcaldías, con el claro propósito de
oponerse a la construcción de escenarios de paz, reconciliación, transformación
y reconstrucción, pensados desde los intereses políticos de las Farc y de los
sectores afectos a su ideología, en una zona
fuertemente golpeada por las dinámicas del conflicto armado interno.
El Cauca es, sin duda, un
escenario deseado por Uribe, para imponer su proyecto neoliberal, y para ello,
necesita disciplinar y doblegar a quienes enfrentaron con valor su política de
seguridad democrática y su plan de Consolidación y restauración, que huelga
decir, se ganó el rechazo de sectores indígenas.
El Consejo Regional Indígena
del Cauca (CRIC), junto con la ACIN, sabrán responder al desafío político que
se avecina. No olvidemos que el Gobierno de Uribe Vélez aportó bastante al
resquebrajamiento de la unidad política del CRIC, ayudando a crear la OPIC[3].
Es posible, que la jugada política-electoral de Uribe termine por profundizar
la división entre las instituciones de poder indígena, que él desde su gobierno
aupó. Romper la hegemonía indígena, facilitaría la implementación del “proyecto
de vida” que desde el Centro Democrático se está diseñando para el Cauca.
Quizás Uribe Vélez esté
aceptando que la suerte del Proceso de Paz está echada y que el fin del
conflicto entre las Farc y el Estado, está cerca. Y por ello, sabe que la mejor
forma de enfrentar y de oponerse a los eventuales y próximos ejercicios
político- electorales de unas Farc desmovilizadas, es poner fichas que sirvan a
sus propósitos de negar, torpedear y restar espacios sociales, económicos y
políticos, a quienes pretendió aniquilar por la fuerza y no pudo, durante sus
largos ocho años de escalamiento del conflicto.
La política de Consolidación
y la doctrina militar siguen siendo los únicos argumentos con los que Uribe
sueña “seguir gobernando”, en cuerpo ajeno, y desde el único lugar que hoy le
queda: como recio y hábil “barón” electoral.
Ojalá que campesinos, afros
y pueblos indígenas dejen de lado sus diferencias y se unan para sopesar muy
bien lo que significaría para ellos y para el Cauca, una gobernación en manos
del ex general Barrero.
El posconflicto debe
asegurarle al departamento del Cauca procesos de transformación social,
política, económica y cultural, sobre la base del reconocimiento de las
diferencias étnicas y las apuestas culturales de los pueblos y comunidades allí
asentadas; pueblos y comunidades que, de tiempo atrás, han sido minimizadas y
excluidas por una élite tradicional, con un empobrecido liderazgo. Esa misma
élite que cree aún en Mesías y en el negativo y polarizante liderazgo de un ex
presidente que se niega a aceptar esa condición y que cree, a pie juntillas, en
que el país necesita aún de su proyecto
político, social, económico y cultural.
Que los caucanos decidan el tipo de
escenarios de posacuerdos y de posconflicto que desean. En eso consiste el juego
democrático. Ojalá voten a conciencia y no amparados en intereses sectoriales,
producto de divisiones y luchas intestinas.
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