YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 22 de julio de 2015

‘DESESCALAR’ EL LENGUAJE PERIODÍSTICO

Opinión pública acrítica, ahistórica e incapaz de comprender qué pasa, es fruto de las unidades de negocio en donde hoy se hace periodismo.

Cuando el periodista admira o siente un desmesurado respeto por una fuente, allí muere el reportero y nace un estafeta.

Periodistas sin contexto, sin antecedentes, sin criterio y sujetos al 'síndrome de la chiva', no son aptos para cubrir un proceso de paz.

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Días atrás, el Presidente de la República invitó a los medios masivos y a los periodistas  a “desescalar el lenguaje”, en particular cuando hicieran referencia a los miembros de las Farc. Se trata, sin duda, de una cordial invitación que bien debería el periodismo aceptar, de cara a ambientar escenarios de comprensión de las dinámicas del conflicto armado interno, despejar dudas sobre los alcances del Proceso de Paz y apoyar venideros estadios de reconciliación. Invitación que también deberían acoger de buena forma, columnistas que en su legítimo ejercicio de opinar, suelen convertir sus espacios en verdaderas trincheras desde donde “disparan” arengas que solo perjudican la comprensión de lo que ha sucedido en Colombia desde 1964[1].

En adelante, me referiré a hechos de guerra que bien pueden servir para que medios y periodistas aporten al “desescalamiento del lenguaje”. Para hacerlo, la prensa deberá, primero, dejar de usar y repetir, sin mayor discusión conceptual, técnica e ideológica, términos propios del lenguaje castrense, que lo que buscan es descalificar al enemigo, al tiempo que intentan ocultar errores tácticos cometidos por los militares.

Por ejemplo, cuando se produce una emboscada de las Farc, de inmediato los medios afectos al régimen castrense, apelan a los vocablos terrorismo o acción terrorista, lo que claramente es una acción de guerra. El ataque, desde un cerro, a una patrulla militar, no puede considerarse como un acto terrorista. Al hacerlo, periodistas y medios se convierten en estafetas de un actor armado, interesado en ocultar los errores tácticos que facilitaron la emboscada o el golpe de mano, apelando a nomenclaturas cargadas ideológicamente. Otra cosa es que en la emboscada, los guerrilleros actúen con sevicia y lleguen a cometer crímenes de guerra. Ese es otro asunto. Ejemplo de lo anterior, fueron los hechos ocurridos en Buenos Aires, Cauca[2], en donde las Farc asesinaron a 10 militares, en una acción que bien se puede calificar como un golpe de mano. Es claro que el comandante militar pasó por alto medidas de seguridad y protocolos que facilitaron la acción armada de esa guerrilla. De hecho, la misma Procuraduría abrió investigación sobre los hechos.

Lo mismo sucede cuando en acciones de combate, las Farc toman como prisioneros a militares. No se trata de un secuestro en estricto sentido, por cuanto el militar fue privado de la libertad en el contexto de un combate, en el que fue reducido, de allí que cayera en manos del enemigo interno. Mal hace el periodismo en plegarse al discurso castrense, y hablar de un secuestro[3]. Se aporta a la comprensión del conflicto y se respeta al grupo armado, cuando se reconoce su propia forma de llamar los hechos de guerra. Si las Farc hablan de “prisionero de guerra” y los voceros de las Fuerzas Militares hablan de “secuestrado”, el periodismo debe informar, dando vida a los dos vocablos, indicándole a las audiencias, el sentido con el que cada actor armado llama o califica el hecho de guerra producido.

Otro ejemplo que claramente hace ver a los periodistas y a los medios como estafetas al servicio de las fuerzas armadas, se da cuando informan que el Ejército o la Policía “dio de baja a varios guerrilleros”. Estamos ante un lenguaje ideologizado que contamina los hechos y enrarece la información. Tanto las Fuerzas Armadas, como las guerrillas, asesinan. Resulta inconveniente informar sobre hechos de guerra, señalando que las fuerzas del Estado “dan de baja”, mientras que las guerrillas, asesinan. Aparece aquí el asunto de la legitimidad y la legalidad de dichas acciones. Se resuelve el asunto, reconociendo que estamos en medio de un conflicto armado interno en donde, justamente, hay una fuerza ilegal que desconoce la autoridad y confronta el poder del Estado, y que esa misma agrupación ilegal, puede tener niveles, bajos o no, de legitimidad histórica para hacerlo.

Por encima de informar hechos de guerra, periodistas y empresas mediáticas tienen una mayor responsabilidad con el Proceso de Paz y con el momento histórico[4] que vive el país. No puede el periodismo, en estas instancias definitivas de un delicado proceso de negociación, actuar de manera  precipitada, buscando “extras” y “exclusivas” que solo confirman a noticieros de televisión, como Noticias RCN, del empresario Ardila Lulle,  como actores políticos que usan el lenguaje periodístico-noticioso, para beneficiar a quienes claramente no acompañan al Presidente y al Gobierno, en la búsqueda de ponerle fin a esta degradada guerra interna.

Así entonces, bienvenido el llamado presidencial a “desescalar el lenguaje”. Ojalá los medios entiendan que el papel de informar exige, cada vez más, que se den y se logren tratamientos periodísticos, tratando de dejar por fuera el sentido de lo noticioso. De allí la necesidad de que los periodistas modifiquen, sustancialmente, los criterios de noticiabilidad[5] con los que suelen elevar al estatus de noticia, unos hechos de guerra, que deben ser abordados de manera distinta. 


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